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Ópera

El resplandor de Bayreuth

Una escena de la obra de Wagner «Parsifal», producida por Uwe Eric Laufenberg Bayreuther Festspiele / E. Nawrath

Dicen los alemanes que en su país el verano es una semana, y algunos años ninguna. Parece que este dicho se ajusta cada vez menos a la realidad. Será por el cambio climático, pero en los últimos tiempos abundan los veranos calurosos, en los que la mayoría de los caballeros se ven obligados a romper la etiqueta y desprenderse de la americana del smoking para hacer soportable la asistencia a las representaciones de las óperas de Richard Wagner. Estamos en Bayreuth, ciudad de Franconia, región norte de Baviera, donde el compositor sajón hizo construir un teatro específico para la representación de sus óperas. Inaugurado en 1876, ahora, 42 años después, sigue manteniendo su carácter y congrega un público especial, atraído por la singularidad de unas obras cuya música dice mucho más que el texto.

Para Alex Ross la fuente del Romanticismo sigue manando en Bayreuth. Yo, que vengo frecuentando los festivales casi cada verano desde 2001, diría que esa apreciación no es exacta. El carácter romántico es una componente más de la obra de Wagner, pero hay mucho más de originalidad e incluso de irrepetible en sus creaciones: desde la desaparición de la división entre números diferentes en sus óperas, que acabó por imponerse, hasta la genial premonición de la música de cine. Es impresionante la influencia de la Tetralogía en los compositores que hacen música de películas.

Sea como fuere, esta ciudad de 70.000 habitantes, sigue siendo la luz inextinguible del wagnerismo. En los últimos tiempos ha habido algunas producciones singularmente fallidas, como el espantoso Parsifal del ya desaparecido Christoph Schlingensief, estrenado en 2007 y representado durante cuatro años con repetidos abucheos, o el de Los maestros cantores de Nurémberg, a cargo de Katharina Wagner, bisnieta del compositor y actual directora del festival. Otros hechos, como la espantada del gran director letón Andris Nelsons en 2016, cuando tenía previsto dirigir la nueva producción de Parsifal, al parecer por discrepancias con Christian Thielemann, hacían temer un declive de la estrella del festival Wagner. La realidad del festival de 2018, no obstante, ha dejado bien claro en interés de Katharina Wagner y Thielemann en mantener el alto nivel internacional del festival con unos resultados artísticos espléndidos.

La nueva producción de Lohengrin, con dirección escénica de Yuval Sharon y musical del propio Thielemann, está cosechando un gran éxito. La representación a la que asistí el 6 de agosto recibió 20 minutos de entusiastas aplausos, lo que es un récord incluso en un foro en el que se aplaude tanto como Bayreuth. La gran estrella, que se llevó las más ruidosas ovaciones, fue el tenor polaco Piotr Beczala, que debuta en Bayreuth en el papel que da título la obra. Y como en otros célebres casos de la historia de la música, ha sido fruto en cierto modo de la casualidad. Estaba anunciado para ese papel el tenor francés Roberto Alagna, poco familiarizado con Wagner y el repertorio alemán, pero a final de junio, poco antes del inicio de los ensayos, anunció que renunciaba por exceso de trabajo. No he oído a Alagna cantar Wagner, y creo que nunca lo ha hecho en público. Pero todo parece indicar que hemos ganado con el cambio. Beczala, que tiene previsto cantar con la Orquesta de València el próximo 30 de noviembre, tiene grabado Lohengrin en DVD con Thielemann y este parece que optó por ir sobre seguro. El reparto contaba con excelentes voces, como Anja Harteros en el papel de Elsa y una impresionante Ortrud cantada con plenitud por Waltraud Meier, junto con Georg Zeppenfeld (rey Heinrich) y Tomasz Konieczny (Friedrich von Telramund).

Otro gran éxito ha sido el Parsifal en la producción de Uwe Eric Laufenberg, muy bella plásticamente e incluso brillante, que este año tuvo dirección musical del ruso Semyon Bychkov, quien al igual que Beczala, ha tenido un debut glorioso en Bayreuth, con ovaciones de 15 minutos en la representación del 8 de agosto a la que asistí. Espléndido reparto, con Thomas J. Mayer como Amfortas y Andreas Schager como Parsifal. Günther Groissböck hizo un espectacular Gurnemanz, de voz plena y potente, y Elena Pankratova, a quien tuve la fortuna de escuchar como Elektra en Lyon, se puede decir que bordó una Kundry espectacular.

Otros aspectos del Festival de Bayreuth de este año, como las tres representaciones de La walkyria, dirigidas por Plácido Domingo, en la producción de Frank Castorf, muestran también el interés del equipo directivo por mantener el alto nivel internacional del festival. Como es sabido, Domingo fue abucheado por una parte del público en la primera representación. No puedo dar mi impresión, ya que no he asistido a ninguna. Sí cabe decir que los papeles wagnerianos que ha cantado como tenor, Parsifal primero y Siegmund después, siempre tuvieron buena acogida del público en Bayreuth. Estas tres representaciones de La walkyria, la última de las cuales será el 29 de agosto, con lo que el festival acabará un día más tarde de lo acostumbrado, son una licencia en la tradición de Bayreuth. Es la primera vez en que una de las obras que componen El anillo del nibelungo se representa sin las otras tres. La costumbre en Bayreuth desde 1876 es ofrecer el Anillo completo, al entender que es una sola obra. Y lo habitual es vender una sola entrada para las cuatro representaciones.

Por lo demás, hasta ahora se mantiene la tradición de ofrecer los diez títulos de Wagner habituales (de El holandés errante a Parsifal). El año que viene habrá nueva producción de Tannhäuser, con un ilustre debutante en Bayreuth, Valery Gergiev, quien la temporada pasada dirigió en València una orquesta integrada por profesores de la OV y la del Mariinski de San Petersburgo. Y el 2020 está prevista una nueva de la Tetralogía, con cuatro directoras de escena, una de ellas Katharina Wagner. En cuanto a la dirección musical, estaba previsto Daniele Gatti, pero las recientes acusaciones de acoso que han desencadenado su despido como titular del Concergebow de Ámsterdam, arrojan una sombra de duda sobre esta posibilidad.

Wagner como monocultivo

Por lo demás, Bayreuth sigue siendo la ciudad de Wagner como monocultivo, que en verano acoge un turismo movido por la figura del compositor. Desde las termas Lohengrin hasta la farmacia Parsifal, todo recuerda al compositor y su obra a cada paso. La mayor parte de los comercios se engalanan con motivos relativos a Wagner y la principal oferta de los anticuarios son libros, discos, figuras y los más diversos objetos relacionados con Wagner.

En Haus Wahnfried, la casa donde vivió Wagner y que él hizo construir, se ofrecen conciertos en el salón biblioteca que acogió conversaciones con Liszt e interpretaciones de uno y otro, probablemente en el piano que allí sigue estando y que fue regalado al compositor por la fábrica Steinway & Sons en 1876. El aforo es de un centenar de personas.

La bellísima ópera del Margrave, Patrimonio Cultural de la Humanidad, luce ahora restaurada y fue marco el pasado Primero de Mayo del Concierto de Europa de la Filarmónica de Berlín, dirigido por Paavo Järvi. Los carteles que se ven por la calle anuncian charlas y diversas actividades relacionadas con Wagner. Lamentablemente la Librería del Margrave ha cerrado, sin duda arrastrada por el signo de unos tiempos en que los libros en papel y la música en CD y DVD empiezan a caer en desuso.

No obstante, Bayreuth ofrece todo su encanto y después de cada ópera se puede tomar un Schnitzel o unas salchichas de Núremberg acompañadas de una deliciosa Kellerbier, aunque también hay pasta, ensaladas y especialidades internacionales, así como vino francés, italiano y español en los restaurantes del centro.

Las excursiones más habituales e interesantes son a Bamberg, cuyo casco histórico es Patrimonio de la Humanidad, bella ciudad de canales, o a Núremberg, sin olvidar muy interesantes enclaves relativamente cercanos como la medieval Rothenburg ob der Tauber.

Y este año confieso que he descubierto después de muchos un muy atractivo lugar de excursión a media hora en coche de Bayreuth. Se trata del Fichtelsee (Lago de los Abetos), en la Fichtelgebirge (Sierra de los Abetos), próxima a la ciudad. Este pequeño lago, de aguas oscuras por el reflejo de los negros árboles que lo rodean, tiene a su orilla un tradicional hotel construido en madera, desde el que se pueden hacer paseos en barca a remo o pedales por el lago. Y Bayreuth solo está a 2.000 kilómetros de València. El viaje merece la pena.

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