Nueva actuación y emotivo éxito en la SFV de la madrileña María José Montiel, gran voz de la lírica española de los últimos 25 años. Abrió la sesión con las Cinco canciones negras, de la etapa antillanista de Xavier Montsalvatge. Muy oportuno agregar la Nana del mismo compositor, todo dicho con verdadero mimo. Con su voz firme, voluminosa y proyectada, aprovechó el variado carácter de matices y ritmos en cada fragmento para dejar patente su excelente momento vocal.
Posee la Montiel un instrumento valioso, por color y ductilidad, con un centro aquilatado, graves que seducen por su intensidad y agudos infalibles. Le desborda la raza de cantante y de actriz de escena que la ha llevado por los grandes teatros del mundo.
Después, el estreno absoluto de las Tres canciones sobre textos de Juan Ramón Jiménez, de Anton García Abril (Teruel 1933), formado en Valencia y Madrid. Utiliza el compositor un lenguaje tonal para musicar esos versos, con especial cuidado en el nada fácil acompañamiento al piano, que Miquel Esterlich supo defender con total musicalidad, técnica apropiada y excelente control del pedal.
En la segunda parte, después de escuchar a la cantante, apareció, la artista. Hubo un momento mágico en la interpretación de A Chloris, de Reynaldo Hahn, expresado con superlativa emoción hasta llegar al imperturbable final del Beau soir, de Debussy. Ravel, como lo hicieran también Bizet, Chabrier o Lalo, compuso varias obras con referencias hispánicas: la Chanson espagnole fue comprendida brillantemente por cantante y pianista al igual que En sourdine, del mallorquín Mas Porcel, pequeña gran joya cincelada con minuciosa ternura. Dos páginas operísticas de Massenet y Saint-Säens, de controlada emisión, rubricaron la solidez de una voz potente que puso al público en pie.
La Habanera, de Bizet, el fado Ay que linda moça, de Ernesto Halffter y el tango El día que me quieras, de Gardel, decidieron un éxito sin reservas. ¿Le escucharemos en su próxima visita algún compositor valenciano?
