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Reportaje

Hay música después del ictus

El clavecinista Yago Mahúgo sufrió una embolia cuando su carrera empezaba a despegar - Se vio obligado a comenzar desde cero y en pocos meses aprendió de nuevo a tocar el clave - «Dicen que ahora soy más creativo»

Hay música después del ictus

«Mi caso lo están estudiando porque no es normal». Cuando uno empieza a contar así su historia el que la escucha presiente que, o todo va a acabar muy bien o, por el contrario, todo va a acabar muy mal. El clavecinista Yago Mahúgo -que el próximo jueves estará tocando en el Palau de la Música en un concierto organizado por la fundación Più Mosso- está entre los primeros.

En el año 2013, este madrileño con raíces maternas valencianas apuntaba ya a estrella en el panorama de la música clásica española. El año anterior había grabado su primer disco, dedicado a la obra para clave de un desconocido compositor francés, Joseph-Nicolas-Pancrace Royer.

«Estaba pasando el fin de semana en Córdoba, con mi novia. Salimos de cena con amigos, volvimos a casa y a las tres o cuatro de la mañana me levanté y empecé a vomitar -recuerda Mahúgo del día en el que su vida cambio-. Me encontraba mal, pero creíamos que me habían sentado mal las gambas o algo. Por la mañana ya me costaba moverme y fui a una posta de la Cruz Roja que estaba justo al lado de casa de mi novia, pero ya no pude llegar. Me llevaron con una ambulancia al hospital y ahí me dijeron que no había nada. Pero yo me encontraba cada vez peor, así que al día siguiente cogí el AVE y me fui a Madrid y en el hospital me dejaron en observación. Esa noche me dio el ictus. Estuve en coma ocho días y después tres semanas en el hospital. Y después estuve un mes en casa de mis padres porque no podía valerme por mí mismo».

Yago Mahúgo tenía 36 años cuando se produjo un coágulo en una de las arterias encargadas de regar su cerebelo. Entró en coma por hidrocefalia y le practicaron una operación de urgencia para liberar el exceso de líquido cerebroespinal, y horas más tarde una craneotomía para poder albergar la inflamación del cerebro.

Cuando despertó del coma, pensaba que lo había hecho de una larga siesta. Y cuando intentó vestirse por primera vez se quedó bloqueado a la hora de intentar atarse los zapatos. «No sabía qué hacer con los cordones».

Y si no sabía qué hacer con unos simples cordones, ¿qué iba a pasar cuando volviera a sentarse delante del clavecín, un instrumento difícil, que exige precisión exquisita y un manejo estricto del ritmo y los tiempos?

«Cuando me senté ante el clave, sabía lo que quería hacer pero los dedos no me respondían. Tuve la sensación de que no iba a conseguirlo. De repente era "ahora qué hago, quiero hacer esto y no puedo". Y la siguiente pregunta era: una vez que ya sepa, ¿llegaré a dónde estaba? Sabes donde está la meta pero está muy lejos y no sabes hasta dónde vas a llegar».

El ictus le había dejado medio cerebelo necrosado, lo que le afectaba gravemente a la sincronía fina de las manos, a los movimientos concretos, a la coordinación y a los automatismos. «Sabía lo que quería hacer, pero el cuerpo no me respondía. Ese automatismo se había perdido. Pregunté a psicólogos y terapeutas qué podía hacer algo para volver a tocar como antes, y me dijeron que una de las mejores rehabilitaciones que podía hacer era tocar».

Y ahí es cuando se desencadena la parte de la historia de Yago Mahúgo que no es normal y que los científicos estudian. «Empecé a darme clase a mí mismo, Después de 20 años enseñando piano en el conservatorio me sé muy bien los métodos para enseñar a coordinar dedos. Además, no me resultaba pesado estar horas y horas estudiando. Así que fue todo muy rápido. Mientras que un niño puede tardar 4 o 5 años en enterarse como funcionan sus manos y como coordinarlas, yo al mes y medio ya me empezaban a fluir y era capaz de tocar piezas pequeñas».

Royer, el disco que Mahúgo había grabado antes del ictus, se publicó mientras su autor estaba en coma. En julio de 2013, cinco meses después de aquella noche en Córdoba tras la que empezó a encontrarse muy mal, él mismo lo presentaba en público con un pequeño concierto. «Fueron sólo unos 15 minutos, pero al menos podía ver que estaba saliendo del hoyo en el que me había metido. Y en noviembre ya dí mi primer concierto largo». Desde entonces ha ofrecido cientos de conciertos, ha tocado en decenas de países y ha publicado otros nueve discos.

Y sí, la música ha tenido mucho que ver en su sorprendente recuperación. «La música crea conexiones cerebrales que de otra manera no se crean -explica-. Y la ventaja de un teclado es que prácticamente las dos manos trabajan por igual. La información tiene que ir a ambos lados de los hemisferios cerebrales y las conexiones cerebrales son más simétricas que si tocara otros instrumentos».

Alguno se preguntara si Yago toca peor o mejor que antes del ictus. Él, dice, no lo sabe. «Pero la gente dice que sí ha cambiado mi forma de tocar. Dicen que ahora soy más creativo».

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