El universal beso de Gustav Klimt (Austria, 1862) llega a València en unos tiempos donde tanto se echa de menos ese gesto. Durante alrededor de media hora, la exposición inmersiva «El oro de Klimt» en el Ateneo Mercantil envuelve al espectador en el mundo del pintor simbolista. No se trata de una exposición al uso, de hecho, ni si quiera hay cuadros en las paredes. Estas son una veintena de enormes lienzos-pantallas de cinco metros de altura donde se proyectan miles de imágenes a gran escala y en movimiento de las obras más y menos conocidas del artista. Por ellos pasan, cómo no, ‘El beso’ y los retratos, paisajes o frisos cubiertos de oro, plata y teselas que el pintor austriaco realizó a lo largo de su vida.

En una sala a oscuras -solo iluminada por Klimt- de unos 400 metros cuadrados el visitante se zambulle en una exhibición visual, sonora y olfativa (a pesar de la mascarilla) en la que el arte de Klimt llega hasta el suelo. «Una experiencia 360 grados», explica a Levante-EMV, la responsable de la muestra, Alejandra Soto. «Es una experiencia diferente a lo acostumbrado, nos metemos de lleno en la obra de Klimt. Se mezcla su obra en movimiento con sonidos y olores para despertar los sentidos. Tiene un valor didáctico muy potente», añade.

El público pasea por la muestra, ayer. | F. CALABUIG

Recorrido por la obra completa

La exhibición, que se puede visitar hasta el 15 de agosto, recorre toda la trayectoria de Klimt, desde sus inicios más desconocidos hasta el final de sus días. Soto explica que «los comienzos de Klimt son obras de la Escuela Oficial de Viena, con temática histórica y dibujo correcto, pero poco a poco se le va viendo unas inquietudes y simbología muy potente, sobre todo en la mitología. Vamos a ir viendo cómo poco a poco va desarrollando ese dorado tan significativo e icónico de su obra, también fruto de ser hijo de un orfebre y sus muchos viajes a Rávena, donde descubre el mosaico bizantino y lo incorpora a su temática que pasa por los muchos retratos de mujeres». Al respecto, añade, «toda la gran burguesía vienesa quería ser retratada por él. Esas mujeres tienen una mirada y expresiones exquisitas, acompañadas de esa decoración tan inusual que aún hoy nos impacta y conmueve».

La exhibición se acompaña de grandes piezas de la música clásica de compositores universales como Beethoven o Schubert. Mientras, en el plano olfativo, Soto explica que han creado un perfume específico para esta exposición que va incorporando notas más dulces o cítricas según avanza el recorrido por las obras del «maestro del oro».

Para la responsable de la muestra, se trata de una experiencia «para todos los públicos. Los que no estén acostumbrados a ir a exposiciones, esta será una manera de introducirles en un mundo nuevo, mientras que para los habituales se trata de una forma diferente de conectar».

Soto destaca, además, la capacidad de sorprender de exposiciones como esta: «Siempre queda mucho por descubrir de grandes genios de la pintura» como Klimt o Van Gogh, a quien ya dedicaron una exposición de similares características hace años también en el Ateneo de València. «Los visitantes que creían conocer todo aún salen aprendiendo algo nuevo, salen con ganas de leer y aprender más», concluye Soto.

Desde Nomad Art, creadora de esta muestra y de la dedicada anteriormente a Van Gogh, apuestan «por acercar el arte a los más jóvenes empleando las nuevas tecnologías a partir de una propuesta didáctica capaz de captar el interés de público de todas las edades», señalan.