Antonio López habla de emoción y transmite emoción: «Los artistas pintamos de muchas maneras pero en lo que pintamos siempre ha de haber emoción. Si yo veo que aquello no alberga algo emocional, esa obra es inútil. En el arte tiene que haber algo imposible de explicar. El artista poderoso y que aguante en el tiempo es el que consigue atrapar, como en una red, ese misterio». Mientras reflexiona, el pintor nacido en Tomelloso hace 84 años está rodeado de las pinturas y esculturas que la Fundación Bancaja ha reunido en la que es una de las exposiciones más importantes que se han celebrado en València en los últimos años.
La muestra acoge cerca de 70 obras de este maestro del realismo -el último de la generación de Isabel Quintanilla, Amalia Avia, Julio y Paco López Hernández, Esperanza Parada o Lucio Muñoz-, pero también tiene un espacio dedicado a otra artista figurativa fundamental, María Moreno, esposa de Antonio y fallecida el pasado mes de febrero. Una pintora, dijo ayer su marido, «que era más libre que yo porque ella no le debía nada a nadie. En Mari todo fluía de forma natural, como el poeta que se calla cuando no tiene mucho que decir».
La exposición que se inaugura hoy y que está comisariada por Tomás y Boye Llorens, es una completa retrospectiva que recorre la pintura, el dibujo y la escultura de López desde los años 50 hasta la actualidad. «Es la única exposición que se ha hecho de mi obra en la que todos los trabajos están en contacto -aseguró ayer-, incluso cosas que están muy distantes en el tiempo entre sí».
La primera sala reúne las obras de los años iniciales, en los que López busca construir un lenguaje figurativo propio, y en la segunda sala se muestra un registro más objetivo, en el que se centra en la forma y la luz como parámetros últimos de la representación de una realidad a la vez estable y cambiante en el tiempo.
«Antonio ha trabajado como un estajanovista con una obra no muy numerosa pero tan rica y profunda que se ha convertido en una de las grandes aportaciones del arte español a la historia del siglo XX», explicó durante la presentación Tomás Llorens. El ex director del IVAM y del Reina Sofía indicó que la pintura de López compone una trayectoria «constante, abundante, generosa y difícil de resumir». Su producción, recordó Llorens, comienza en la década de los 50 mostrando ya una «conciencia del tiempo y de la época» a través del reflejo de la realidad cotidiana, una visión del «mundo» que se va expandiendo porque «Antonio es uno de los artistas más ambiciosos de la Europa moderna». López expande su universo a base de un «mayor despojamiento» de su pintura y de una «mayor simplicidad». «Antonio es cada vez más universal al mismo tiempo que cada vez más esencial», subrayó ayer Llorens.
El comisario indicó que la retrospectiva recoge además los grandes temas que han marcado la obra de López. El primero es la figura humana y el segundo es la ciudad, que el pintor representa cada vez de manera más distante y objetiva. En este sentido Llorens habló ayer del paisaje del sur de Madrid en el que el artista está trabajando y que, para el comisario, es la expresión más poética y sugerente que el artista ha hecho sobre la presencia de la ciudad en toda su carrera.
El tercer tema de la pintura de López es el interior doméstico y la visión desde la ventana. «El acto de mirar hacia afuera y descubrir el mundo». Y el último tema es la representación de lo vegetal, los famosos «membrillos» de Antonio, un «mundo inquietante» en el que a diferencia de la familiaridad que supone el dibujo de la figura humana, «cada línea es inesperada».
La exposición estará en la Fundación Bancaja hasta el 24 de enero.
