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Escultor.

Jaume Plensa: "Mi escultura tiene un pie en la poesía y otro en la industria"

"Me hace mucha ilusión la exposición de la Fundación Bancaja porque recoge obra que no es tan conocida, bronces de tamaño y formato pequeño, pero muy íntima"

Jaume Plensa BAUCELLS/PLENSA STUDIO

La literatura es una fuente de inspiración para Jaume Plensa (Barcelona, 1955). Lector de T.S. Eliot, William Shakespeare, Dante, Goethe y también de Vicent Andrés Estellés. El escultor está en su taller barcelonés preparando las piezas que se envían a València. Antes de empezar la entrevista le comento que Hotel París es uno de mis poemarios favoritos de Estellés. «Ya tenemos muchas cosas en común», apunta.

La Fundación Bancaja acoge su mayor retrospectiva.

Me hace mucha ilusión porque se ha ido recogiendo obra que no es tan conocida, de tamaño y formato pequeño, pero muy íntima, bronces prácticamente. Está comisariada por Javier Molins y es un placer trabajar con él. Será una exposición superinteresante.

¿Con relevancia de las letras sobre las caras?

La hemos titulado «Poesía del silencio» porque durante toda mi trayectoria le ha dado mucha importancia a mi manera de intentar comunicar el silencio. Crear un mundo paralelo donde se puedan oír tus pensamientos o las vibraciones de tu cuerpo. Para mí el texto es como escribir una partitura de nuestra voz. Cuando un músico escribe la partitura de un violín, de un piano, o de un clarinete, es como cuando nosotros escribimos en un papel palabras que son nuestra voz en silencio. La primera pieza donde incorporé texto cuando trabajaba el hierro colado fue Macbeth.

¿Esa metáfora del silencio es una llamada de alerta?

Es un silencio poético. Mi taller está en un polígono industrial y me he acostumbrado a ese ruido de fondo permanente de los talleres. Mi escultura tiene un pie en la poesía y otro en la industria. Es como una mezcla extraña de lo físico, lo material, y de lo inmaterial, de lo invisible; de todas esas ideas que quisiéramos expresar y nos sobrepasan. La escultura tiene esta enorme capacidad en la contradicción propia de su función. Hay un ruido mediático que nos inundan de mensajes que ya no sabemos si las ideas son nuestras o vienen de un eco de otras cosas que nos llegan. Hablo de este ruido, esa especie de incapacidad de saber el que es nuestro y no. De poder expresar un mundo interior que mantenemos permanentemente oculto y que no explicamos a nadie porque nos parece que es inapropiado. La escultura está relacionada directamente con el cuerpo, es un medio extraordinario para hablar del alma, que sería el complemento.

¿Los alfabetos orientales son más atractivos por sus letras?

Cada cultura tiene una forma de expresión. El mundo chino y japonés hace una caligrafía muy pictórica porque en el propio trazo hay una filosofía detrás. No estás escribiendo una letra, sino una palabra, un concepto. Un caligrama ya es una palabra. Hay un momento en mi carrera que mezclo alfabetos de todo el mundo en esos personajes que hacía de letras. Empezaba a viajar por todo el mundo y tenía amigos en todos los sitios y me pareció interesante combinar todos los alfabetos, que aunque no los conozcas, los admiras porque son una fotografía perfecta del sitio donde se han creado.

Su obra siempre con el cuerpo y letras.

Cuando ves el alfabeto indio, en comparación con el nuestro o el hebreo, con el chino, es extraordinario ver como nos expresamos, y de ahí sale la creación de ese tipo de personajes. Habrá uno así delante del edificio de la Fundación Bancaja que llega desde Inglaterra, donde se entiende muy bien eso que digo. Este hombre, esta mujer, este ser, porque no tiene sexo, es como el cuerpo humano hecho de letras y caligramas de diferentes lugares del mundo. Y además abierto para que la gente pueda entrar y quedar abrazado como de una mano universal. Una pieza que podrá disfrutar la gente, aunque no entre en la exposición.

Aquel niño que se escondía en el piano de su padre expone obra alrededor del mundo.

Honestamente no soy consciente. Todavía tengo la sensación de esconderme en el piano de mi padre. Mi relación con la escultura es muy emotiva, por tanto, sigo viviendo de estas sensaciones. He viajado mucho, verdad, es parte imprescindible de mi vida. No podría vivir sin el viaje, pero con la contradicción que necesito un punto donde crear, construir y desarrollar. Añoro el olor del polvo del piano. Recuerdo el poema de Estellés en Hotel París que hablaba del polvo de abajo de la puerta de casa. Creo mucho en ese concepto que Estellés desarrolló con tanta precisión de la intimidad dentro de lo universal.

Sostiene que la escultura crea un puente entre la humanidad y el alma.

Tiene una capacidad enorme de crear estos puentes entre las personas, pero sobre todo entre sus espiritualidades. En 2015, durante la Bienal de Venecia en la Basílica de San Giorgio Maggiore recuerdo mi proyecto «Together», que quería representar eso, la invitación a cualquier que tenga esta voluntad espiritual. Y ya está, no importa de qué religión eres, ni el origen, ni la cultura. Nos falta esa voluntad de estar juntos y la escultura tiene esa capacidad enorme de crear esos vínculos.

Muchas veces explica que la escultura tiene ese punto ancestral.

Sí, de relación en la divinidad. En lo que no somos capaces de escribir, que podría ser la atracción más pura, la belleza absoluta que nos sobrepasa con esa especie de shock que a veces tienes y no sabes por qué, con un estado de ánimo de llanto.

Ha hecho las puertas del Liceu y aquí llenó la Ciutat de les Arts con aquellas enormes siete caras. ¿Qué le parece el espacio escultórico de la ópera en València?

Santiago Calatrava es un hombre de un prestigio internacional y realizó una pieza icónica para València. Alguien puede estar en acuerdo o desacuerdo, pero es indiscutible que la Ciutat de les Arts es el icono de València y eso lo logró Calatrava.

Después de la exposición en València debuta en la ópera con ‘Macbeth’. ¿Hará más óperas?

Ya he comentado que la primera pieza donde puse texto fue Macbeth porque siempre me había fascinado como pieza leída. Me gusta mucho Shakespeare, pero sobre todo Macbeth y leía siempre ese trozo que me fascinaba «Sleep no more», el momento donde él se da cuenta de que no ha matado una persona, sino la posibilidad de dormir. Siempre he defendido que esa es la mejor definición de escultura, que trabajando en materias hablas de lo invisible, y utilicé ese momento cuando él escribe eso a su mujer. Al director artístico del Liceu, Víctor García de Gomar, que me conoce desde hace muchos años, le vino ese flash. Ellos están celebrando el 175 aniversario de la ópera y quería que hiciera esa intervención en las puertas del edificio y como estuve años colaborando con la Fura haciendo escenografía, me dijo por qué no hacía un proyecto completo con Macbeth. Fue un regalo envenenado, no podía decir que no. Dirijo también la pieza, la escenografía, el vestuario... Es un proyecto propio. Estoy poniendo el cuerpo y el alma porque es muy ambicioso.

¿Trabaja con música?

Muy pocas veces porque me absorbe completamente. Cuando dibujo, a veces me pongo música. Ahora estoy oyendo Macbeth de Verdi.

¿El mundo que dejamos a nuestros hijos será peor?

Qué pregunta... Mi padre a veces me decía que teníamos tantas cosas que no sabíamos ni jugar. Pensaba que el mundo que nos dejaba era peor que el suyo. A veces nosotros tenemos la sensación que dejamos un mundo peor que el nuestro.

¿Optimista?

Siempre he sido bastante optimista, o me gusta enviar un mensaje de esperanza. Sí, es un mundo muy complejo, pero creo que estamos dejando un mundo diferente y nuevo, pero como siempre. Todas estas desgracias en la naturaleza, es muy preocupante, pero el ser humano reaccionará. La pieza que he instalado últimamente en New Jersey, delante de Manhattan, es una chica con los dedos en los labios pidiendo silencio. No está pidiendo silencio a Manhattan, está pidiendo silencio para escuchar de nuevo el sonido del agua. Porque el sonido del agua es como si nos hablará con una voz profunda, ancestral. A veces nos hemos olvidado de escuchar estas cosas de la naturaleza. Si todos hacemos algo de nuestra parte, hay un futuro interesante, como mínimo.

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