Beatriz Luengo (Madrid, 1982) encarna mejor que nadie la definición de artista polifacética, todoterreno. Bailarina, cantante, compositora, actriz, escritora? Es difícil acordarse de todas sus virtudes. Vive en Miami con su marido, el cantante Yotuel Romero, y su hijo, D'Angelo, y ahí ha pasado el confinamiento. Cuenta el tiempo que le queda para venir a España para ver a la familia y también para promocionar su próximo proyecto, «Ojos de Mandela», donde comparte micrófono con Alejandro Sanz.

Su carrera tiene muchas aristas. No le voy a preguntar con cuál se queda, pero sí qué le aporta cada una de ellas.

Soy muy inquieta, desde que era muy pequeña lo que me motiva es la evolución, y eso me lo enseñó la danza. De la danza aprendí la responsabilidad: te pones una meta y la tienes que alcanzar; la paciencia: requiere de muchos años para alcanzar los objetivos; y sobre todo la evolución como meta que te emociona. Ver que eres capaz de hacer tres giros, y al día siguiente cinco, y acordarte de que hace un año no hacías ni uno sin caerte. Esa inquietud la mantengo.

¿Cómo se retroalimentan todas esas disciplinas?

Por ejemplo, hoy en día, componiendo estoy a años luz de lo que era. He pasado por tantos artistas, por tantos géneros y he aprendido de ellos, de su éxito. He compuesto para Daddy Yankee, Ricky Martin, Ozuna, Diego Torres? gente que no tiene nada que ver entre sí. Eso hace que vaya pasando por muchos procesos diferentes en la composición que me abren la mente. Es una oportunidad gigante para mí. Así, mi parte compositora alimenta a mis canciones. Mi parte de actriz me ayuda a interpretar en mis conciertos. En las etapas en las que he trabajado en el teatro mi voz me ha ayudado a dar vida a ciertos personajes. He llegado a hacer de niña pequeña sin dañarme por la colocación aprendida a través del canto. En nuestro mundo todo suma, no son aprendizajes paralelos.

Habla de su faceta como compositora. ¿Está suficientemente valorada por el público?

No sé cómo es para la gente, pero la industria tiene muy claro el valor del compositor. Te diría que lo tienen tan claro que nos sitúan en un valor impresionante. Suena tu teléfono y te encuentras con la gente más importante que te llama para pedirte una canción. Lo hacen con una amabilidad y una conciencia de que hasta el artista más grande necesita canciones impresionantes. Hoy en día, más que nunca, como dicen aquí en Estados Unidos, todo gira alrededor de la canción. Esto se ha convertido en una industria de canciones. La gente no consume al artista, va directamente a las 'playlist' y en ellas espera encontrarse canciones que no le hagan pasar a la siguiente. Esto está haciendo que artistas que eran conocidos por el circuito de la composición ahora estén en primera línea, en el escaparate. El público quiere oírte a ti decir lo que quieres decir en primera persona.

¿Cómo es ese proceso de componer para otro artista? ¿Es autónomo?

Empecé componiendo para Thalía por una canción que había hecho para un disco -'Bela y las moskitas muertas', su primera nominación a los Grammy como mejor álbum- y que descarté. Es un disco que hicimos entero en Jamaica, en el que incluso participó uno de los hijos de Bob Marley, y en el que no había hueco para una balada triste. Sony me llamó y me preguntó si se la podían dar a Thalía. Esa fue mi primera composición. Después les empecé a dar otras canciones que se habían quedado fuera y comencé a ver cómo se volvían grandes éxitos. Entonces los medios me decían si me preguntaba qué habría pasado si la hubiese cantando yo. Me pareció injusto para mí y para el artista, que en realidad me estaba dando una oportunidad. Así que tomé la determinación de que desde que entrara en el estudio iba a tener claro que esa canción iba a ser para ese artista. Ahora trabajo por encargo y ya no existe ese pensamiento de que 'me la quite'. Y me ayuda hacerlo así.

Y ahora tiene entre manos un proyecto que supongo que será muy emocionante. Cantar con Alejandro Sanz no es hacerlo con cualquiera.

Estoy súper emocionada. Lo he contado mil veces, por Alejandro Sanz empecé a componer. Siento que estoy muy en deuda con él. Antes cantaba canciones en inglés y siempre buscaba llevar mi voz al máximo registro, hacer dibujos. Cuando Alejandro Sanz llegó a mi vida con el álbum '3' me di cuenta de lo emocionante que era que una persona te contase su historia. Me animó a ir a un papel, escribir y sentir que lo emocionante de la música era la primera persona. Hasta entonces solo me veía como una intérprete. Hace un tiempo le mandé una canción, le gustó y la grabamos. Se llama 'Ojos de Mandela' y es una reflexión sobre la única herramienta que tenemos ahora mismo para ver el lado positivo a todo lo que nos pasa, que es tener fe. Hablo de ella en el más amplio sentido de la palabra, como sinónimo de ver lo que todavía no ha pasado. Sentí que era un bonito mensaje.

Con «El despertar de las musas» también ha sumado otro granito de arena a otra causa justa como es el feminismo.

Creo que para escribir el mañana primero es necesario reescribir el ayer. Ahora se le está dando un lugar a nuestro empoderamiento, pero lo hemos estado desde siempre, siempre hemos sido personajes clave para los cambios en la historia de la humanidad. Para mí, parar mi carrera y escribir la historia de estas mujeres era una forma de darles voz. Aunque tristemente hayamos quedado opacadas en el 90 por ciento de los casos eso no significa que no estuviéramos empoderadas.