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Análisis

La batalla por el presente y el futuro del toreo se juega en Sevilla y Madrid

El diestro peruano buscará consolidar su recién estrenada posición de figura del presente - La terna que actúa esta tarde en Madrid es una apuesta por el futuro de la fiesta, ayuno de alicientes

La batalla por el presente y el futuro del toreo se juega en Sevilla y Madrid

El Juli y Roca Rey se enfrentarán esta tarde en el tradicional festejo del Domingo de Resurrección que abre la temporada en la Real Maestranza de Caballería. Ambos diestros han protagonizado un inicio de campaña que se presenta decisiva para su futuro y el de la temporada, que estaba planteada de inicio para mayor gloria del limeño. El peruano, estrella emergente de la nueva torería, ha comenzado el nuevo ciclo como terminó el pasado: arrasándolo todo a su paso en las primeras escaramuzas del mes de marzo en «terres valencianes», con la salvedad de que -en esta ocasión- ha necesitado apenas un ápice de sus contratadas virtudes para rendir las aficiones fallera y magdalenera a sus pies.

Pero nada es como empieza. El duelo sevillano de esta tarde adquiere especial interés por las controvertidas negociaciones de la Feria de san Isidro, que han motivado un cambio en las estrategias de los dos contendientes. El madrileño ha salido reforzado después de su inclusión «in extremis» en el abono venteño, debido al infortunio de Enrique Ponce, que se «rompió» en la pasada Feria de Fallas. Roca Rey, que se jugó su prestigio de nueva figura del toreo en la rifa taurina montada por Simón Casas, ha visto como lo que era «a priori» una jugada maestra sobre el tablero de la temporada, se le puede volver en contra si no aprieta los dientes y el paso ante los decisivos compromisos que se le presentan por delante, tanto en Sevilla -con cuatro tardes en el abono- como en Madrid, donde es la base de la feria, con un total de tres actuaciones. Siete compromisos y catorce toros para darle la vuelta a la situación y demostrar a las claras que es el nuevo mandón del toreo, pecados de juventud al margen.

A su favor, esa tauromaquia de aguardiente, en la que -encajado entre los pitones- pisa los terrenos del toro sin pestañear, traspasando la frontera de la lógica y entrando en ese terreno pantanoso, donde el mínimo fallo o la menor duda te mete en el hule. Ése en el que parece sentirse tan a gusto y que, de momento, no parece hacer mella en su ánimo indomable con aires de potro salvaje. Destacable fue su actuación en la pasada Feria de San Isidro donde verdaderamente trazó la línea que le ha distanciado del resto, demostrando que es capaz de hacer girar las manecillas del reloj en sentido contrario a la lógica imperante en el escalafón de matadores y cambiarle el signo a una tarde que transitaba entre bostezos y medianías; rara y cara virtud al alcance de los elegidos. Su faena al sexto de Victoriano del Río fue lo mejor de su apuesta venteña; inverosímiles los parones que aguantó a su astifino oponente y los naturales, que brotaron de sus muñecas con la rotundidad a la que nos tiene felizmente acostumbrados, así como el estoconazo con que culminó su obra. Tremendo. Fue en Pamplona donde pisó definitivamente el acelerador la tarde de la despedida de Padilla, con dos arrolladoras actuaciones que le valieron un total de cuatro orejas. Desde entonces, ningún torero ha podido aguantar el ritmo impuesto por el limeño, que ha arrollado como un ciclón todo cuanto le ha salido al paso.

En contra, la recién estrenada responsabilidad de ser el principal reclamo de las ferias y tener que tirar del carro en solitario, sobre todo de un anodino abono isidril, nacido más de la preocupación del empresario por bajarle el caché a los toreros, que de confeccionar una feria con verdadero interés y que siempre ha sido el escaparate por antonomasia de la torería andante.

Una terna ilusionante

La corrrida que se celebra esta tarde en la Monumental de Las Ventas es una ventana al futuro. Con Roca Rey como única novedad de un escalafón que huele a naftalina, tras la lenta evolución de otros jóvenes coletudos que también estaban llamados a tomar el relevo en la presente temporada, el gaditano David Galván y los sevillanos Juan Ortega y Pablo Aguado, los dos últimos con sendas orejas cortadas en esta misma plaza en 2018, son tres esperanzas para que le diestro limeño encuentre algo de oposición en su singladura como rey absoluto del toreo. El riesgo de que la presente y sucesivas temporadas se conviertan en una monólogo del peruano es altamente probable.

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