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Revelación de la temporada

Un soplo de aire fresco

El limeño reaparece hoy mano a mano con El Juli ante sus paisanos en Acho

La plaza de toros de Valencia fue el primer escenario de peso y rango donde Roca Rey plantó, desafiante, la bandera de su rebeldía. Nada más y nada menos que ante Talavante, al que borró del mapa en un mano a mano para el recuerdo. Deslumbró a la parroquia con una exhibición de valor e inteligencia en tres faenas de una clarividencia difícil de encontrar en un diestro tan nuevo. La primera a un toro incierto al que domeñó con inusitada parsimonia desde el inicio de la lidia, a modo de presentación. La segunda, ya enterada la gente de las credenciales del peruano, a un toro noble al que le formó un gazpacho de los que antaño provocaba que los teléfonos de todo el planeta taurino echasen humo. De contar y no parar. La última, preludiada de rodillas y con cinco derechazos en redondo, plena de torería y poder. Ni la mansedumbre del oponente pudo con el vendaval que desató el peruano en el ruedo y que recorrió, en apenas unas horas, la geografía taurina de norte a sur y de este a oeste. Había torero€ ¡Y qué torero!

El siguiente paso lo dio Roca Rey en Sevilla, donde tenía apalabradas tres actuaciones que, finalmente, quedaron en dos por estar el limeño convaleciente del percance sufrido en Palencia en septiembre. Su primera comparecencia en el coso del Baratillo ante los juampedros no estuvo a la altura de lo esperado por culpa, en parte, del decepcionante juego del ganado. La tarde de la resurrección de Morante, en la que el de la Puebla del Río bordó el toreo ante un nobilísimo toro de Núñez del Cuvillo, dejó su sello de torero capaz, de un arrojo consciente y un valor seco tremendo que acabó por convencer a la mayoría de la afición hispalense, pero que deja pendiente la conquista definitiva de la Real Maestranza para la próxima temporada.

Punto de inflexión

La temporada del limeño despegó de manera definitiva tras su paso por Madrid. La tarde del 13 de mayo logró salir por la puerta grande tras cortarle las dos orejas a un serio astado de la ganadería del conde de Mayalde y fue tratado con dureza por el sector más conspicuo de la afición venteña en su siguiente actuación, el 15 de mayo, ante los pupilos de Juan Pedro Domecq. Pese al ambiente hostil, de desmedida exigencia, el peruano no se descompuso y logró superar la prueba a base de entereza y arrestos, los mismos que demostró en su tercera y última actuación el 23 de mayo, en la que dejó la sensación general de un valor superior, muy por encima de cualquier compañero de su generación.

El trago largo y severo de San Isidro le dio alas y Roca Rey pisó el acelerador. Sublime en la ferias que transcurren de junio a agosto, especialmente reseñables fueron sus actuaciones en Pamplona y Vitoria, donde entró con fuerza. Volvió a arrollar en la Feria de Julio de Valencia, plaza a la que volvió tras ser declarado triunfador de las Fallas y que ha actuado más de revulsivo que de talismán en la corta pero fulgurante carrera del jovencísimo matador.

Tan solo una escalofriante cogida en Málaga el 18 de agosto y otro en similares circunstancias el 1 de septiembre en Palencia frenaron en seco una progresión que se quedó a las puertas de Bilbao y que se reanuda precisamente esta tarde, en la plaza de toros de Acho, antes sus paisanos, mano a mano con El Juli y con toros de la ganadería de Garcigrande.

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