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Crítica teatral

Extraños en la noche

Torrent y Gómez en «Todas las noches de un día». Nacho González

Me da la impresión de que a muchos de los autores actuales lo que en realidad les gustaría es escribir «narrativa intimista». Digo esto porque hoy es frecuente que los personajes se confiesen ante el público, que les narren y expresen sus anhelos. Lo que antaño era secundario, los «apartes», ahora tienen un gran protagonismo. Esto se produce a raíz de esa invasión de la escena de otros lenguajes que ha ayudado, sobremanera, a la renovación teatral. Pero también ha derivado a lo que se podría denominar «tics contemporáneos». Ya lo decía Oscar Wilde: «Si Dios nos da un don, también nos da un látigo para fustigarnos».

Pues bien, Alberto Conejero logra salir airoso con esta obra. Y más que fustigarnos hay que disfrutar de su poética y emotiva manera de escribir. Si bien, en la estructura teatral creada, cobra significado ese personaje que se revela ante el público, el autor maneja muy bien el recurso, al combinar dicha narración con el sentimiento que provoca la historia que se cuenta. En algún momento, la obra me recordó La señorita Julia, de Strindbeg, pero el conflicto es diferente, más borroso, más inquietante (a veces). Una historia que va poco a poco transformándose en un thriller romántico, porque el personaje principal, inmerso en un invernadero de flores, nos va desvelando una serie de hechos, de enigmas y de deseos relacionados con la desaparición de dueña de la casa. Es en ese simbólico lugar donde se produce un combate entre dos extraños, entre la vida y los recuerdos.

Todo ello contado con una elaborada densidad dramática y belleza emocional. Consistencia y espesor teatral es la que nos ofrecen los dos intérpretes. Carmelo Gómez desborda carnalidad, fragilidad y una manera de expresar, de decir, muy consistente. Ana Torrent ofrece elegancia y el necesario aire espectral. Esto tiene que ver con el hecho de que ambos están muy bien dirigidos por Luis Duque, quien firma una equilibrada e impecable puesta en escena. A flor de piel.

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