Los buceadores del club de Buceo Abisal de Meliana salen a menudo a hacer inmersiones por las aguas de València. Muchas veces en las que se adentran en la profundidad marina, en ocasiones hasta 30 metros de profundidad, Jorge y Javier del Pozo, Vicent Balaguer y sus compañeros se encuentran con objetos que llevan años escondidos. Pero lo que el 4 de agosto descubrieron en la Malva-rosa, a una milla y media de puerto y 16 metros de profundidad fue diferente.

Una ánfora, que podría ser del siglo II d.C, yacía entera en la profundidad y resguardada por la arena y la vegetación. «Estaba camuflada», explica Vicent. Según cuenta solo se veía la parte de abajo, «el culo». Tras sacar el cuchillo, rascar un poco y cerciorarse de que no era un material metálico, Vicent y sus compañeros concluyeron que se trataba de un material arcilloso.

«La cogí, le puse las manos por abajo, le toque las asas y ya no hubo ninguna duda»: Era un ánfora que tenía mucho tiempo. En ese momento, el equipo, según cuentan Vicent, Jorge y Javier, comenzó a preguntarse: ¿Esto de cuándo será, que tendrá dentro, para qué se habrá utilizado, por qué está entera?». El procedimiento posterior lo realizaron con cautela. «Cuando encontramos la pieza arqueológica, la señalizamos y colocamos una boya deco que sale a la superficie y que atas para marcar la localización». De esta forma, los buceadores no perdieron la pista del hallazgo y pudieron anotar las coordenadas para volver.

Aguas por descubrir

Los submarinistas frecuentan las profundidades de las aguas valencianas porque, según cuenta, «son zonas impresionantes, se piensa que en la Malva-rosa no hay nada, pero es una área que está más virgen para explorar. Sagunt está mucho más expoliado y aquí no ha tenido tanta fama de yacimientos arqueológicos, por lo que se encuentra mucho fauna, flora y objetos de todo tipo».

Sin embargo, cuentan, «nunca habíamos visto, en todos los años que llevamos buceando, una pieza tan antigua y entera».

Hoy volverán, junto a la directora del Centro de Arqueología Subacuática de la Comunitat Valenciana, Asunción Fernández para «rescatarla» y concretar qué tipo de pieza es y así poder estudiar en profundidad la historia que esconde un objeto tan antiguo. Todo apunta a que el ánfora se trata de una Almadrava IV que se producía únicamente en el área de Dianium (Dénia), en concreto en la zona de l´Almadrava, en Els Poblets, durante el siglo II y III d. C. por lo que la exportación de estos objetos parece «limitada» al ámbito regional. Los estudios apuntan que este tipo de ánforas podrían haber servido como contenedor de vino para su comercialización. «El área de la Malva-rosa es un espacio arqueológico muy amplio y de prospección difícil en el que normalmente se encuentran restos esporádicos de travesías en barco hacia otros destinos», explica Asunción Fernández.