No todo va a ser matar: así son los autores VLC Negra cuando no escriben

Pérez Gelida trabaja arrullado por el sonido de un secador

No todo va a ser matar: así son los autores VLC Negra cuando no escriben

No todo va a ser matar: así son los autores VLC Negra cuando no escriben / OLYMPUS DIGITAL CAMERA

El pasado sábado, Jo Nesbo, la estrella invitada a la edición de este año del festival VLC negra, dejó sus bártulos literarios y cogió cuerdas, pies de gato y arneses para enfrentarse a la Mola de Montesa, uno de los templos de la escalada en la provincia de València. El autor noruego ha escrito 26 libros en 26 años que han sido traducidos a más de 50 idiomas. Pero Eclipse, la última entrega de su serie Hole, llega tras cuatro años de paréntesis. «Últimamente me he dedicado más a escalar que a escribir», confesaba el viernes a Levante-EMV.

Nesbo no empezó a practicar este deporte hasta los 40 años. «Me enganchó desde el principio -confiesa-. Realmente, no tengo mucho talento, pero le pongo mucho entusiasmo y ganas». Tantas ganas que, como ha ocurrido este fin de semana en València, los viajes para promocionar sus libros los aprovecha también para ponerse a escalar. «Y así, he escalado ya en más de 20 países».

Pero la escalada y la literatura no son sus únicas pasiones. Nesbo estuvo a punto de ser profesional del fútbol en el Molde FK y canta y toca la guitarra en su propia banda de rock, Di Derre. «Empecé cuando era estudiante. Recuerdo estar en la cantina del instituto con mis amigos y de repente un chico se levantó y empezó a gritar si alguien sabía tocar tres acordes con la guitarra. Yo levanté la mano, aunque solo sabía tocar dos».

Igual que Nesbo podría haber sido futbolista o estrella del rock, Rosa Montero podría haberse dedicado a la hípica en vez de a la escritura si no hubiese sido por un potro desbocado y un médico no demasiado hábil.

«Con 20 años se me ocurrió la peregrina idea de aprender a montar a caballo -relata-. Como soy muy apasionada en todo, cuando hago algo lo hago a fondo.Se me daba bastante bien y por eso un 1 de mayo me pidieron que sacara un potro sin castrar, un caballo difícil que no podían darle a cualquiera y que llevaba dos o tres días sin salir. Lo monté, salimos al campo, se asustó, me desestribó, se desbocó y se tiró como loco por una cuesta. Nos caímos los dos y me reventé una rodilla. Me operó mal un estudiante de medicina, me cosió y envío a casa y tuve principio de gangrena. No volví a montar».

Hay otra cosa que Rosa Montero no ha vuelto a hacer, o al menos intenta hacerlo lo mínimo posible: contestar llamadas de teléfono. «No entiendo a esa gente que se cuelga del teléfono y se pasa horas charloteando», confiesa la autora madrileña, que el 16 de mayo presentará en el VLC Negra La desconocida, la novela escrita a cuatro mano con Oliver Truc. «Las llamadas de voz siempre me parecieron muy intempestivas e invasoras pero desde hace ya diez años o así directamente no cojo ninguna. Solo le cogía a mi madre y ahora a mi tío, pero prefiero mil veces escribir un WhatsApp».

Al escribir, Montero desarrolla otra de sus grandes manías. «Me encanta escribir con pluma estilográfica, de hecho hará lo menos 30 años que no soy capaz de escribir con otra cosa -asegura-. Para la calle llevo plumas de usar y tirar para no perder las mías buenas, pero tengo una bonita colección de varias decenas».

Para manía a la hora de escribir la de César Pérez Gellida, que el día 20 protagoniza en VLC Negra un club de lectura con su obra Astillas en la piel. «Trabajo con un secador fucsia encendido siempre -explica mientras, efectivamente, se escucha el ruido de un secador cerca de él-. Esto viene de muy lejos. Cuando me tenía que preparar la selectividad había obras en mi casa. Así que decidí que para aislarme del ruido exterior nada mejor que un secador que hace un ruido constante y que me relaja y me acompaña. Es mi fiel amigo».

Además de todas las vidas paralelas que el escritor vive a través de sus personajes, Pérez Gellida ha tenido otras poco relacionadas con la literatura. «En mi vida anterior fui representante de jugadores de rugby -relata-. Montamos una agencia de representación que nos fue de putísima madre durante seis años. Pero luego llegó la crisis económica a los clubes, dejaron de fichar y se nos vino todo un poco a la mierda».

Pero vocación extraordinaria la de Víctor del Árbol, que el 16 de mayo participará en un debate sobre «destinos turbadores» en la Fundación Bancaja. «Durante cinco años fui seminarista. Quería ser misionero jesuita e irme a Centroamérica. Estuve así cinco años hasta que conocí a una chica, me enamoré y me fui del seminario». Cuando dejó el seminario, el autor de Nadie en esta tierra ingresó en los Mossos y llegó a ser escolta de Jordi Pujol.

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