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La aventura argentina de Blasco Ibáñez y sus 60 colonos

Un documental recrea el intento del novelista de crear una «Nueva València» en Argentina y reivindica la huella de aquel proyecto fallido

La aventura argentina de Blasco Ibáñez y sus 60 colonos

En 1909 Vicente Blasco Ibáñez tenía 42 años y una crisis personal de campeonato. Su antiguo amigo Rodrigo Soriano le había arrancado el liderato de republicanismo valenciano y su vida familiar se tambaleaba tras caer perdidamente enamorado de la chilena Elena Ortúzar. Pero el éxito literario no le había abandonado. Tanto es así que cuando viajó ese año a Argentina para ofrecer una serie de conferencias, fue recibido allí con los brazos abiertos y ganó una fortuna girando durante meses por todo el país.

Pero además de dinero, Blasco Ibáñez se trajo del país sudamericano un proyecto por el que abandonará su carrera de escritor y le acabará suponiendo la ruina. Un plan que -para bien o para mal- le cambió la vida a 60 familias valencianas y cuya huella sigue patente a miles de kilómetros de aquí.

La historia de Cervantes y Nueva Valencia, las dos colonias de agricultores que el novelista fundó en la región argentina de Corrientes, se ha contado y estudiado ampliamente y forma parte del recuerdo de los descendientes de aquellos colonos que, henchidos de pobreza e ideales republicanos, siguieron a Blasco en su aventura. Pero ahora, Juan Pablo Palladino un periodista corrientino instalado en València, ha decidido relatarla en un documental en el que ha contado con la colaboración de la Fundación de Estudios Blasco Ibáñez y su casa museo.

«Yo vine a València en 2001 buscando lo que busca el cien por cien de los emigrantes: mayor bienestar -señala el director de ‘Blasco Ibáñez, el gaucho’-. Por eso me sentí identificado con esta historia, pero me resultó curioso que un personaje tan famoso como Blasco hubiese elegido una de las zonas más pobres de Argentina para rehacer su vida».

En su película, Palladino descubre y, al mismo tiempo, muestra al político de raza, pensador y aventurero que fue Blasco, un personaje que califica de «fascinante». «Económicamente no necesitaba buscarse un futuro más estable pero de pronto corta con la vida que tiene aquí y se va a una región inhóspita a emprender una colonia», explica. «Me impactó el efecto mariposa, cómo una persona que decide emprender un proyecto lejano genera unas repercusiones humanas, económicas e intelectuales inusitadas», a añade el realizador.

El documental, que se estrena este lunes en el festival Films Infest de Mallorca y que Palladino ha realizado sin financiación oficial («Blasco sigue siendo una figura controvertida, tanto para la derecha como para la izquierda valenciana», asegura), cuenta con la participación de varios expertos en la figura y obra del escritor, pero sobre todo con el testimonio de los descendientes de aquellos colonos que vivieron y sufrieron su aventura. Eran «clase trabajadora seducida por el verbo fácil de Blasco», dice uno de los testimonios, agricultores expertos en el cultivo del arroz reclutados en los casinos republicanos con la promesa de una vida mejor y más justa en una tierra muy parecida a la que dejarían atrás.

La aventura, ya se sabe, no acabó como el colonizador y sus colonos habían imaginado. Obstáculos políticos y financieros, condiciones climáticas pocos favorables, un suelo que resultó no ser tan fértil como esperaban y, también, que Blasco era un gran escritor y un fascinante aventurero, pero también un mal empresario y un ignorante agricultor, llevaron al traste el proyecto.

El novelista regresó a València, volvió a escribir y continuó siendo una figura popularísima para la cultura y la sociedad de su época. En cuanto a los colonos, algunos de ellos regresaron también a sus pueblos (Blasco les pagó la travesía de vuelta) pero la mayoría se quedó en Argentina. Y ese es uno de los aspectos más interesantes del documental de Palladino.

Más allá de las herencias agrícolas (Corrientes es la región que más arroz produce en Argentina), culinarias (ese arroz con pollo cocinado aún en la paella que trajo el abuelo) y folclóricas (el nieto al que su abuela daba unas monedas siempre que entonaba una escatológica canción dedicada a Alfonso XIII), ‘Blasco Ibáñez, el gaucho’ cuenta cómo los colonos valencianos lograron salir adelante y cumplir con sus sueños.

«La historia de esas familias es un ejemplo muy claro de cómo la emigración modifica para bien las culturas y los pueblos -concluye Palladino-, de cómo se generan movimientos que no existirían si esas personas con sus bagajes y sus sueños nunca hubiesen llegado hasta allí».

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