La dependencia del petróleo y la preocupación por el cambio climático llevaron al documentalista finlandés a grabarse junto a su mujer y sus dos hijos, de 4 y 8 años, durante un año, mientras vivían procurando evitar las emisiones de CO2.

Durante los primeros meses, Webster y su familia fueron tajantes: aparcaron el coche para siempre, no compraron absolutamente nada de plástico, no encendieron el motor de la barca y, en su lugar, remaron; no ponían la calefacción... "pero luego me volví más razonable", admite el finlandés.

Bajo el título de "Recipes for disaster", Webster, de 42 años, presentó ayer este filme en el Festival Internacional de Cine Documental de Barcelona, el DocsBarcelona, que se celebra en la ciudad desde el pasado día 27 hasta el 1 de febrero.

El autor ha confesado que, a diferencia de sus otros trabajos documentales, en éste no ha realizado una investigación previa sino que ha aprendido con su familia a lo largo de la filmación, básicamente a través de Internet, porque, de saber él más que el resto, habría estado actuando, cosa que quería evitar.

Respecto a la decisión de "llevar el trabajo a casa", Webster ha explicado que sus hijos se tomaron el desafío como una "aventura" y, en contra de lo que el cineasta se esperaba, le costó más embarcar a su mujer en la idea e incluso, en algunos momentos, su relación se vio afectada por la "obsesión" medioambiental del documentalista.

Webster ha declarado que ha puesto su hogar como ejemplo porque quería dirigir la cinta a familias de clase media que pudieran reirse de su experiencia y, a la vez, conocer por qué cuesta tanto poner freno a la contaminación con la adquisición de nuevos hábitos.

Los principales retos a los que se enfrentan a lo largo de los 85 minutos de grabación son los envases de alimentos y productos (la mayoría de plástico), el transporte y el gasto energético del hogar.

La familia Webster encontró el equilibrio entre ser felices y respetuosos con el medio ambiente, concentrándose en los aspectos más relevantes, como, por ejemplo, el transporte (compraron un coche alimentado con biodiésel y viajaban en tren en los trayectos largos).

Webster reconoce que "nos trataban de súper frikis" porque "una sociedad que no es radical, no está preparada para aceptar cambios radicales".

Esto lo muestra el documental, por ejemplo, cuando la familia, harta de preguntar a los trabajadores de los supermercados por productos no envasados con plástico y de explicarles que los buscaban porque estaban realizando una dieta del petróleo, acaba justificando su empeño alegando que tiene alergias a este material, motivo más aceptado socialmente.

En relación al transporte, el principal problema radica en la concepción del tiempo, según ha detectado Webster.

El cineasta ha dicho que se tiende a pensar que el tiempo que no es ni de trabajo ni de ocio, es tiempo perdido, y la gente no se plantea que la calidad del tiempo es lo esencial y que "no sirve de nada llegar rápido del trabajo para sentarse frente al televisor".

John Webster y su mujer afirman en el documental que desde que tomaron la decisión de ir en tren y en autobús con sus hijos, tienen mejor relación, hablan más y tienen mejor calidad de vida.

Además, "si hubiera venido desde Finlandia hasta Barcelona en avión, habría contaminado lo equivalente a ir en coche seis meses", ha afirmado Webster, que no obstante ha reconocido que voló desde Helsinki hasta Escocia, donde cogió el tren a la capital catalana.

"No creo que asustar a la gente sea la manera", ha dicho Webster respecto a la necesidad de concienciación sobre el calentamiento global, ya que de esa manera "pensarán que ya no hay nada que ellos puedan hacer", así que "es mejor hacerlo de manera entretenida".