Crítica

Alto riesgo

El deslumbrante violista alemán Nils Mönkemeyer

El deslumbrante violista alemán Nils Mönkemeyer

Justo Romero

Justo Romero

ORQUESTRA DE VALÈNCIA. Nils Mönkemeyer (viola). Dennis Russell Davies (director).

Programa: Obras de Schnittke (Concierto para viola), y John Adams (Harmonielehre).

Lu­gar: València, Palau de les Arts. Entrada: Alrededor de 400 personas. Fecha: Miércoles, 5 abril 2023.

Programar un concierto con obras de Schnittke y el estadounidense John Adams en pleno Miércoles Santo era una operación de alto rasgo abocada al fracaso. No más de 400 espectadores acudieron a esta cita a destiempo con la Orquestra de València en una velada desaborida en la que el intenso y personalísimo Concierto para viola y orquesta que Schnittke compuso para Yuri Bashmet convivió con la vistosa intranscendencia minimalista de Harmonialehrer, de Adams. Blanco y negro.

La cita contó, sí, con el atractivo de la presencia solista del no solo deslumbrante violista alemán Nils Mönkemeyer (1978), y de la batuta de un nombre tan ligado a los minamalistas (Glass, Reich, Nyman, el propio Adams…) como el veterano director estadounidense Dennis Russell Davies (Toledo, Ohio, 1944).

Lo mejor del desigual concierto fue, por goleada, el Concierto de Schnittke y el debut de Mönkemeyer, artista de abrasadora técnica que él pone sin reservas al servicio de un valiente y arrojado sentido estético. Solo así es posible recomponer el impresionante concierto que compone Schnittke en plenitud, en 1985, alentado por Bashmet y apoyado en su inconfundible sello expresivo. Shostakóvich habita tanto en sus tres elocuentes movimientos como la fascinación arcaizante y los guiños entrañables al último romanticismo, que casi besan al mismísimo Richard Strauss.

Nils Mönkemeyer y el director.

Nils Mönkemeyer y el director.

El uso del clave dentro de una orquestación que prescinde de los violines subraya esta distintiva querencia barroca. Fue una interpretación de libro, con un acompañamiento enzarzado con alfileres por un maestro a todas luces ajeno al universo de zozobra, de lamento y desolación que, pese a destellos esporádicos, alienta la partitura.

El público captó y se impregnó de la verdad sin reservas de la versión, atrevida y sin paños calientes, planteada por Mönkemeyer. Gran ovación y bravos bien merecidos. “Para descansar un poco”, dijo con humor en un español más que correcto, “voy a tocar una sarabanda de Bach”. Y el tiempo se congeló...

En la segunda parte, más que “congelarse”, el tiempo se disipó. Dennis Russell Davies, más en su salsa, animó los compases de Adams con soltura, saber y dominio. Los años no perdonan, pero quien tuvo retuvo. Y a sus 78 años el maestro estadounidense coronó una versión brillante y resuelta de esta obra supuestamente nacida a la sombra del Tratado de armonía de Schönberg, algo “verdaderamente inexplicable”, como lúcidamente escribe el propio Adams.

Imposible, también, encontrar las “sombras” de Mahler, Sibelius, Debussy y del joven Schönberg” de las que, con evidente inmodestia, habla el compositor de esta “extraña pieza”. La Orquestra de València dejó asomar fisuras y carencias en pasajes (violas, violonchelos y oboes particularmente) que evidenciaron la falta de un trabajo más pulido y exigente en los ensayos. El demagógico y resultón crescendo final hizo que la velada acabara en vacuo y aparente éxito. ¡Cosas!

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