P Es la primera vez que escribe para adolescentes. ¿Qué le ha movido a escribir «O Chispas»?
R Pues en parte ha sido debido a una inquietud que yo he venido escuchando en los colegios gallegos de que había cierto vacío con este tipo de historias, que en principio tienen como receptores y protagonistas a los adolescentes, algo que no ocurre, paradójicamente, con la literatura infantil, en la que en Galicia se vive desde hace años una etapa especialmente floreciente. Pero también responde a una preocupación por lo que está a pasando con mi lengua, la gallega, que atraviesa momentos muy dificiles. Está descendiendo mucho su uso habitual y, sobre todo, entre la gente joven.
P Cuesta mucho «conectar» con los adolescentes. ¿Cuál ha sido su fórmula?
R Para mí, la clave de escribir un libro como este ha sido la búsqueda de un cierto punto de encuentro entre el hombre (o el viejo) que soy y el adolescente fui. Y ese punto tiene mucho que ver con la incertidumbre, con el deseo, con el conflicto, porque es ahí donde estriba la confluencia entre el ansia por descubrir del joven y la mirada crítica sobre la vida del viejo. Las etapas de la vida son, en realidad, las miradas con que elegimos, o nos imponen, ver la vida.
P ¿Son los adolescentes de hoy en día tan diferentes de cómo éramos nosotros?
R No, no somos tan diferentes. Han cambiado las tecnologías pero no la manera común de ver el mundo con esa mezcla de inquietud y desasosiego. En eso somos iguales.
P Hay quien tiene la esperanza de que la experiencia de haber pasado por esta pandemia va a hacernos mejores personas€
R Me dan ganas de decirte que lo que yo tengo es una «esperanza negativa», como le escuché a un marinero cuando le preguntaron, días después de haber sufrido un naufragio, si tenía esperanza de que se rescatase vivo a un compañero de a bordo que había desaparecido. De todas formas, percibo que existe una mayoría social que tiene conciencia de que estamos ante un gran dilema: o comunidad o caos. Porque esa es la cuestión. Y tenemos que rescatar muchas cosas, muchas palabras que se jubilaron, y una de ellas es precisamente la palabra esperanza. Hay que rescatar la esperanza frente a tanto bombardeo estupefaciente al que nos están sometiendo. Es preciso no suspender las conciencias frente a la injusticia, y hay síntomas para ser optimista, para no perder la esperanza. Yo los he visto, por ejemplo, en las últimas manifestaciones antirracistas.
P ¿Cuál es el papel del escritor, y por extensión de la literatura, en estas tesituras?
R Para mí, la literatura es todo aquello que está fuera de lo que llamamos estado o, si lo prefieres, poder. La literatura, como cualquier otra arte, es depositaria de la cultura y de la libertad humana, la literatura es necesaria para ver lo que no está «bien visto», porque se oculta o porque molesta al poder y a los conformistas.
P ¿Teme que la pandemia sea la excusa perfecta para una futura mayor restricción de las libertades incluso en las democracias más consolidadas?
R Tengo muchísimo temor, y miedo. Y tengo miedo porque el dilema en el que estamos situados es que o profundizamos más en las democracias para que generen sociedades más decentes o tendremos que vivir bajo la alianza de los gigantes tecnológicos que controlan las mentes con el poder económico que las financia, una alianza que convertirá a los estados en títeres y a la ciudadanía en robots. ¿Más libertad o más robotización? ¿Más naturaleza o más depredación? ¿Comunidad o caos? Esos son algunos de los dilemas ante los que estamos llegada esta situación.
P ¿Qué impresión le causa a usted la actuación de los políticos frente al Covid-19?
R En general, me da la impresión de que, en esta tesitura, los hay que se están preocupando más por acaparar los mejores camarotes del Titanic en pleno hundimiento que de salvar a los pasajeros. Todavía hay gente que considera a este país un patrimonio suyo y que reaccciona negativamente cada vez que se produce un avance hacia la igualdad social.
