Además de ser el rótulo de una pensión de poca monta en Hamburgo, Helga Schmidt es el nombre de la, hasta ayer, poderosa intendente del Palau de les Arts, la mujer encargada de levantar el proyecto cultural que debía situar a Valencia en el mapa de la lírica. Fue la elegida por el Gobierno que presidía Eduardo Zaplana (y del que Francisco Camps era conseller de Educación y Cultura) tras llegar de la mano de Plácido Domingo en junio de 1998 para el montaje de la ópera Luna, de José María Cano, en el Palau de la Música de Valencia.
Tras unos meses de trabajo silencioso, Zaplana anunciaba en enero de 2000 el fichaje de Schmidt para elevar hasta los cielos su Palacio de las Artes (así se llamaba entonces el proyecto de icono cultural encargado a Santiago Calatrava).
Schmidt (Viena, 1941) venía con una biografía que la ligaba desde niña a la música clásica y con una agenda en la que figuraban todos los grandes nombres de las últimas décadas. Su padre había sido director de orquesta y pianista, así que por los salones de su casa familiar había visto desfilar a grandes batutas y solistas.
La joven amante de la música se convirtió con 22 años en asistente de, posiblemente, la mayor leyenda de la dirección de orquesta, Herbert von Karajan, el «Dios de la batuta».
A partir de ahí, la trayectoria de Schmidt aparece vinculada a los mejores escenarios de la ópera mundial: fue asesora artística del Covent Garden de Londres y directora del Maggio Musicale Fiorentino, uno de los festivales líricos de referencia internacional.
Fue ella, así, con sus contactos y su influencia, la encargada de sumar al proyecto a dos ilustres genios del foso: Lorin Maazel y Zubin Mehta. Ambos acabaron desvinculándose de la ópera valenciana y no renovando sus elevados contratos después de que esta no se librara de las consecuencias de la última crisis económica.
La intendente (Doña Helga, para todo el que ha tenido algo que ver profesionalmente con Les Arts) ha contado en alguna ocasión que a Maazel lo convenció diciéndole que lo había hecho todo en la música salvo crear una orquesta. Él pidió respaldo económico para aceptar. Y lo tuvo: audiciones a miles de kilómetros para elegir a los 90 miembros de la Orquestra de la Comunitat Valenciana entre más de cinco mil candidatos. La formación resultante debutó en 2006 y ha acumulado elogios unánimes pese a perder incluso casi la mitad de sus componentes de plantilla. Ha sido el gran activo del coliseo.
Lejos quedan, sin embargo, los tiempos dorados de la Tetralogía de Richard Wagner, el «sueño» en el que la intendente Schmidt trabajó desde el año 2000 como forma de que Valencia entrara sin complejos en el circuito internacional. Ningún teatro español había producido hasta entonces un Anillo completo y Schmidt lo hizo en Les Arts a partir de 2007 de la mano de Mehta y La Fura dels Baus.
Fue su gran momento desde que hace 15 años y seis meses pisó Valencia. Un tiempo en el que sus emolumentos, gastos y forma de vida „se ha alojado siempre en hoteles, con coche y chófer„ han levantado suspicacias y críticas de los partidos de la oposición. Schmidt „la mujer de los tres apellidos, como en su momento la llamaron porque también utilizaba el de soltera (Pittioni) y el de casada (Ganzarolli)„ se defendía hace unas semanas al lado de su amigo Plácido Domingo asegurando que su ritmo de vida era el mismo que el que había llevado en el Covent Garden y que había respetado los límites salariales y de gasto marcados en 2013 por Alberto Fabra.
Pero Schmidt ha visto en los últimos meses cómo, en lugar de alternar con músicos, reggistas y cantantes, lo hacía con jueces
„declaró en 2013 por las contrataciones con la trama Gürtel„ y policías.
Apartada de toda gestión económica de Les Arts desde enero de 2014 y con la salud debilitada, sopesaba el momento de su negociado adiós cuando ayer fue apartada de sus funciones tras ser detenida.
