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Confirmación a la valenciana

Enrique Ponce destaca en una tarde de matices y Román cumple en su presentación como matador de toros en Las Ventas de Madrid - Los valencianos salen sin trofeos del décimo cuarto festejo de la Feria de San Isidro en el que compartieron cartel con Daniel Luque

Confirmación a la valenciana

La terna que actuó ayer en San Isidro apenas se anotó ovaciones en el balance final tras estrellar sus voluntades con una corrida de escaso fondo o devaluar los méritos de su faenas, casos de Ponce y Román, por los fallos con la espada, a lo largo de un espeso festejo de casi tres horas de duración.

Cuando cayó el último toro la corrida había dejado en el ambiente una sensación de cansancio. La medida raza de los astados del Puerto de San Lorenzo, que contó tanto como su endeblez de patas para que no desarrollara una calidad sólo esbozada, fue el pesado hilo conductor de un festejo de espeso y largo metraje.

Los sólo dos picos de mayor vibración de este encefalograma casi plano estuvieron, además, muy separados en el tiempo, desde que Enrique Ponce lidió al segundo hasta que Román se enfrentó al sexto. Demasiado tiempo, cubierto por faenas de poca entidad y emoción que no provocaron el mínimo sobresalto. Ya la corrida había comenzado con el mal augurio de que el primero de los toros salmantinos, con el que Román confirmó la alternativa, se partiera las dos pezuñas delanteras en los sólo tres muletazos con que el joven torero valenciano le pudo instrumentar. Quizá los efectos de las muchas lluvias caídas últimamente en el campo salmantino...

Pero pronto comenzó su paisano Enrique Ponce a reconducir el rumbo de la tarde con un segundo ejemplar alto y largo al que dejó que castigaran severamente en el caballo durante una lidia que el veterano diestro dirigió con maestría.

Tras dos años pisar Madrid, el torero de Chiva volvió a hacer gala de su veteranía ante la cátedra, con un trasteo muy bien estructurado para administrar la buena pero algo endeble condición del toro, siempre a pesar de la molestia del viento que sopla estos días en Madrid. Todo lo que hizo Ponce tuvo orden y armonía, buscando sobre todo la estética en las pausas y los adornos, que fue lo que más le aplaudió un público de Madrid esta vez muy receptivo con él, incluso para pasarle por alto la falta de una mayor sinceridad en los cites, pues, con el mismo gusto y estética, casi siempre empalmó los muletazos con la derecha desde una oblícua posición en la pala del pitón.

Aun así, sólo un pinchazo y una estocada de poco efecto impidieron que el valenciano volviera a pasear otra oreja por el ruedo venteño, lo que tampoco le fue posible con el cuarto, un sobrero corto de cuello de Valdefresno que, lógicamente, no se empleó y con el que el maestro escenificó un infructuoso empeño. Hasta que salió el sexto, no hubo mucho más que reseñar, pues el primer toro de Daniel Luque también se lesionó una pezuña delantera y el sevillano tuvo que extenderse con el quinto, del que, con paciencia y suavidad, logró sacarlo mejor de su buen fondo antes de matarlo mal.

Fue pasadas ya las nueve y media de la noche cuando Román tuvo que poner toda la carne en el asador en la única oportunidad de triunfo que le quedó en un día tan señalado, la de ese sexto toro que sacó más brío y emoción en la embestia que todos los demás.

No por eso fue un astado fácil, sino que exigió mucha entrega en cada arrancada, que es lo que, aún verde e impreciso por momentos, le puso a la cosa el nuevo torero valenciano, en una faena que fue a más en valoración y méritos.

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