Es uno de los estudios de diseño más conocidos -y reconocidos- de València. Marisa Gallén, Carmina Ibáñez y, desde Madrid, Isabel Rincón de Arellano son Gallén+Ibáñez&Co. Su trabajo para el festival Ensems de 2011 protagoniza la lámina que hoy entrega Levante-EMV en su colección «Iconos del diseño valenciano. Del 1930 al 2022», en colaboración con València Capital Mundial del Diseño y el Arxiu Valencià del Disseny.

«Haber trabajado para festivales como Ensems, teatros o museos, es decir, trabajar en tantas manifestaciones importantes para la vida cultural de València nos hace comprender que la cultura es el alma de las ciudades, que es vital para crear entornos urbanos vibrantes».

La cultura -añaden- «proporciona a los diseñadores una plataforma de diseño experimental e innovador. El cliente cultural suele ser respetuoso con el creador y tanto él como su público están acostumbrados a una publicidad atractiva», explican las diseñadoras. «Ensems es un festival de música contemporánea con una larga trayectoria y he sido la diseñadora del festival durante casi 20 años. Se convirtió en uno de mis proyectos favoritos», añade Ibáñez, Premio Nacional de Diseño en 2019.

Música, amor  y mucho diseño

Música, amor y mucho diseño Begoña Jorques. València

Diseño y símbolos

Sobre la inspiración para la imagen del festival impulsado por la Conselleria de Cultura partieron de una cuestión: «¿Puede la música contemporánea hablar de amor?». «El diseño gráfico es una disciplina que facilita la comprensión de los mensajes, no usa un lenguaje críptico solo para iniciados. Se trata de una disciplina próxima al espectador porque se basa en los códigos visuales de las culturas o segmentos sociales a los que se dirige. Utilizar el corazón como símbolo del amor es ampliamente reconocible en nuestra cultura y cuando superpones instrumentos musicales se puede asociar al título Love Songs! A diferencia del arte, el diseño gráfico hace un uso de la ambigüedad menos compleja y pretende que en un breve lapso de tiempo el receptor sea capaz de descifrar el mensaje, si el lapso es demasiado largo generará cierta confusión y rechazo», explican.

Para ellas, trabajar con clientes del mundo de la cultura no es nada nuevo y por sus palabras se intuye que les gusta. «Las manifestaciones culturales de todo tipo siempre se reinventan, adelantándose o adaptándose a las nuevas realidades sociales o tecnológicas, y para reinventarse hay que innovar, hay que arriesgar. ¿Hasta dónde se puede arriesgar? El límite es tu imaginación y tu buen juicio».

Sin embargo, no hay clientes mejores o peores para ellas. Se sienten cómodas «con todos los que nos han elegido porque tanto sus gustos estilísticos como sus valores están alineados con los nuestros. Es necesario que el cliente conozca bien al diseñador que ha seleccionado y confíe en él, de este modo la conversación girará sobre los aspectos funcionales y no sobre los subjetivos del gusto».

Aseguran, al respecto que «nos gusta hacer de todo, ir cambiando de disciplina evita el aburrimiento que nos produciría tener un enfoque muy especializado. Afortunadamente en el estudio entran proyectos variados de identidad, packaging, edición o comunicación».

Música, amor y mucho diseño

El «superpoder» del diseño

Respecto al buen diseño defienden que «es frecuente confundir el diseño únicamente con la apariencia estética de los objetos, es decir, con sus valores sensoriales y emocionales. Sin embargo, el ‘superpoder’ del diseño radica en el pensamiento que hay detrás de esa apariencia formal, en la manera de enfocar y resolver los problemas. El modus operandi del diseño consiste en aunar equilibradamente el pensamiento analítico con el pensamiento intuitivo. Es decir, las decisiones de diseño se basan por una parte en datos tomados de la realidad y en nuestra intuición. La intuición es la capacidad de comprender algo de inmediato sin necesidad de un razonamiento consciente, es instintivo pero no es magia, se basa en la información que has acumulado a lo largo de toda tu vida».

Para ellas, el potencial del diseño «lo hemos de utilizar para mejorar la calidad de vida porque es omnipresente y si se utiliza bien es una herramienta para producir bienestar. A todos nos gustan los espacios acogedores y bien iluminados o relacionarnos con productos que nos transmiten emoción. El buen diseño no debe ser prerrogativa de las élites, una de las funciones del diseño es democratizar la excelencia».

Música, amor y mucho diseño

Sector con buena salud

El diseño está en todas partes y muestra de ello es que las instituciones y empresas cada vez recurren más a los profesionales para impulsar su imagen y proyectos. «La proliferación de escuelas de diseño y de espacios bien diseñados, la profesionalización de sus diversas disciplinas o su inclusión definitiva en el ecosistema empresarial, son indicadores que prueban la buena salud de esta profesión», explican las diseñadoras.

A esto añaden que «València está apostando por convertirse en terreno fértil para la creatividad. La capitalidad pretende propiciar ese caldo de cultivo que pueda transformar a València en ‘ciudad creativa’. Una ciudad con talento es la que ofrece a sus vecinos las máximas oportunidades para su desarrollo personal, profesional o económico. Pero no hemos de olvidar que los cambios sociales requieren de mucho tiempo, podríamos incluso hablar de generaciones. Bueno, ahí estamos: abonando el terreno», concluyen.

Música, amor y mucho diseño