Visionar “Eso que tú me das” es ponerse delante de un espejo y observar que la vida es injusta, también cuando la suerte está de nuestro lado y nos favorece. El viaje al que te enfrentas sentado en la butaca es duro, nada fácil de digerir, porque supone una incursión por la sentimentalidad más llorosa y más dolorosa como es sobrevolar el concepto de la muerte, un terreno habitualmente vetado en las grandes pantallas.

Ese trato tan espontáneo con la muerte que expone Pau Donés a lo largo del documental es lo que le hace estar más vitalista en sus últimos días de vida. El hecho de ser consciente de que le quedaban pocas semanas le hace transmitir una alegría y unas ganas de vivir sin igual. Por eso, el cantante de Jarabe de Palo, aunque suene desgarrador, ofrece en los 65 minutos de cinta un ejemplo de superación, con una fuerza irrevocable y una protección total, que le hace dignificar la vida, su propia existencia a lo largo de sus 55 años. Porque de no ser así, obviamente, no hubiera querido dejar su testimonio quince días antes de su fallecimiento.

El hecho de ser consciente de que le quedaban pocas semanas le hace transmitir una alegría y unas ganas de vivir sin igual. Por eso, el cantante de Jarabe de Palo, aunque suene desgarrador, ofrece en los 65 minutos de cinta un ejemplo de superación

La vida surge de quien nos la ofrece, de quien nos rodea, y en Donés hay una hospitalidad inimaginable, con toda su familia y su expareja en su casa, a pesar de que su aparición en escena tiene códigos de enorme exigencia humana porque deja ver los duros efectos del cáncer: muy delgado, con un gotero y una sonda gástrica que le hace estar jadeante a la hora de expresar sus ideas, pero se le aprecia más tranquilo que si tuviera que afrontar un concierto en un estadio delante de miles de personas. Por eso, sumergirse en "Eso que tú me das" es conocer de primera mano la fragilidad de la vida, la precariedad de nuestra existencia y la necesidad de vivir el presente, más allá de pensar en la factura del seguro del coche, en el alquiler o en la nómina.

Por la delicadeza con la que cae el día en el Vall d'Aran, Jordi Évole y Donés hablan de pasiones lejanas y actuales y de felicidades tangibles y practicables bajo la atenta mirada de José Moje Cruz, Camarón de lsla, situado dentro de un cuadro al fondo de la imagen. Todo ello nace con una disposición afectiva auténtica, de las que no tiene filtros y es muy directa, y sin ese pesimismo antropológico que lleva en sí la fatalidad de las historias humanas que no acaban bien. Sus palabras retrotraen a la Odisea, cuando Homero entra en contacto con los muertos en el país de las sombras hasta llegar al Hades, el destino final de su descenso.

La palabra “vida” es la más repetida a lo largo de una conversación en la que nada está graduado ni pensado, porque el periodista arranca la entrevista con la confesión de no saber qué preguntarle. Ambos profundizan, por encima de todo, en las alegrías, en las pequeñas cosas que le hacían feliz en esos momentos como ir a comprar queso artesanal al vecino del pueblo que cría cabras en la libertad de la naturaleza o ir a bañarse con su hija a un río que era una estalactita de hielo de lo frío que estaba.

La palabra “vida” es la más repetida a lo largo de una conversación en la que nada está graduado ni pensado, porque el periodista arranca la entrevista con la confesión de no saber qué preguntarle

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Donés, otras veces, mira directamente a la cámara, con la voluntad de dirigirse al público que le ve, y deja sentencias como “no te preocupes por la vida, solo ocúpate de ella. No tengas miedo, ni odies, solo hay que quererse porque aquí estamos cuatro días y ya han pasado tres”. La cinta es la fotografía de una lección de vida que, con su recaudación, contribuirá a la investigación de la lucha contra el cáncer en el Vall d’Hebron Institute of Oncology de Barcelona, donde se trató el cantante de Jarabe de Palo.

Los últimos compases de la conversación, lentos e inmensos por el refrigerado de uno de los picos más emblemáticos del Vall d'Aran, tienen un punto de resurrección con esos suspiros de Donés antes de arrancar la parte final de la entrevista. Porque cada vez que se vea “Eso que tú me das” o se vuelva a escuchar "Bonito", "La flaca" o "Depende", su luz estará presente aunque no se pueda restañar su injusto final. No hay que olvidar que la inmortalidad que está al alcance de las personas es el recuerdo.