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tribuna

La sorpresa está en el papel

Walter Lippmann escribió en la segunda década del siglo pasado que si la veracidad fuera simplemente una cuestión de sinceridad personal el porvenir sería bastante sencillo. El «problema de la prensa moderna», decía entonces el columnista político más leído y respetado de la centuria que nos precedió, «tiene que ver con el intrincado efecto de una civilización demasiado vasta para que sea suficiente con la observación personal de alguien».

Estas palabras no hacen más que recobrar impulso cien años más tarde. Probablemente también, por ese motivo, la historia de los medios de comunicación es el relato de un amontonamiento. Hemos asistido últimamente en más de una ocasión al funeral de periódicos de papel que internet seguramente no enterrará, igual que la televisión no ha acabado con la radio, ni el cine con el teatro. Precisamente, porque la realidad es demasiado compleja para que pueda ser analizada desde un único prisma y debido a que el acceso a la información es mayor que jamás lo ha sido.

John Ridding, consejero delegado del Financial Times, uno de los periódicos más influyentes del mundo, ha dicho recientemente que los hechos propios apoyan la creencia de que la prensa sobrevivirá a los cambios tecnológicos. En 2014, por primera vez en su dilatada historia, el Times, con doce décadas a sus espaldas, fue rentable sin contar con los ingresos por publicidad. ¿Cómo lo hizo? Inversión, nuevo diseño y enfoques distintos, reducción de los costes de impresión y una pequeña subida del precio del ejemplar. Como es natural e igual que ocurre con otros, los lectores de la cabecera británica utilizan ordenador y teléfono pero también el periódico de papel, que resulta un formato muy fácil de usar y más prescriptor para la audiencia y la publicidad que los canales digitales. Y que ofrece, además, según recalca Ridding, una particularidad muy distinta para atrapar al lector que mayor curiosidad y sorpresa requiere sobre esa observación de la que Lippmann hablaba.

Quien frecuenta los digitales acude a ellos, generalmente, en busca de algo que pretende encontrar. Y los canales digitales, conscientes de ello, le dan lo que pide. En cambio, no sucede así en el periódico de papel donde el lector puede hallar, junto a todo lo demás, lo que no se espera. Nuevas ideas, nuevos análisis y enfoques distintos que en la premura de la web no tienen cabida desde el primer momento. Extensión, profundidad, etcétera. Nada que el oficio no sepa manejar. Lo ha hecho toda la vida. El periódico siempre ha buscado sorprender, en gran medida en eso consiste su novedad: ofrecer algo distinto. Noticia bomba, que diría Evelyn Waugh en su famosa novela.

En la oración del hombre moderno de cada mañana como dijo Hegel, la prédica debe sorprender a quienes ya han perdido la capacidad de asombro al escuchar las noticias en la radio, la televisión o navegar en internet. El periódico „en papel o bien en su tradicional disposición jerárquica en la pantalla de la tableta„ debe ayudar a sus lectores a interpretar con mayor sosiego el intrincado efecto de esa civilización demasiado compleja que ya advertía Lippmann hace cien años en Liberty and News. De esa manera podrá ser, igual que dijo Bill Keller, exdirector de The New York Times, como los dinousarios que se pasearon por la faz de la tierra durante millones de años.

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