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Manuel Vicent | Escritor.

"El Berlanga interesante es cuando contacta con Azcona"

«Es posible que el caso del verdugo pusilánime de la envenenadora de València en 1954, inspirará la película»

«El Berlanga interesante es cuando contacta con Azcona»

Manuel Vicent (La Vilavella, 1936) vio a Berlanga filmar Novio a la vista en Benicàssim (1954) cuando tenía 18 años y luego pasó muchas horas en Madrid con el cineasta que nació hoy hace cien años. Su evocación aún provoca la sana ironía de los perspicaces.

¿Está de acuerdo con la definición de berlanguiano de la RAE?

Totalmente de acuerdo. Berlanguiano es un término que define algo divertido, disparatado, y a la vez con un componente de humor cáustico. El hecho que Berlanga se haya apoderado de unos personajes que los reconoces como propios significa que Berlanga ya era un creador.

En «Ava en la noche», su última novela, cuenta como Berlanga pudo dejarse influenciar por el caso del verdugo pusilánime de la envenenadora de València.

En 1954 ajusticiaron a la envenenadora Pilar Prades Expósito. Cundió el rumor por València -yo estaba allí estudiando primero de Derecho-, que el verdugo no se había atrevido a darle garrote. El rumor partía del hecho que en el momento justo que la iban a garrotar, al director de la cárcel le dio un ataque de epilepsia, y todos los testigos que había allí no sabían que hacer. En ese momento Pilar Prades, que tenía ya puesto el dogal gritó: «¡Póngale un pañuelo en la boca porque se puede cortar la lengua!». De ese suceso salió el falso rumor de que el verdugo no quería ejecutarla.

Y eso se lo contó a Berlanga.

Sí, un día le dije en Madrid si eso le había servido de inspiración, y no me dijo ni que sí, ni que no. Pero es posible que ese rumor fuera motivo de imaginar un verdugo cobarde, pusilánime.

También cuenta en «Ava en la noche» que vio a Berlanga por primera vez en el rodaje de «Novio a la vista» en el Voramar de Benicàssim.

Lo recuerdo perfectamente con un pantalón meyba y sombrero. Por allí andaba una francesita que quería salir de extra y Berlanga prohibió que se acercará. Pues esa francesa era Brigitte Bardot. Ya en Madrid cuando le decíamos a Berlanga que había desaprovechado la ocasión, decía que si hubiera dejado entra a esa chica en el rodaje, la cámara hubiera ido detrás de ella y nos hubiéramos quedado sin protagonista.

Se veían mucho con Berlanga en la peña Tirant Lo Blanch en Madrid. ¿Se acuerda de la discusión entre él y Juan Genovés?

Había discusiones en la peña, pero esa no la recuerdo. Pudo haberla por cuestiones políticas, porque Berlanga era apolítico, decía que era anarquista burgués independiente. Sí recuerdo que una vez vino un catalán de Girona y le dijo a Berlanga: «vosté té obligació de parlar en català»... Berlanga alucinó.

Genovés y Berlanga eran forofos del Valencia.

Genovés era tan fanático del Valencia, que a veces yo le decía: «¿qué prefieres la dictadura del proletariado o que el Valencia gané la Copa del Generalísimo?». Y claro prefería ganar la Copa....

Bardem y Berlanga se reencontraron en València en 1994 muchos años después de reñir. ¿Hicieron las paces?

Bardem siempre iba detrás de Berlanga para que firmará manifiestos contra el régimen. Berlanga siempre daba excusas. Una vez estaban en una cafetería Berlanga y Azcona y vieron entrar a Bardem con unos papeles bajo el brazo. Berlanga dijo: «¡Pero a ese hombre no lo han detenido todavía!».

Ironía berlanguiana.

Berlanga le dijo: «firmaré contra la pena de muerte». Cuando iban a ajusticiar a Grimau, Bardem fue para que firmará, y Berlanga dijo: «firmaré cuando la sentencia sea firme».

De todas formas, Franco llegó a decir de Berlanga que era un «mal español».

Los periódicos de izquierdas italianos llamaban a Franco «Il boia», el verdugo. Cuando la película se llevó al Festival de Venecia, la traducción fue «Il boia», con lo que Sánchez Bella, que era el embajador, pilló un cabreo increíble. Siempre le preguntaba a Azcona y Berlanga como la censura había dejado pasar ese guión, y me decían que se creían que era una película de risa. Y es una de las películas más duras, cáusticas y con una talento maravilloso.

¿Le ha sorprendido que dejará para la posteridad el guion de «¡Viva Rusia!».

Para nada. El guion de «¡Viva Rusia!» lo tenía grabado en el subconsciente de la División Azul y todo aquello.

Era la cuarta parte de la familia Leguineche.

El Berlanga interesante es cuando entra en contacto, casi explosivo, con Azcona. La «primera escopeta» es maravillosa y va perdiendo intensidad.

Berlanga, Genovés, Brines, incluso Manuel Vicent. ¿Hay que irse de València para triunfar?

No me ido de València. Vivo en Madrid y tengo un casa en Dénia. Ya lo dijo Joan Fuster, «tu no te has ido de València, escribes y piensas en valenciano, y todos tu resortes literarios son de València». Los verdaderos lugares son los que no están en el mapa, están en la mente. Y tanto Berlanga, como Genovés, Brines el mapa de verdad que estaba en su mente era València, el Mediterráneo. Y en mi caso completamente igual.

En el último fotograma de Berlanga en «País-Tumbuctu» dice «Tengo miedo. L.». ¿Fue su testamento?

Berlanga perdió la cabeza al final de sus días, pero tenía mucho miedo a morir, a pasarlo más. Era muy hipocondriaco. Amaba tanto la vida, los placeres, que la muerte le producía terror.

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