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València, capital austrohúngara

El MuVIM reivindica al Berlanga ilustrado, cáustico, tierno y elegante con una exposición que recrea escenarios icónicos de sus películas y reúne carteles, publicaciones y expedientes de la censura

berlanga

El carromato con el que Plácido recorría la ciudad para intentar pagar su letra, el balcón desde el que el alcalde de Villar del Río arengaba a sus convecinos disfrazados de andaluces, el onírico tractor que Mr. Marshall enviaba desde el cielo al famélico agricultor, la barca con la que el profesor John Hamilton quería escapar del mundo atómico, el amor hinchable e imposible del dentista Michel, el garrote vil que acaba con los sueños de normalidad del verdugo José Luis… El fracaso, la materia con la que Luis García Berlanga hizo su cine, tiene muchas caras y todas ellas han merecido un rincón en la exposición que, con motivo de su centenario, el MuVIM dedica desde hoy y hasta octubre al más importante de los cineastas valencianos.

Berlanga, defiende el museo de la diputación, fue el último de los ilustrados. «Al menos si entendemos la ilustración a la manera de Michel Foucault, como una actitud crítica hacia el presente que a cada uno le ha tocado vivir», se explica en la introducción a esta muestra que hoy recibirá la visita de los ministros José Manuel Rodríguez Uribes y José Luis Ábalos y del presidente de la Generalitat, Ximo Puig.

También asistirán el presidente de las Corts, Enric Morera; la delegada del Gobierno, Gloria Calero; el alcalde, Joan Ribó; y el presidente de la Diputació de València, Toni Gaspar, que ejercerá de anfitrión acompañado por la vicepresidenta Mª Josep Amigó y la diputada del MuVIM Glòria Tello.

Con la exposición «¡Viva Berlanga! Una historia de cine», que se enmarca en las celebraciones del Año Berlanga, el museo de la diputación ha querido rendir homenaje al cineasta que «lanzó una mirada lúcida y crítica a la sociedad española en particular y al ser humano en general. Una mirada cáustica y sardónica a veces -pero respetuosa y elegante, otro de los atributos ilustrados- de alguien que se empeñaba en creer que el mundo se podía salvar a través de la ternura y la sonrisa».

Un mal español

Alrededor del carromato, el tractor, la barca, el balcón consistorial, la muñeca hinchable y el garrote vil que nombrábamos al principio, la muestra se estructura como un recorrido por la obra de Berlanga desde ‘Esa pareja feliz’, la película que codirigió con Juan Antonio Bardem, hasta ‘París-Tombuctú’, aquella cinta crepuscular rodada en Peñíscola que mostraba un descorazonador «Tengo miedo», firmado «L», en su escena final.

La cartelería que nutre la muestra da cuenta de la repercusión internacional que tuvo el cine del director valenciano ya que se incluyen las versiones foráneas de películas como ‘La escopeta nacional’, ‘Calabuch’, ‘El verdugo’ o ‘Plácido’, que en Francia se tituló ‘Le prince des pauvres’.

También encontraremos recortes de prensa con críticas y noticias de sus estrenos, elementos falleros, una colección de libros que analizan la vida y milagros de Berlanga, los billetes de dólar con las caras de Lolita Sevilla, Pepe Isbert y Manolo Morán que al parecer nunca se tiraron cuando ‘Bienvenido Mr Marshall’ se estrenó en Canes e incluso algunas revistas pornográficas a las que el cineasta era tan aficionado (y con las que incluso llegó a colaborar, intelectualmente).

Comisariada por Joan Carles Martí, redactor jefe de Cultura de Levante-EMV, y diseñada por Raúl González Monaj, «¡Viva Berlanga!» también rescata numerosos documentos que ejemplifican las vicisitudes con la censura que sufrieron los guiones que el cineasta firmó, la mayoría de ellos con Rafael Azcona.

En los expedientes del Archivo General de la Administración (radicado en Alcalá de Henares) que se han rescatado para la exposición se pueden leer para ‘El verdugo’ cosas como «Pag. 126.- Suprimir la frase ‘¡Dos niños al año vamos a tener con ese invento! (un colchón de muelles)’» o «Suprimir la sombra del maletín (en el que el verdugo lleva los hierros del garrote) sobre unos fenomenales cuerpos de mujer tomando el sol en bikini».

«En general ninguna de estas secuencias encierra por sí misma ningún grave peligro -indica el dictamen de un censor encargado de analizar la película que protagonizaban Emma Penella, Nino Manfredi y Pepe Isbert-, pero sí pueden suponerlo todos en conjunto, ya que la mayoría pueden resultar poco respetuosas para los representantes eclesiásticos u oficiales». Y pese a la constante amenaza de la tijera, Berlanga fue capaz de sortear muchas de las cribas censoras y colar críticas que han convertido su filmografía en una de las más valientes de su época. Y es que, como dijo Franco tras ver aquella película en un pase privado, el problema de Berlanga no es que fuera comunista, que no lo era, sino algo peor: «un mal español».

El plano-secuencia

El visitante de «¡Viva Berlanga!» se encontrará también ante unas pantallas dedicadas a demostrar a través de imágenes y fragmentos de sus películas dos hitos de la creación y genialidad berlanguiana. Uno es el particular empleo que el director hacía del «plano-secuencia» y de la profundidad de campo.

«Te permite tener al grupo de actores bajo tu control, aunque no bajo tu atención», dijo el propio Berlanga en sus celebres conversaciones con Manuel Hidalgo y Juan Hernández Les. Este recurso, como se indica en la exposición, permitía «una coralidad en la que los personajes hablan sin escucharse los unos a los otros, actuando en beneficio propio y en detrimento del resto».

El otro hito berlanguiano que se mostrará en la exposición será el de la mención constante al Imperio austrohúngaro, una especie de fetiche narrativo cuya función era parecida a la fugaz aparición de Hitchcock en sus películas: mantener en vilo al espectador y hacerle sentir que formaba parte de una especie de comunidad religiosa cachonda y puñetera.

El Imperio Austrohúngaro, recordaba el periodista y crítico gastronómico Caius Apicius, «no conoció prácticamente más que un emperador, Francisco I, sí, el de Sissi, porque su sucesor, Carlos I, ocupó el trono sólo los dos últimos años del Imperio. Pero para los berlanguianos, el último emperador fue, naturalmente, Luis, y nadie ha dicho jamás ‘Imperio Austrohúngaro’ como el gran Pepe Isbert».

La exposición, en definitiva, quiere ser un tributo museográfico «a quien ha sabido retratar como nadie la historia de la España reciente», como destacaba ayer en un comunicado Glòria Tello, diputada del MuVIM, quien además señala que la muestra es una forma, accesible a todos los públicos, de «conocer y recordar su vital aportación al arte cinematográfico y de aproximarnos críticamente a medio siglo de nuestra historia, la que va de 1950 a 2010».

Por su parte, el director del MuVIM, Rafa Company, subrayaba que restituir en su justa medida la originalidad del cine berlanguiano es lo que ha guiado el diseño de esta exposición que «ha de servir también para dar a conocer la figura de Luis García Berlanga a aquellas generaciones más jóvenes que, teniendo en cuenta cómo circulan en nuestros días los flujos de comunicación de la historia cultural, desconocen la trascendencia de este valenciano en la historia del cine».

«Viva Berlanga» recopila carteles de las películas, incluidas sus versiones extranjeras, y los billetes de dólar que se imprimieron para promocionar «Bienvenido Mr. Marshall».

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