A Cecilia Bartoli (Roma, 1964) no le da miedo nada. Desde que su talento fuera descubierto por el director Riccardo Muti, la mezzosoprano ha grabado discos, ofrecido recitales e interpretado óperas barrocas. La palabra "trabajo" es una de sus principales señas de identidad, al igual que su nacionalidad, la italiana. A ella rinde tributo hoy en el Palau de la Música - a partir de las 19.30 horas- con el recital «Un viaje por 400 años de música italiana». La cantante se sube por quinta vez al escenario del auditorio valenciano, al que no volvía desde 2015.

«La historia de la ópera es inimaginable sin los grandes compositores italianos, como Rossini, Bellini, Donizetti, Verdi o Puccini. Sin embargo, tengo que decir que me entristece la situación cultural de la Italia actual. La vida operística y de conciertos está en pura decadencia. Faltan presupuestos y voluntad política por todas partes», confiesa la cantante a Levante-EMV, a quien ha asegurado que los profesionales del sector deben esforzarse para que la música clásica sea más valorada, sobre todo, entre la gente joven. «Tenemos que seguir trabajando en ello. El acceso a la música es en mi opinión necesario en todo programa educativo. La música es como un alimento imprescindible para nuestra alma, nadie debería prescindir de ella. En general, lo que nos dedicamos profesionalmente a la música tenemos que seguir defendiéndola con entrega, con amor y con pasión, independientemente del género. No tengo ninguna duda: la buena música siempre va a tener su público», afirma.

La fama de Bartoli es tan transversal que incluso le han ofrecido dar el salto a la gran pantalla, y más de una vez. Su aptitud para comunicar y su carisma han llamado la atención a algunos cineastas, pero la «mezzo» nunca ha visto «claro» este paso. «De vez en cuando me llega alguna propuesta para actuar en una película. Pero mi oficio es el de cantante de ópera», zanja la cantante, que añade: «Me apasiona el trabajo con un buen director de escena. Cuando se junta el canto con la actuación en una ópera es algo mágico». Una de sus piezas operísticas es Norma, de Vincenzo Bellini, que comenzó a protagonizar en 2013. Este papel significó un antes y un después en su carrera. «Me gustan mucho los recitales pero no hay nada que iguale la increíble intensidad emocional que se produce en la sala cuando canto Norma», confiesa.

La cantante italiana desarrolla la mayor parte de su trabajo operístico en Salzburgo (Alemania), donde es directora artística del Festival de Pascua. Sin embargo, también se atreve a adentrarse en otra clase de producciones «más atrevidas», como la adaptación del espectáculo de Broadway, West Side Story, dirigido por Gustavo Dudamel, y que fue estrenado el pasado año en Salzburgo. La «mezzo» encarnó el personaje de María, en una ópera que mezclaba ritmos latinos y neoyorquinos. Una fusión en la que perece sentirse cómoda. De hecho, confiesa ser amante del flamenco. «Ya de pequeña tenía una devoción por España», concluye.