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Ópera crítica

Ramón Tebar marca la diferencia

«Aida»

Palau de les Arts (valencia)

Alejandro López (El Rey), Marina Prudenskaya (Amneris), María José Siri (Aida), Rafael Dávila (Radamés), Riccardo Zanellatto (Ramfis), Gabriele Viviani (Amonasro), Ballet de la Generalitat, Cor de la Generalitat y Orquestra de la Comunitat Valenciana. Dirección escénica: David McVicar. Dirección musical: Ramón Tebar. De Verdi. 25 de febrero.

Este montaje no es de los que, nada más levantarse el telón, uno dice: «¡Tate! ¡El antiguo Egipto!» Se inscribe más bien en la vigente corriente de escenificación intemporal, subgrupo «sangre fácil», probablemente bajo la influencia de algunas sagas del cine y la tele. Más allá de la oportunidad de los mensajes y la eficacia de las alusiones en los planos religioso, político, etc., su gran virtud es la extrema tensión en que de principio a fin mantiene a los personajes y a los espectadores incluso prescindiendo de la música. Ésta encuentra apoyo en la escena, no a la inversa, y el argumento, sin un rayo de sol ni una esfinge, despliega su formidable dramatismo en las voces de los estupendos cantantes, en los impactantes movimientos coreografiados (para cuerpos, no para estatuas) y en el poderoso manejo de las luces.

Hace cinco años no pareció tanto ni por asomo con Wellber pero ni siquiera con Maazel, que simplemente firmó una versión buenísima. Y el quid tampoco estuvo en lo no visto entonces y ahora sí. La auténtica diferencia, como es moda decir en la prensa deportiva actual, la marcó la dirección de Ramón Tebar. El debut operístico del flamante Principal Director Invitado de la orquesta de Les Arts produjo en efecto una impresión sumamente favorable. Más aún que en el repertorio sinfónico se creyó advertir en él una técnica si no más de inspiración kleiberiana. Siempre con todos los canales de mando bajo control una vez superados ciertos titubeos iniciales€; desde Numi, pietà hasta el final en concreto, la noche del estreno se logró una adecuación virtualmente perfecta entre contenido y forma. Los cuatro protagonistas sin excepción comenzaron como poco bien y fueron a mejor, el coro estuvo pletórico de poderío y flexibilidad, y la orquesta impartió otra lección de maleabilidad.

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