Crónica

Emocionante reencuentro de Sabina con València

El músico regresa seis años después a la Plaza de Toros con un repaso de dos horas a las mejores canciones de su carrera

Voro Contreras

Voro Contreras

Escribir sobre un concierto de Joaquín Sabina es complicado, sobre todo después de que el artista haya pasado ya por Madrid y que todos los periodistas de la Corte le hayan rendido pleitesía poética. A estas alturas, la leyenda de Sabina pesa más que su música, que ya es decir. La leyenda hay que imprimirla, eso ya lo sabemos los fans de John Ford, pero ¿cómo escribir sobre ella sin caer en la exageración? No me dirán que no es complicado. En todo caso, ya que no somos de la Corte, intentaremos al menos ser honestos.

Y ser honesto es, primero de todo, reconocer que Sabina es uno de los artistas españoles más importantes de las últimas décadas. No solo por sus canciones y sus versos, sino sobre todo por la trascendencia popular que ha alcanzado su figura.

Honesto es también reconocer que a los que fuimos anoche a ver a Sabina en concierto en la Plaza de Toros de València su música ya nos da más o menos igual. Hemos ido porque queremos ver que sigue allí y que lleva puesto el bombín y que sigue pronunciando con voz de lija palabras como “carajo” y haciendo chistes sobre lo viejos que somos y lo jóvenes que hemos sido.

Quién más quién menos, ha acudido a otros conciertos suyos muy parecidos a éste y ha escuchado sus canciones cientos, miles de veces, y ya es capaz de cantarlas incluso mejor que el propio Sabina. “De sobra sabes que eres la primera”, hemos pensado ante un ser querido. “Pero ahora es demasiado tarde, princesa”, quizá nos hemos dicho a continuación.

Valencia. VLC. Sabina en la plaza de toros

Valencia. VLC. Sabina en la plaza de toros / Fernando Bustamante

Chaparrón

Como una hora antes del concierto había caído un agua considerable sobre València, al publico le costó algo tomar asiento. Pero pasados unos minutos de las 22.00 horas, húmedo el césped artificial que cubría la arena del coso, mojadas las sillas de madera y piedra de las barreras y el graderío, con una brisilla agradable dando vueltas por la plaza como los murcielaguitos de la calle Xàtiva, apareció Sabina con su banda recordando cuando era más joven y viajaba en sucios trenes que iban hacia el norte.

“Sintiéndolo mucho” vino a continuación y después "Lo niego todo" para mantener el relato autoficcional y reconocer que ahora su enemigo, más que el hombre blanco que habla con lengua de serpiente, es el tiburón de Hacienda que le roba el mes de abril. La rejuvenecedora “Mentiras piadosas”, “Lágrimas de mármol” (superviviente sí, maldita sea) y “Cuando aprieta el frío” sirvieron un poco de calentamiento hasta el primer gran subidón de la noche: “Por el bulevar de los sueños rotos”, fantástico himno noctivago versión karaoke popular dedicado a Chavela Vargas.

Ovación

Antes de encarar otro momento álgido de la noche, aún hubo que pasar por ciertas medianías como “Llueve sobre mojado” (con Jaime Ausua haciendo de Fito Paez), “Yo quiero ser una chica Almodóvar” (cantada por Mara Barros) y “La canción más hermosa del mundo” (con voz de Antonio García de Diego). Cuando no había ocurrido aún la gran ruptura, este tercio a cargo de la cuadrilla que Sabina aprovechaba para ausentarse durante unos minutos del escenario y parte de su público hacía lo mismo pero para visitar el baño o la barra, lo remataba Pancho Varona con “La del pirata cojo”. Alguno habría ayer que lo echaría de menos.

Lo dicho, el siguiente momento álgido, que más bien ya duró hasta el final del concierto, llegó mansamente con “Tan joven y tan viejo”, con larga ovación del público que sonaba a despedida adelantada y un Sabina visiblemente emocionado, y “A la orilla de la chimenea”. Y ese momento álgido fue creciendo en intensidad a partir de “Una canción para la Magdalena” y, sobre todo, de esa maravilla que ya es puro y duro folclore nacional llamada “19 días y 500 noches”. El rostro más popular de Sabina se dio la mano a continuación con su cara más íntima e incluso intelectual de “Peces de ciudad” (¡qué bonita es!) y ambas se hicieron una cuando metió en el mismo glorioso saco su “Y sin embargo” con el recuerdo de Concha Piquer.

Antes de que el cantante y sus músicos hicieran mutis por un lado del escenario, aún nos regalaron una visita a aquel Sabina que aún no era tan fardón ni tan popular, pero sí era muy bueno, y que le echaba la bronca a una “Princesa” con el mismo tono que Bob Dylan hacía lo propio con una “rolling stone”.

Valencia. VLC. Sabina en la plaza de toros

Valencia. VLC. Sabina en la plaza de toros / Fernando Bustamante

La despedida

Desde aquel concierto de junio de 2019 en el que el “maestro” se fue de ese mismo escenario sin despedirse del público (lo resolvió con bastante dignidad unos meses después), uno siempre teme que las luces se vuelvan a apagar y que nos quedemos sin volver a ver su bombín y con un palmo de narices.

Pero no hubo tal: Sabina y su banda regresaron, primero para cantar “El caso de la rubia platino” (que a mí en particular, ni fu ni fa), y después para encarar con alegría y emoción “Contigo” ("París sin aguaceros ni Mestalla sin ti"), “Noches de boda / Y nos dieron las diez” y, finalmente, “Pastillas para no soñar”.

Acabó el concierto pasada ya la medianoche. La despedida del público valenciano a su Joaquín fue calurosa, como no podía ser de otra forma. El vínculo entre las partes es fuerte, se tienen comprensión, cariño y confianza e incluso diría que comparten cierta nostalgia por los tiempos alegres y despreocupados que sobre todo en días (políticos) como el de este martes y trece a veces da la sensación que no volverán. Si alguna vez ambas partes se encuentran de nuevo, ojalá lo vuelvan a celebrar así, por todo lo alto.

Valencia. VLC. Sabina en la plaza de toros

Valencia. VLC. Sabina en la plaza de toros / Fernando Bustamante