La lucha contra la discriminación en el libro infantil tiene su historia. A finales de los 70, Lumen publicó A favor de las niñas que se coció en el movimiento feminista Rivolta en Turín, y que hace unos pocos años ha ido recuperando Kalandraka. Sin embargo, es ahora, cuando la literatura infantil revisa sus postulados sin necesidad de ponerse particularmente combativa, sencillamente relatando lo que hay y muy especialmente, lo que hubo. Muchas son las publicaciones que siguen la vía abierta por Alba. La colección Unicorn, del exquisito sello Vegueta, lanza una mirada particular a los genios de la ciencia, en breves biografías ilustradas dirigidas a niños más mayores, y aunque en ella se dan cita científicos y científicas, el rescate de ellas tiene un singular valor: junto a nombres como Hipatia y Marie Curie se sitúan la matemática Ada Lovelace -que pleno siglo XIX estableció el primer algoritmo destinado a ser procesado por una máquina, o lo que es lo mismo, la programación- y la física Lise Meitner, que junto a Otto Hahn logró realizar la primer fisión nuclear. Pero solo él obtuvo el Nobel en 1946. En el 2016 apareció la colección Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes (Destino) que recoge en dos tomos 200 minibiografías de mujeres ejemplares. Similar intención tiene Las chicas son guerreras (Montena), sobre 26 mujeres que cambiaron el mundo y que tienen su continuación con Las chicas son de ciencias (un capítulo este especialmente sensible) y Las chicas van donde quieren. Los ejemplos se multiplican con Blume y sus Pequeños relatos de grandes historias o Mis pequeños héroes de Salvat.