Iba a intentar verle después del Festival. Le pedí que me reconfirmara su teléfono a Koké, la directora de Relaciones Públicas de Atresmedia, en el recordatorio en Málaga del 25 aniversario del nacimiento de la primera cadena privada de televisión en España. En aquellos inicios, ella y yo, estuvimos allí. Hoy ambos seguimos en la brecha y en la vida. Jesús -me lo acaba de decir minutos antes de ponerme a escribir José Ramón Mendaza, el subdirector del periódico- ya no. Otro guantazo en la cara del alma que me da la vida y una lección: haberle llamado antes.

Ha muerto Hermida. No sé qué dirán los panegíricos y obituarios ni si los habrá siquiera a su altura, de hecho la edad me ha ido acercando a cierto descreimiento que él ya llevaba a galón cuando nos conocimos, por eso hoy no habría discutido con él por alguna cosa que nos sirvió para discutir entonces. Pero sé que decir juntos periodismo y televisión en España es decir Jesús Hermida. Y ahí acaba la frase.

Si alguien en y de esta profesión, forma de vida o lo que sea considera que sé algo de esto, lo aprendí observándole. No fue mi maestro, era demasiado independiente y tenía los objetivos televisivos muy claros como para perder tiempo en pedagogía alguna a aquellas alturas de 1991. Pero fue mi guía. En una escaleta televisiva se encierran la carpintería, el ritmo, las valoraciones, el mensaje, las órdenes técnicas y la personalidad de quien la hace. Yo aprendí a llevar ese mundo catódico que dura lo que dura un programa de mi cabeza al cuadrante con él.

Una vez, gracias a que él me escogió para el equipo de imagen (como le gustaba llamar a sus presentadores), Rafaela Carrá me preguntó en su programa de las noches de TVE cómo era Jesús. Me negué a responderle y, la verdad, la escenificada admiración que generosamente me dedicó cuando entré en el plató se volvió enfado durante el resto del programa, que se emitía en directo. Lo siento por otra criatura televisiva, mi querido Alberto Maeso, que favoreció que me invitaran al entonces programa estrella del 'prime time' nacional y yo le salí rana contrariando a su adorada diva, una de las grandes, sin duda, del 'show business'.

No hablamos de aquello Jesús y yo, pero sé que en el fondo le pareció bien. Una especie de gesto de lealtad. Ser 'chico Hermida' implicaba derechos y obligaciones. En ambos casos exagerados. Se cuentan anécdotas que hablan de su carácter, aunque quizá ya no le importan a nadie porque con él se va una manera de entender el plató y este trabajo. También le seré leal y no contaré ninguna en estas humildes líneas que a borbotones le dedico.

Miro la fotografía que nos regaló al grupo de entonces, miro a aquellos chicos y chicas con 25 años menos que se enfrentaban a su orden cada sábado y cada domingo a cinco horas de directo televisivo, en una televisión nueva en una España que quería ser nueva, y se me saltan las lágrimas constatando que con su vida se ha ido un trozo de las nuestras. Aquello fue apasionante. Y cuando recuerdo tantos momentos me doy cuenta de cuánto quise a Jesús y por qué me dolía tanto ser su “paréntesis en la frase”.

Le miro vestido de astronauta en aquel montaje que rememoraba la llegada del hombre a la luna 40 años después, aquel paso pequeño y gigante que él narró como él, y me da por pensar que estará ahora así, protegido con su escafandra del deterioro de la realidad y la carne. ¡Ay!, cómo echo de menos haberle llamado ayer…