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Entrevista

Ferran Adrià: "El impulso creativo es como las ganas de sexo"

Cerró el Bulli el verano del 2011. Reflexionó sobre lo hecho, hizo un catálogo razonado y alumbró un método sobre creatividad e innovación -Sàpiens- aplicable, dice, a otras disciplinas.

m. a. montesinos

Cerró el Bulli el verano del 2011. Reflexionó sobre lo hecho, hizo un catálogo razonado y alumbró un método sobre creatividad e innovación -Sàpiens- aplicable, dice, a otras disciplinas. Decidido a compartirlo, vuelve a la Cala Montjoi con El Bulli 1846. De momento, saciará el hambre de talentos creativos con capacidad de expandirse.

Si abrimos la tapa de su cerebro, ¿qué encontramos?

Neurocientíficos y psicólogos de EEUU que nos estudian a mi hermano y a mí no se ponen de acuerdo sobre si hay algo genético o no. Padre estucador; madre, ama de casa. Gente normal. No nos gustaba comer. No queríamos ser cocineros. Mi opinión es que algo genético hay, ¿no? Yo jugaba en el Santa Eulàlia, me entrenaba cada día y nunca llegué a ser Messi. No puedo ser increíble en cualquier campo, no.

La incógnita no se despeja.

Creo que si abren mi cerebro encontrarán conexión.

¿Conexión de qué tipo?

En los 40 años de profesión, he trabajado con gente increíble y he hecho en el Bulli algo increíble. Me proporcionó conocimiento, pero Sàpiens conecta el conocimiento. No de manera neuronal. Es un enfoque de la innovación que exige orden, comprensión, diversidad, complejidad. Es pensamiento sistémico. El economista Peter M. Senge desarrolla la idea en La quinta disciplina.

Adiós a la esferificación, snif.

Siempre tuve una obsesión: poner orden para no copiarme (los artistas no suelen querer ver su pasado para no ver que se copian). Y ningún creador es capaz de ser brillante durante 60 o 70 ños, a no ser que cambie de ciclo.

Que es lo que ha hecho.

Sí. El propósito del Bulli era abrir caminos, buscar los límites. Llegamos donde llegamos porque no se trataba de crear platos, nos cuestionamos qué era la cocina. Éramos felices intentando hacer algo que no se hubiera hecho en la historia. Y, de una manera disrruptiva, encontramos los límites. Creamos lo que el dadaísmo al arte conceptual. Pero soy muy estratégico y veo venir los tsunamis.

¿Qué se olió?

Si el Bulli hubiera sido un negocio, a seguir ganando dinero. Pero mi referencia es el mundo del arte, y cuando intentas hacer vanguardia, tienes que ser lo más puro posible. Hace 12 años que buscamos cuál será el nuevo cambio. También en pintura se preguntan: «¿Qué hacer después de un cuadro blanco?».

Usted, guardar los pinceles.

Lo que sí sé es que la innovación y la creatividad nos hacen mejores, y que las consecuencias son imprevisibles. El 50% de las pymes no duran más de cinco años; si explicamos nuestra experiencia, podemos ayudar.

¿Cómo explicar el impulso creativo?

Es como las ganas de sexo. En mi caso, diría que es un instinto sadomasoquista. En el Bulli mi vanidad creativa estaba supercubierta, pero el impulso sadomasoquista no se extingue. Necesito retos.

Roza los 60. En el fondo, ¿qué busca?

Pasármelo bien. Víctor Grífols, al que admiro profundamente, tiene una frase que me apropio: «Para lo que me queda en el convento, vamos a pasarlo bien».

¿Así de simple?

¿Sabe lo difícil que es? Yo puedo decir que el 80% de mi tiempo me lo paso bien. Me interesa cómo piensan un artista, un innovador empresarial, un científico. He sido amigo de Cruyff, he trabajado con Jean Nouvel y Frank Gehry; he tenido la suerte de pasar un día entero con Amancio Ortega... Antes mi misión era crear, ahora es comprender la complejidad.

Todo muy racional. ¿Qué emociona al genio tecnoemocional?

¡Fácil! Comer algo que no había probado nadie antes, pero también ir a un restaurante y ver a una pareja joven currándose un proyecto chulo. A mi mujer, que es más sentimental que yo, eso le encanta. Me gusta que la gente joven llegue a ser mucho mejor que yo.

¿No hay algo más personal?

No tengo padres, no tengo hijos. Solo deseo salud y estar bien con mi mujer, con mi hermano, con mis cuñados. No quiero tener millones de amigos, solo que una persona buena me quiera.

La tiene.

Isabel [Pérez] me ha puesto los pies en el suelo, algo muy necesario cuando te nombran cinco veces el mejor cocinero del mundo, que es igual a 20 Champions League. Solo hay una forma de lograr el equilibrio: saber que profesionalmente soy Ferran Adrià, pero que a nivel personal soy Ferran.

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