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Fuera de compás

Aciagos destinos de reyes

Aciagos destinos de reyes

C on todo este calvario que está padeciendo el pobre rey Juan Carlos, me acordé de aquella canción de los Galaxie 500 titulada «King of Spain». Aburridilla, ambiental, desafinada y desprovista de tensión. Típica del grupo, nada que ver con el personaje rumboso y campechano que estos días se ha visto obligado a abandonar España en un último servicio a la patria. Ese gachó que recorría las carreteras en su potente motocicleta, después de marcarse unos huevos rotos en Lucio o un pincho en Landilla, socorriendo a cuanto asombrado padre de familia se encontraba tirado en el arcén con una rueda pinchada. Ese galanazo que navegaba, esquiaba, hablaba inglés por los codos, cazaba a calzón quitado, contaba chistes picantones e intimaba con cualquier titi que se ajustara a su monótono canon de belleza.

Así que me dio por pensar que, más que con el protagonista de esta soporífera tonada, el Carlanga tiene más que ver con otros miembros de la realeza del rock que comparten con sumajes un destino regular, tirando a fatal, tras arrastrar años de decadencia.

Estados Unidos ha tenido 45 presidentes, pero un solo Rey: Elvis. Como nuestro protagonista, nació en el seno de una familia humilde, sufrió la muerte de un hermano, creció bajo la estricta guía y vigilancia de una figura paternal encarnada en un militar, ocupó portada en la revista Life y acabó sus días denostado por una generación que menospreciaba su labor y su reinado. O ese castizo Rey del Pollo Frito, que aterrorizó a la burguesía tardofranquista en el Dos por Dos, mutando luego a cabal tertuliano y presentador de Lingo. Acabó agrediendo a paparazis y cometiendo crimen de lesa humanidad contra todo el rock alternativo, versioneando lamentable y cruelmente «Come as you are» de Nirvana. Del Rey del Pop, Michael Jackson, y sus acusaciones de pederastia, mejor ni hablamos.

Morrissey abogaba por verter cianuro en el té del desayuno de la familia real británica para acabar con tanto parásito. Incluso invocaba al espíritu del decapitador de Carlos I, Oliver Cromwell, en «Irish blood, english heart» al ver que la plaga no remitía. En España fue mucho más fino Pepe Begines, con aquella oscura premonición de «Footing tonight». El líder de los No me pises que llevo chanclas cantaba sobre un tipo que recorría de noche la ciudad de Sevilla como una especie de siniestro Nostradamus versión runner, y se acababa cruzando con el Rey, Urdangarín y Marichalar.

Maldición o profecía, ninguno de los tres ha escapado a su aciago destino. El ex de Elena viaja a bordo de un patinete, inquietando a los transeúntes con su sórdida sombra draculesca, capa incluida. El ex duque Empalmado está en el talego por manguta, después de un martirio mediático que duró años. Y el ex de Corinna se ha pirado a su Portugal infantil, o a la República Dominicana, donde iban de vacaciones las peluqueras y los yesaires cuando todavía merecía la pena vivir en este país de desagradecidos. Ya ven, traer la democracia a España e impedir un golpe de estado para acabar siendo carne de meme.

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