Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

En el reino de Tórtel

Tórtel loco club (València)

A finales del pasado año, Las tres tormentas, el último álbum de los valencianos Tórtel, fue considerado con más o menos unanimidad como uno de los mejores de 2018. Y, ojo, no sólo por las revistas, blogs y programas radiofónicos que geográficamente le quedaban más cerca. La criatura de Jorge Pérez, con esas arrolladoras ganas de ofrecer algo nuevo pero manteniendo el calorcito del pop a la vieja usanza, también cosechó los parabienes, emocionados muchas veces, de la prensa de fuera de aquí.

Por todo eso, a uno le extrañó que el viernes por la noche, en la presentación «oficial» (las comillas están puestas a propósito para quitarle peso al término) de Las tres tormentas, El Loco no estuviese a reventar para saludar como merece este trabajo, o que algún miembro de la cultura oficial (la ausencia de comillas aquí también es un propósito) no se acercase a dejarse ver o a subir una foto en Instagram. Nos queda como consuelo la sensación de que el reino de Tórtel no está en el mundo de las salas rebosadas ni en el de la oficialidad entrecomillada, sino en el de la militancia musical, en el trabajo de zapa para conquistar nuevas plazas sonoras y melodiosas. Si después la gente compra discos y entradas, pues mejor.

Inició la noche -tarde, para la hora en la que últimamente se vienen programando la mayoría de conciertos en la ciudad-, El Hijo, el proyecto musical del madrileño Abel Hernández, quizá demasiado «ambient» para una sala a la que iba acudiendo la gente que hasta ese momento había estado cenando y acumulando cervezas y dejando sin acabar las conversaciones.

Tórtel sí consiguió captar la atención del público nada más salir al escenario con Jorge flanqueado por Cayo Bellveser (bajo y sintetizador), Jesús Macía (guitarra y sintetizadores) y Enric Alepuz (batería y coros). Lejos queda el indie de manual y el folk pop saleroso, poco hay de Ciudadano y Maderita en sus discos y directos. Sólo hay que observar los cacharros que manejan sobre el escenario para darse cuenta de la vocación sintética del espectáculo. Pero de repente, entre botones, cables, secuencias y filtros de voz, las cuerdas (especialmente las del bajo de Bellveser) y los parches se abren paso para marcar los movimientos del público de una forma tribal, como si los Talking Heads se hubiesen venido de excursión navegando por el Túria.

Empezó Tórtel su repertorio con ese «El rey podrido» que también abre Las tres tormentas y lo acabó con «Entusiasmo», el himno que dio nombre a su disco de 2012. Entre las dos, un mundo y diez canciones que conformaron un concierto corto pero muy estimulante, que iba de lo luminoso (como en «Capa oscura» o «En defensa propia») a lo fantasmal (como en «Respira») y volvía a lo primero en un desafío constante al público y suponemos que a la propia banda. Ambas partes parecieron llegar satisfecha al final. En tan poco tiempo habían cabido tantas cosas que no hacía falta más.

Compartir el artículo

stats