Lo confiesa nada más comenzar el libro: «Arribat als quaranta, m´entossudí a cambiar-me la pell estética i emprendre el camí de la prosa sense posar els peus en les rutes conegudes». A Antoni Gómez (Sagunt, 1960) le conocí en la redacción de un semanario valenciano; reciente su titulación periodística, me descubrió su pasión por el mundo de las letras y me habló de Abalorio, la publicación cultural saguntina que llegó a dirigir.

Además de hacer crítica literaria —en Posdata, sin ir más lejos— y tenerlo por poeta —ha publicado varios poemarios—, poco sé de sus cosas en los últimos años, cuando me tropiezo con El camí de les merles (Periféric Edicions, 2009) y Eros es l´escriptura (Editorial Afers, 2011). Tomo el primero y comienzo su lectura: que me capta al principio y no deja de interesarme hasta el final.

Contra lo que pudierais estar pensando, no se trata de una novela de intriga: es, según definición de contraportada, «el relato en primera persona de un itinerario iniciático», el itinerario que realiza el protagonista para superar su pasado estético y alcanzar una transformación que le satisfaga.

El pasado, según me permito deducir, es el ejercicio poético, quizá demasiado esteticista, alejado del ser humano. Y el poeta sale de su torre de marfil, sigue el camino de los mirlos y se dirige al encuentro con la prosa.

Confiesa sus sensaciones: «Mai no hauria imaginat que la prosa anava associada amb un estat de revelació interior al qual no calia trobar explicacions, era autosuficient, com l´energia immanent que hom pot trovar en un paisatge, en la materia lliure i caòtica de la vida».

Declaro que el libro de Toni me ha sorprendido muy gratamente. Sabéis que no soy un lector voraz, de los que se tragan páginas y páginas sin pensar demasiado, sólo con el entusiasmo puesto en conocer el desenlace de la historia contada. Me gusta recrearme en la escritura que se mueve entre ideas sugerentes.

No sé la causa —o quizá sí que la sepa— de que, leyendo este libro, me haya venido a la memoria aquel famoso poema de Juan Ramón Jiménez, al que he recurrido en tantas ocasiones y que aquí se ubica perfectamente. Esos versos que nuestro Nobel tituló Poesía y con los que comunicó su cambio de concepto estético.

Toni —perdón, el personaje creado por él— nos ha transmitido su mudanza estética y Toni —ahora, sí— lo ha hecho con un lenguaje rico, en el que no falta cierto acento irónico e incluso, como apunta algún crítico, algún pasaje que emana ternura.

«Pel camí de les merles, he trobat una ruta cap a la prosa». Son las últimas palabras de este sugestivo texto. La meta se ha alcanzado. Enhorabuena.

RAFA.PRATS@telefonica.net