P ¿Cómo se siente tras recibir el Premio Nacional de Restauración de Bienes Culturales y alumbrar este libro, casi al mismo tiempo?
R Muy contento. A mí se me ha conocido sobre todo como dibujante por la tira que hago en El País, pero durante toda mi vida he estado recuperando patrimonio. Desde las obras de restauración del monasterio de Santa María la Real en Palencia [en cuyas ruinas correteaba de niño]... He promovido las escuelas taller o escuelas obradoiro en Galicia y estamos acabando los tres tomos de Lugo de la enciclopedia del Románico en la Península Ibérica, que comenzamos en los años 70. Serán los últimos pero en total, habrá diez tomos del Románico en Galicia. Y entre España y Portugal, serán setenta. Han trabajado arqueólogos, arquitectos y restauradores, dirigidos por una Cátedra con directores de museos. Es una obra que está en las principales bibliotecas del mundo. Quisimos popularizar el modelo de que el patrimonio se puede convertir en ejemplo de riqueza, de empleo y educación. Así que me dan el premio después de cuarenta años en la brecha, defendiendo el patrimonio y poniéndolo en valor. Luego llega la novela y es el remate: contar cómo era la Edad Media desde dentro.
P Ahora el patrimonio entra en listas rojas por falta de conservación.
R Quedan pocos frailes, monjas y la despoblación es un gran problema de país. No solo de las administraciones, sino de toda la sociedad, que tiene que asumir que la preservación del patrimonio es una riqueza. No solo es historia, sino que es un recurso de futuro para un turismo de calidad. Y también por dignidad, porque no nos pertenece ese patrimonio: ya es de nuestros hijos.
P ¿Por qué rescata en su novela a la reina Berenguela, madre de Fernando III «El santo»?
R Porque fue la que cambió la historia de España. Al empeñarse, casi obcecarse, en que su hijo Fernando fuese rey de León. Tuvo que conseguirlo engañando al exmarido y trayendo al muchacho de noche a un pueblecito de Palencia. Consiguió hacerle rey de Castilla y luego, contra la opinión del padre, rey de Castilla y León. En la Reconquista, tendría el mérito de conquistar dos de las ciudades más extraordinarias y de las mayores del mundo en aquel momento: Córdoba y Sevilla, por el empeño de Berenguela que removió todos los obstáculos y quitó a todos los rivales de en medio. Mientras Fernando marchaba a la guerra, ella ejercía con naturalidad el resto del gobierno.
P Con un matrimonio anulado por el Papa, reina en la sombra... fue una mujer con un marcado carácter en la historia de España.
R Tenía el carácter de su abuela Leonor de Aquitania, una de las mujeres más enérgicas, hermosas y apasionantes de la Edad Media. Ella y su hermana Blanca son dos mujeres con una personalidad extraordinaria. Eran prudentes gobernantes, habilidosas diplomáticas y enérgicas madres. Berenguela es el ejemplo de que «madre no hay más que una».
P ¿Por qué no ha sido subrayada en los libros junto a otras coetáneas?
R Ella heredó el reino, pero los nobles no querían que gobernara; igual que le pasó a Urraca. Fue correinante, pero dejó el protagonismo a su hijo Fernando III. Él se comprometió a que no haría la guerra, tomaría decisiones de importancia, o subiría los impuestos sin su permiso. Ella se reservaba la última palabra, hasta prácticamente el final de sus días en el Monasterio de las Huelgas Reales de Burgos. Estaba con una mano en el timón, sobre todo en la retaguardia.
P Hay una labor de documentación muy extensa detrás.
R Sí, pero ando sobre un camino trillado porque son los grandes historiadores e investigadores quienes desbrozan la senda de los novelistas.
