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Unas Fallas descafeinadas

Roca Rey y Paco Ureña destacan entre la atonía general de una feria que ofrece bajos resultados artísticos

Unas Fallas descafeinadas

La recién terminada Feria de Fallas de 2019 arroja un pobre balance artístico. Tan solo los diestros Paco Ureña y Andrés Roca Rey han sobresalido en las ocho corridas que se han celebrado en el coso de la calle Xàtiva. El peruano ha sido el triunfador del ciclo josefino gracias a las tres orejas que consiguió el pasado 15 de marzo, haciendo gala de una tauromaquia que conecta rápidamente con los tendidos. El diestro limeño era el principal reclamo de los carteles falleros y no defraudó a la parroquia, aunque no consiguió rayar a la altura de anteriores ocasiones en esta misma plaza. Con todo, Roca Rey abrió la puerta grande por sexta vez consecutiva desde que debutara como matador de toros en Valencia.

El suceso y la faena de la feria tuvieron un mismo protagonista: Paco Ureña. El torero murciano volvía a los ruedos después de su desgraciada lesión en el ojo izquierdo ocurrida en la pasada Feria de Albacete. Dejó su tarjeta de visita en un impresionante quite por gaoneras al toro que abría plaza y, ya centrado en sus oponentes, consiguió tres faenas donde brilló por su compromiso y un toreo tremendamente ajustado. Un retorno de alto voltaje después de seis meses de dura lucha interior en los que el lorquino ha luchado para recuperar al gran torero que lleva dentro.

En el capítulo de matadores, la otra noticia destacada de la feria -ésta por desgraciada- ha sido la terrible lesión en la rodilla del maestro Enrique Ponce, que le llevará a una lenta recuperación por la que el valenciano podría perderse lo que resta de temporada. Todo ocurrió muy rápido. El diestro de Chiva fue descubierto por el quinto de la tarde, un ejemplar de Olga Jiménez, que lo empitonó infiriéndole una cornada de dos trayectorias de 12 y 5 centímetros y cayó feamente con las piernas abiertas en un doloroso spagat.

Lo primero que hizo el diestro nada más incorporarse por su propio pie fue echarse mano a la rodilla. Y ahí es precisamente donde el torero valenciano se llevó la peor parte: rotura del ligamento lateral interno y del ligamento cruzado de la rodilla izquierda.

Asimimo, la feria arrancó con la vuelta de los toros de Victorino Martín a la Feria de Fallas tras trece años de ausencia. Los animales de la «A» coronada volvieron con un encierro justo de casta y de presentación que no cumplieron con las expectativas generadas en las faenas de Rafaelillo y Varea. Solo un nombre marcó la diferencia: Octavio Chacón, un torero que dejó una lección de raza y pundonor. El espada gaditano, que debutaba en la plaza de toros de València, lanzó la moneda al aire en cada muletazo y, en uno de ellos, salió cruz: resultó volteado de manera muy fea y recibió una cornada en la zona escrotal. Valor y capacidad en un espada fraguado a fuego lento en las corridas duras y en Perú.

Pablo Aguado fue otro nombre que destacó en el ciclo josefino. Su concepto impactó por la naturalidad en el trazo y la pureza en el cite. Cortó una oreja tras una faena compacta y armónica, con un estilo sólido: de citar con el medio pecho, echar la bamba de la muleta, esperarlo atalonado, llevar la embestida con las muñecas y cimbrear la cintura en el embroque con la profundidad exacta del tacto. El sevillano, que pudo salir por la puerta grande de no errar en la suerte suprema, merece tiempo y sitio en una temporada que se augura esperanzadora para él por la fecha de Sevilla y los tres festejos en Madrid.

La tarde de los Zalduendo, a pesar de los potables animales que salieron por chiqueros, ralló el bochorno por la falta de disposición y nulo compromiso de los toreros del cartel: Ferrera, El Fandi y López Simón, este último con una puerta grande barata, no deberían de volver a València en un tiempo.

De los seis novilleros que actuaron en el coso de Monleón, el valenciano Borja Collado estuvo a buen nivel y demostró las ganas de querer ser torero en la novillada del Parralejo.

En el apartado de los toros, la falta de presentación de los animales que saltaron al ruedo y el previo baile de corrales fueron un denominador común la mayoría de las tardes. «Horroroso», de Jandilla, fue un ejemplar para el recuerdo por su bravura, ritmo y profundidad y fue premiado con la vuelta al ruedo. A pesar de la irregular faena de Castella, el jandilla fue a más y el presidente acertó con el premio que le concedió. «Damasco», de Fuente Ymbro, también tuvo buena condición pero no debió ser premiado con la vuelta al ruedo por su mal comportamiento en el caballo. El fuenteymbro tuvo esa exigencia y ese temperamento que le hacían comerse la muleta de Román en una faena emocionante.

Solo las faenas de Ureña, la tarde Roca Rey y las embestidas de «Horroroso» se recordarán en el tiempo.

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