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Rodrigo de Borja, papa de Roma y heredero de Osiris

El libro «Els Borja i l’art» analiza el legado cultural de la familia valenciana y desentraña el significado de los murales que Alejandro VI mandó pintar en su apartamento del Vaticano

Bóvedas dedicadas al mito de Osiris en el Apartamento Borja del Vaticano Voro Contreras

Sí, como reconoce el catedrático de Historia del Arte Marià Carbonell, Alejandro VI no ha pasado a la historia como un intelectual ni un humanista, de la misma forma que su vida íntima no fue demasiado edificante ni su nepotismo un ejemplo a seguir. Pero igual que cada vez está más claro que la leyenda negra que ha acompañado a Rodrigo de Borja y su descendencia es, en muchos sentidos, históricamente injusta, hoy es imposible negar que el segundo pontífice valenciano después de su tío Calixto III fue uno de los grandes promotores del arte de su tiempo en Italia y, por lo tanto, en toda Europa.

Uno de los trabajos que más pueden contribuir a este conocimiento y a la reivindicación de Rodrigo y sus descendientes como mecenas es ‘Els Borja i l’art’ (editorial 3 i 4), un volumen que reúne seis estudios realizados por Carbonell sobre la relación de la saga borjiana con el arte.

En el libro encontramos desde un estudio sobre la actividad coleccionista de los duques de Gandia, pasando por las facetas como consumidores de arte del cardenal Juan de Borja el Mayor y de Charlotte d’Albret y Louise Borgia -mujer e hija de César Borja-, hasta la relación del belicoso hijo de Rodrigo con dos de los grandes genios del Renacimiento: Leonardo da Vinci y Miguel Ángel.

Pero Carbonell ha reservado el inicio del libro al estudio que él mismo llevó a cabo hace 30 años sobre la figura de Rodrigo de Borja-Alejandro VI como promotor artístico. El retrato -actualizado para este proyecto- incluye un repaso al impulso que dio el papa nacido en Xàtiva a la modernización urbanística de Roma, a su papel en la introducción del Renacimiento en la Península Ibérica a través de València o a las intervenciones artísticas que promovió en edificios romanos como Santa Maria Maggiore -cuyo techo dorado, según la leyenda, se hizo con el primer oro que llegó de América-, o el Castelo Sant’Angelo.

Artesonado de la Iglesia de Santa Maria Maggior M. C.

El enigma de Pintoricchio

El gran protagonismo de este estudio lo tiene el Apartamento Borja del Vaticano y el posible significado del enigmático ciclo pictórico que cubre sus muros y bóvedas. Rodrigo le encargó los murales que iban a decorar sus estancias privadas a su pintor de cabecera: Bernardino di Betto di Biagio, conocido como Pintoricchio. El maestro del Quatroccento y su taller trabajaron durante dos años en un programa iconográfico en el que la doctrina cristiana -santos, profetas, apóstoles y escenas de la vida de Cristo y María- se fusiona con los motivos paganos.

Carbonell subraya el interés que tenía Alejandro VI por este tipo de temas alejados de la doctrina de la que él era el máximo representante. «En la corte pontificia tenían buena entrada personajes dedicados a la magia, la alquimia, la astrología y la cábala cristiana, sin dejar de ser considerados buenos teólogos», escribe el historiador mallorquín.

Pintoricchio. Apartament Borja 1

En el Apartamento Borja, la sala que quizá mejor representa esta inquietante convivencia entre lo convencional y lo profano es la de los Santos. En sus paredes del apartamento, Pintoricchio representó la historia de la redención humana que culmina con la resurrección de Cristo observada por el propio papa. Pero en las bóvedas de la sala de los Santos, el papa mandó representar el mito del rey y dios egipcio Osiris, un motivo totalmente inédito hasta entonces que la mayoría de expertos han tomado como una especie de idolatría de la imagen heráldica de los Borja, identificando el toro del escudo de la familia con el toro que representa al divino Apis, heraldo de Osiris.

Detalle de la procesión triunfal del dios Apis, representado por un toro, similar al símbolo de los Borja,

Detalle de la procesión triunfal del dios Apis, representado por un toro, similar al símbolo de los Borja, M.C.

Pero el autor de ‘Els Borja i l’art’ cree que la selección de Osiris como motivo principal va más allá de la magnificación de la figura del papa y la identificación del santo padre nacido en Xàtiva con Cristo-Osiris-Apis. Al igual que otros príncipes renacentistas, Rodrigo quiso dotarse de un antepasado mítico o histórico. Pero el suyo no podía ser uno cualquiera. «Su origen solo podía residir en Osiris, el fundador de la civilización etrusca -escribe Carbonell-. Por eso, las pinturas del ciclo osiriano son un intento de construir una genealogía gracias a la cual el pontífice acababa siendo el descendiente directo del fundador de la civilización etrusca».

València, la Roma hispana

¿Y por qué el de los etruscos? La «inspiración» se la ofreció uno de esos personajes místicos y embaucadores que frecuentaban su corte: Annio di Viterbo, monje dominico, teólogo, profesor de gramática latina, orador apasionado, pionero de los estudios anticuarios, aficionado a la alquimia y la astrología, etruscólogo, inventor de lenguas y, sobre todo, falsario.

Según Annio, antes de fundar en la provincia de Viterbo la civilización etrusca, Osiris había estado en la península ibérica y, tras derrotar a los Titanes, había creado allí una saga de reyes, el vigésimo de los cuales fue Romus, mítico fundador de València y presunto antepasado de los Borja.

«Para Annio -escribe el historiador- no era casual que València y Viterbo tuviesen a San Lorenzo de protector, pero más importante era que de la vetustísima València procediesen los “heroibus inclyta Borgiis”, de manera que viniendo de la Roma ibérica (València) no puede sorprender el poder que consiguieron» en la Roma italiana.

Además, como indica Carbonell, al mandar representar a Osiris en sus apartamentos, Rodrigo no solo estaba sugiriendo el origen mítico de su familia sino justificando también su programa político y militar. Los Estados Pontificios eran fácilmente identificables desde el punto de vista geográfico con el que ocupaban los antiguos etruscos.

Con los murales de Pintoricchio sobre Osiris, Rodrigo defendía la legitimidad de sus ambiciones territoriales

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«Por lo tanto -escribe el historiador-, Annio había encontrado la justificación histórica del programa político que inspiraba Borja: la reconquista y sujeción de esos territorios para asegurar así un estado centralizado bajo el control directo del papa y no por pura ambición personal».

Alejandro VI murió en 1503 sin ver cumplido los objetivos históricos que quiso proclamar a través de las pinturas de Pintoricchio. Tras la muerte del papa valenciano, su sucesor y enemigo íntimo Julio II cerró los aposentos y permanecieron abandonados hasta que León XIII los reabrió en 1889. Hoy forman parte del circuito cultural y turístico del Palacio Apostólico Vaticano y albergan la Colección de Arte Religioso Moderno con pinturas de Gauguin, Chagall, Klee, Dalí o Kandinsky.

El amor, el canal y la espada de César

Al igual que su padre, César Borja, el segundo hijo que tuvo Rodrigo con Vannozza Cattanei, no ha pasado a la historia como un gran mecenas del arte. Y eso pese a que llegó a contratar a Leonardo Da Vinci y a fijarse en Miguel Ángel cuando éste aún no había adquirido la condición de genio. En ‘Els Borja i l’art’ Marià Carbonell repasa la rocambolesca trayectoria de un «Cupido» durmiente esculpido por Buonarotti que César compró, regaló, recuperó y volvió a regalar y que permanece desaparecido desde el siglo XVII. A Leonardo lo contrató César más con fines políticos y militares que artísticos. Da Vinci fue consejero del Duque durante dos años en obras de ingeniería militar y de fortificación, un cargo que, como señala Carbonell, solo podía ser para una persona de su máxima confianza. Apenas hay vestigios del resultado de aquella relación, pero el libro de Carbonell incluye los planos del ambicioso proyecto no realizado de excavar un canal navegable entre Cesanatico y Cesena. Por último, el estudio de Carbonell ejemplifica los intereses artísticos de César con una espada de su propiedad forjada por Ercole de’ Fedeli cuya profusa decoración aludiendo a las campañas de pacificación emprendidas por Julio César adquieren un sentido político programático evidente o, como mínimo, son una clara declaración de intenciones César Borja.

Espasa de César Borja. Fondazione Caetani Roma RIZZIPasquale

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