El público respondió al cartel, cubriendo más de la mitad del aforo del coso castellonense.

Los astados de Ricardo Gallardo contribuyeron al éxito de la novillada. Su único lunar fue la falta de fuerzas. Noble aunque blando y apagado el que abrió plaza. El segundo, pese a su justo poder, transmitió mucho y ofreció generosísimas dosis de fijeza, bravura y calidad. También exhibió falta de fuerza el tercero, aunque luego metió la cara con buen aire. Fue y vino el cuarto, en tanto que el quinto dio un excelente juego y tomó las telas con fijeza. Y el sexto hizo una espectacular pelea en varas pero, muy quebrantado, acabó quedándose corto.

Francisco José Estrada anduvo sobrado y suficiente ante el primero, en una faena que no terminó de coger vuelo. Y se le vio algo mecánico y pegapasista ante el cuarto, con el que acabó dándose un arrimón y acortando los terrenos en el epílogo del trasteo.

Vicente Soler dio la cara ante el muy bravo primero, en una labor de mucha entrega que brindó a El Soro y que, coronada por una efectiva estocada, fue generosamente premiada. Y no se cansó de estar en la cara del buen quinto, frente al que falló con los aceros.

Por su parte, Varea realizó un excelente saludo capoteril al tercero, frente al que luego se acompasó, firmando una labor tan expresiva como templada y cadenciosa, en la que rubricó muletazos de excelente concepto y embarcó a la perfección a su antagonista. Y se emborrachó toreando de capote al sexto con prestancia y vistosidad, y luego, seguro y muy encajado, consiguió robarle muletazos de impronta y expresión.