Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Toros

Morante, esencia con cuentagotas

El diestro de la Puebla del Río espacia cada vez más sus mejores actuaciones, para desesperación de sus partidarios - Su temporada de 2018 transita entre la bronca, el bostezo y las resurrecciones de Huelva y Pontevedra

Morante, esencia con cuentagotas

José Antonio Morante Camacho tuvo clara su vocación desde pequeño. A los cinco años se emperró en dar su primer capotazo a una becerra: «calla, niño, que eres muy chico», le decía su padre. «¡Qué no, que quiero torear!», insistía el chaval. Hasta que al final -colgado del cuello del banderillero Rafael Sobrino y sosteniendo el pico del capote- se salió con la suya. Vive la aventura del coletudo imberbe que cambia las enseñanzas del aula por las experiencias camperas y torea becerros en las dehesas. Gracias a un prometedor debut con picadores en Guillena el 16 abril de 1994, su carrera despega meteóricamente. Se alza con el prestigioso «Zapato de Oro» de Arnedo en 1996 y llega la alternativa de blanco y oro -como mandan los cánones- el 29 de junio de 1997 en la feria burgalesa de san Pedro y san Pablo, en la que corta una oreja del toro de su doctorado y otra del sexto, que le permiten franquear en hombros por primera vez la puerta grande como matador de toros.

Pero ningún proyecto se construye sin esfuerzo y menos en el mundo del toro. Sueño temprano de alamares que choca de golpe contra la dureza del toro y la exigencia tremenda del público. Es también el caso de Morante, llamado a suceder a Curro Romero. «El faraón de Camas» estaba a punto del adiós -anunciaría su retirada en el año 2000- y, de la noche a la mañana, el trono hispalense del toreo quedaría vacante. La sombra del mito se agiganta cada vez que el diestro de la Puebla del Río pisa el albero maestrante. La presión sube de atmósferas y llega la cornada en el peor momento, el 29 de abril de 2000, cuando tiene abierta la codiciada Puerta del Príncipe. El terrible percance siembra dudas en el ánimo del artista y deja en suspenso el anhelado relevo. Lo que había sido un simple juego es ahora una pesada carga.

Las visitas del hombre invisible

El 17 de abril de 2004 Morante se encierra en solitario con seis toros en Madrid. La tarde es un fracaso absoluto. De vuelta a la habitación del hotel, y tras meditarlo en silencio, ordena a su apoderado que rompa todos los contratos y corte la temporada. Poco a poco se sabe que el de la Puebla del Río sufre problemas psicológicos desde diciembre de 2002, que son agudos desde 2003. Los médicos le diagnostican un trastorno de despersonalización, una enfermedad mental que provoca una sensación de automatismo. El torero se pasa el día llorando sin motivo aparente; incluso cuando el mozo de espadas, su primo Juan Carlos, le ayuda a vestirse de luces en el pórtico de su enfrentamiento con el toro. Tras casi un año de recuperación, de visitas a un prestigioso psiquiatra en Miami, reaparece en Olivenza el 5 de marzo de 2005. Esa temporada torea cuarenta y ocho corridas, en las que corta cuarenta y dos orejas y tres rabos. Cumple también con sus compromisos firmados en 2006, pero vuelve a recaer y anuncia su retirada de los ruedos el 20 de junio de 2007 para retornar el 6 de enero de 2008 en la Plaza México.

Pese a las fatigas de la enfermedad, José Antonio no olvida que se apellida Morante y continúa escribiendo su nombre con letras mayúsculas en el libro de la tauromaquia. El 23 de abril de 2007 sucede lo increíble en La Maestranza. El torero, tras ser abroncado con saña por el público sevillano en el segundo de la tarde, se va a porta gayola en el quinto en un hecho sin precedentes en su carrera como matador de toros. Segundos eternos de rodillas, esperando la salida del toro, al que recibe con una larga cambiada a la que le siguen cinco verónicas sin enmendarse y una media apoteósica. La afición, la misma que le había negado segundos antes, es ahora un clamor cuando torea al natural. No importa que la espada quede baja. La gente quiere sacarlo a hombros y el presidente le concede las dos orejas contagiado por la euforia que se vive en la plaza.

La irregularidad ha sido una constante en la carrera del matador sevillano antes y después de que anunciara su tercera retirada el pasado 14 de agosto de 2017, parapetado tras las excusas del tamaño exagerado del toro y la actitud dictatorial de ciertos presidentes y veterinarios, para reaparecer el pasado 12 de mayo en Jerez. La realidad es que Morante ya no ilusiona como antaño. Cada vez son menos frecuentes las tardes en que la gracia sevillana juega al toro en el albero con ese empaque, despaciosidad y torería que le son innatos. Como cuando era niño y se empeñaba en que no creciéramos nunca.

Compartir el artículo

stats