La música moderna no sería lo que es ahora si hace unos miles de años unos indios no se hubiesen establecido en el delta del río Misisipi, ni si después se hubieran instalado allí los franceses, ni los españoles, ni los británicos, ni los esclavos negros con su música africana, o los haitianos con el vudú. La música moderna no hubiera sido lo mismo si todo ese huracán cultural no hubiese tenido su ojo en un lugar llamado Nueva Orleans (NOLA), igual que el rock no habría sido lo mismo si no hubiese nacido allí el gran Fats Domino.

Antes de que se inventase el rock & roll en NOLA ya había unos cuantos músicos negros haciendo algo que si no se llamaban rock & roll es porque nadie lo había bautizado así. Hablamos de Cousin Joe, de Champion Jack Dupree, del Professor Longhair, de Allen Toussaint, de Dave Bartholomew y del más popular de todos ellos, Antoine Dominique Domino, de apodo «Fats» (grasas).

Hijo de una familia de músicos criollos vinculados al jazz, a los 6 años (cuando Elvis todavía no había nacido) el pequeño Antoine ya sabía tocar el piano. En 1947 (Elvis todavía iba al colegio) se unió a su primera banda y en 1949 (Elvis acababa de entrar en el instituto) grabó junto a su socio Dave Bartholomew «The fat man», un boogie-woogie «inspirado» en un tema tradicional que «Fats» interpretó con tanta agresividad que muchos expertos lo consideran el primer rock&roll de la historia.

El éxito fue inmediato y Domino no abandonó la fórmula. «Goin´ home», «I´m walking», «Ain´t that a shame» o «Blueberry hill» le convertirían en el más exitoso de los artistas negros de la década de los 50. En los 60 cambio NOLA por Nashville y su música adquirió un cariz más «country» y en los 70 decidió dejar de grabar. Se instaló de nuevo en el barrio de la ciudad en la que nació y creció para vivir de los «royalties» y salir a tocar de vez en cuando. Allí murió el miércoles a los 89 años.

En el museo de la ciudad se queda su viejo piano que apareció hundido en el fango tras el paso del huracán Katrina. Y es que ya hace tiempo que Fats y su piano eran historia de Nueva Orleans y, por lo tanto, también de la música moderna.