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Ikebana sonoro

Obras de Mozart, Shostakovich y Schumann

palau de la música de valència

Sociedad Filarmónica de Valencia Int. Lotus String Quartet (Sachiko Kobayashi y Mathias Neundorf, violines; Tomoko Yamasaki, viola y Chhihiro Saito, cello)

Interesante repertorio con ejemplos de diferentes estilos (clásico, romántico y escuela soviética del siglo XX), el elegido por el Cuarteto Lotus para su presentación ante los socios de la SFV. Siempre sorprende que instrumentistas de tan lejanas latitudes sean capaces de asimilar y «domesticar» no solo instrumentos tan «recientes» para ellos sino de extraer el sonido y la esencia de partituras que, en principio, les quedan a años luz de su medio y de su cultura milenaria. Pero, desde hace más de 50 años, tanto en Japón, como en China o Corea, son miles los estudiantes que se enfrentan a diario al desafío de la música occidental acaparando los más exigentes concursos. No es fácil y no siempre se tiene el criterio apropiado. Pero la presencia de un manager habilidoso y el apoyo contra rembolso de algún tiburón discográfico, pueden lograr maravillas, aunque con el tiempo se pague factura.

El Cuarteto Lotus está formado por tres japonesas y un alemán. Buena combinación de sensibilidades que desde el Mozart inicial tocaron con pulcritud y con cierta complacencia oriental en una suerte de ikebana sonoro donde cada frase se exponía sin aspavientos pero en la que faltaban efectos y emotividad. Ello no significa que la planificación de su Hoffmeister salzburgués no estuviera medida y pensada para la cuadrafonía del conjunto, aunque sin ir mucho más allá.

Muy indicado incluir a Shostakovich, con el Cuarteto op. 101 en la mayor. Escrito en 1956, después de su rehabilitación por el régimen del Kremlim. Es una obra nada fácil que pide varias audiciones para percatarse del trabajo del compositor y seguir su idea. Decía el compositor ruso que había finalizado su famosa Quinta sinfonía en tono mayor y en fortissimo pero que hubiera sido interesante ver la reacción del público si la hubiera escrito con final en pianissimo y en tono menor. El Cuarteto op. 101 tiene ese «defecto»: nadie espera ese finale. Dicho esto, fue muy aplaudido en consideración al buen hacer del grupo.

Finalmente, fue en la segunda parte con el Cuarteto nº 3 en la mayor de Schumann, donde los Lotus pudieron explayarse con intensidad y, sobre todo, con el desarrollo del Assai agitato un texto que exige atención y temperamento y ellos cumplieron con creces dando lo mejor de la noche en cada variación del tema. Como bis interpretaron un Andante de Schubert, por el que volvieron a salir a saludar.

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