El Museo de Bellas Artes de València ha recibido en donación el "Retrato de José Ferrer Mangrina", escultura en yeso patinado realizada en 1926 por Ricardo Boix (1904-1994), el escultor del art déco valenciano por excelencia que mejor simboliza la transición hacia la modernidad de la escultura valenciana de las primeras décadas del siglo XX.

La obra consiste en un busto de Ferrer Mangrina, amigo personal del escultor. Ha sido donada por María Teresa y Juan José Ferrer, nietos del retratado, y ha servido de impulso para crear un espacio permanente con la obra del escultor que, a su vez, "restituye la memoria histórica" tanto el artista como de su retratado, uno de los últimos exiliados que embarcó en el buque Stanbrook desde Alicante con rumbo al norte de África en 1939, tras la Guerra Civil española. Así lo han puesto de relieve los nietos de Ferrer y el director del Museo de Bellas Artes, Pablo González Tornel, durante la apertura de este nuevo espacio, ubicado en el edificio Fase V del recinto. También han asistido Marisa Ferrer Hurtado, hija de José Ferrer, y Kharis Boix, hija del escultor Ricardo Boix.

Presentación de la nueva escultura de Ricardo Boix Europa Press

El busto de Ferrer Mangrina está acompañado de tres esculturas más de Boix que ya poseía el Museo: "Arqueros", "República española" y "Sindicato", relieves de fuerte contenido político y social en los que demuestra una "perfecta simbiosis" entre forma y significado.

María Teresa ha explicado que a raíz del fallecimiento de su padre, hijo de Ferrer Mangrina, decidieron donar este busto al Bellas Artes para "hacer realidad" lo que él quería: "que fuera una obra pública que se pudiera visitar".

Para el director del museo "tan importante como recuperar al magnífico escultor que fue Boix, resulta reivindicar la memoria de José Ferrer, uno de los exiliados que embarcó en 1939 en el buque Stanbrook". En este sentido, ha reivindicado que, más allá de "colgar piezas", los museos tienen la obligación de "contar historias" y en este caso, la de dos personas que "merece la pena ser contada". La escultura que le dedicó Ricardo Boix representa su rostro de manera realista, minuciosa en los detalles que singularizan sus rasgos. El cabello, por el contrario, se resuelve a modo de mechones irregulares, asimétricos, casi fantásticos, muy en la línea del art déco. Es esta dualidad entre el realismo del rostro y la imaginación del cabello hace especialmente atractivo este retrato.