Los trazos ocultos del ‘Spagnoletto’

Una casa de subastas de Viena vende «San Francisco penitente», de Ribera, por 80.000 euros

San Francisco penitente, de José de Ribera.

San Francisco penitente, de José de Ribera. / Levante-EMV

Begoña Jorques

Begoña Jorques

Incluso los mayores genios de la Historia de Arte tuvieron sus dudas a la hora de lanzar sus pinceladas. No es extraño, con el paso de los siglos y la ayuda de las tecnologías, descubrir trazos ocultos en pinturas de los grandes maestros. La reflectografía de infrarrojos ha permitido descubrir aquellas iniciales intenciones de los artistas ante sus lienzos que, finalmente, quedaron ocultas a los ojos en la versión definitiva. Tal es el caso del cuadro San Francisco penitente (1640), de José de Ribera (Xàtiva, 1591-Nápoles, 1652), conocido como ‘lo Spagnoletto’. La pieza sale a subasta el 3 de mayo en una casa de subastas en Viena (Austria), con un valor estimado entre los 80.000 y 120.000 euros.

Los 'arrepentimientos' del pintor

Este cuadro muestra al penitente San Francisco adorando el crucifijo después de recibir los estigmas en la iglesia Porciúncula, cerca de Asís. La calavera sobre la roca en primer plano a la derecha sirve para representar la meditación del santo sobre la mortalidad. El análisis científico realizado sobre esta pintura, según recoge la casa de subastas, «revela su calidad». «La obra está pintada sobre un fondo marrón oscuro y se produjeron algunos cambios, como indican las imágenes infrarrojas: los brazos del crucifijo eran más cortos, por lo que se amplió para albergar al Crucificado; la manga derecha del hábito de San Francisco era originalmente más larga y el perfil de la montaña hacia el cielo se reducía un poco. Estos últimos cambios dieron luz a la 'ventana' del paisaje, donde la masa azul media del árbol completa la masa horizontal de las montañas en el fondo. El hábito también se modificó en el pecho, donde los pliegues casi verticales apuntan directamente a la cabeza del santo, mientras que en la primera idea pintada el escote del hábito era más grande y semicircular, como si la capota fuera un elemento diferente añadido a la hábito», explican las mismas fuentes.

Además, «la reflectografía infrarroja también revela la estructura rocosa de la cueva que, junto con la cruz, el libro y la calavera, vincula la imagen con los sujetos meditativos de San Jerónimo o la Magdalena Penitente», dice la casa de subastas. «Una lectura más profunda de las zonas más oscuras permite apreciar la construcción del pintor de un sutil equilibrio entre luces y sombras y también el juego de líneas rectas y curvas, a lo largo de las diagonales: la curva del borde de la cueva, a la izquierda, se repite, como muestran los infrarrojos, en la roca oscura detrás de la cabeza de San Francisco, paralelo a su brazo que sostiene el crucifijo».

Modelo único

El conservador e investigador Nicola Spinosa fecha esta obra hacia 1640, al tiempo que la casa de subastas defiende que «puede compararse con otras dos obras del artista, el San Pedro en oración realizado hacia 1640 (en paradero desconocido) y el San Francisco en éxtasis de 1642, conservado en el Monasterio de San Lorenzo del Escorial para el que Ribera pudo haber utilizado el mismo modelo».

Las pinturas de tres cuartos de santos representados en penitencia o en meditación son frecuentes en la obra de Ribera y, probablemente, fueron concebidas para ajustarse a la sobria espiritualidad contrarreformista de sus mecenas españoles y napolitanos, añaden los expertos. Son típicas de estas representaciones la Magdalena Penitente y el San Bartolomé de la serie firmada y fechada en 1641 del Museo del Prado, así como el cuadro de San Francisco en meditación en la Galleria Palatina del Palazzo Pitti, en Florencia, todos similares a la presente composición.

«En la década de 1640 la carrera de Ribera ya estaba bien establecida en Nápoles. Aquí el artista exploró la tradición ‘tenebrista’ creando obras dramáticas articuladas a través de contrastes de luces y sombras. Como muchos artistas que habían visto las obras de Caravaggio en Roma o Nápoles, Ribera quedó impresionado por su técnica y experimentó con la luz para crear contrastes de claroscuro. Sin embargo, nunca se convirtió en un seguidor directo de Caravaggio, sino que amplió las nociones de realismo del pintor, desarrollando así su propio estilo característico, que es una declinación visceral y esencialmente española del estilo realista», concluyen los investigadores y la casa de subastas.

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