Al Consell Valencià de Cultura (CVC), en colaboración con la Universitat de València, se le ha ocurrido grabar entrevistas de un par de horas de duración a todos aquellos que han sido integrantes de la institución para guardarlas de cara a la posteridad. No podrán ser visionadas hasta la muerte del protagonista. Una especie de testamento verbal que a más de uno seguro que se le pasará por la cabeza podría servir para ajustar cuentas con el organismo o los compañeros e incluso con el gobierno de turno.

Por delante de las cámaras ya han pasado el pintor Luis Prades, el científico Santiago Grisolía; el director de orquesta Enrique García Asensio y el director teatral José María Morera. El próximo será el exrector Ramón Lapiedra.

Sin embargo, hay otros que prefieren no hacerlo de momento porque les da yuyu. Entiendo que algunos de los componentes de la institución tengan el suficiente currículum para hablar de su mundo, sus investigaciones y creaciones, pero otrosno daré nombres no se me ocurre de qué pueden hablar en ese testamento virtual que desconozco si colgarán después en you tube tras el cierre de RTVV. La idea tiene su miga.

La Filmoteca ya lo intentó hace muchos años con los prohombres valencianos y nada se sabe de aquellas cintas que nunca pasaron por las pantallas de TVV y cuyo proyecto quedó finalmente aparcado. La pena es que durante un tiempo el máximo órgano consultivo de la Generalitat sí contó con una legión de grandes nombres de la cultura cuya memoria ahora se ha perdido definitivamente. Al menos, la memoria verbal.

Tendrá que darse prisa el CVC en grabar las entrevistas porque cualquier día de estos lo van a esquilar. Todo por ahorrar. Ya le ha tocado a la Acadèmia de la Llengua. Con lo sencillo que habría sido unir ambas instituciones, crear una potente sección filológica y pasar de los 42 miembros totales que suman entre ambas a los 21 reales sin tanto lío.