Algo personal

La ilusionista

Alfons Cervera

Alfons Cervera

 Hace años recibí de un amigo un correo electrónico. Me acababan de hacer una entrevista en un diario importante en que yo hablaba (mal) de la equidistancia política en materia de memoria democrática. Decía mi amigo que en su “blog” había escrito (mal) sobre lo que yo decía de esa equidistancia. Claro: sus escritores preferidos eran y son equidistantes. O sea: ni rojos ni azules. O sea: azules. El problema es que yo no tenía ni idea de lo que era un blog. Al final me lo explicó, entré a ver qué habían escrito en ese blog y no sólo él decía que no estaba de acuerdo conmigo, sino que uno de los que participaba en los comentarios añadía que yo no era escritor sino que era un terrorista. Pues vaya debut que tuve con los dichosos blogs. Casi nunca los leo. Sólo algunos. Y como no tengo facebook, ni twitter, ni instagram, ni tiktok, ni nada de nada, paso la vida tan tranquilo. Otro día me llamaron de À Punt, la tele autonómica valenciana, para que opinara de un asunto que estaban tratando unos tertulianos. Que me podían conectar por “Skype”. Ni idea. O sea: mientras hablaba por teléfono, pusieron una foto mía en pantalla y arreando. Pero hay más.

Un día me llaman de El País. Qué raro: para ese diario soy más invisible que un pobre a las puertas de Consum o Mercadona. Quieren que participe en un “podcast” para hablar de Rafael Chirbes, que ya se había muerto un 15 de agosto de 2015. Y lo mismo que me pasó con el blog y el Skype, volvía a pasarme ahora: qué demonios es un podcast. Me lo explican: como un programa de radio, más o menos. Estaría con mi amigo y magnífico escritor Carlos Zanón. Lo pasé bien, era como volver a la radio después de tantos años. Me chifla la radio. Pero me despidieron de Ràdio Nou, casi nada más empezar, por un artículo que escribí en este periódico en el que les decía a Amadeu Fabregat, entonces director máximo de RTVV, al PSOE y al PP que nos dejaran tranquilos para poder hacer una televisión y una radio dignas y no una puñetera vergüenza. Total: cuando iba a empezar el programa de las noches, me mandaron al motorista y ahí se acabó mi carrera radiofónica. La verdad es que soy un crack de los despidos. Tengo un currículum más amplio que discos de platino los Beatles, los Rolling y Bruce Springsteen juntos. Bueno, a lo que iba: ese día en que Carlos y yo hablamos de Rafael Chirbes me enteré de lo que era un podcast. Y ahora, como dije antes, soy fiel seguidor de algunos de ellos. Por ejemplo: ese prodigio de Cròniques edetanes que recoge historias del Camp de Túria como si fuera una enciclopedia temática sin el más mínimo desperdicio.

Me gusta escuchar los podcast en el ordenador, con los dos altavoces añadidos en que destacan los graves, que es como sonaban las voces clásicas en la radio de cuando esas voces hacían temblar los cimientos de las casas. Una de esas voces es la de Carlota Garrido. Y su podcast tiene un nombre mágico: La Ilusionista.

Lo más importante en la radio es el tiempo. Ese tiempo que se mueve dentro de la voz, esa voz en que sube y baja no la intensidad de la palabra, ni el timbre, ni tonterías de esas. Es eso imposible de descifrar porque tiene vida propia y es esa vida lo que, como el vacío que hay en la caja de un mago cuando la abre y ha desaparecido el cuerpo que había antes de atravesarlo con la espada, nos transmite cuando nos cuenta una historia. Porque La Ilusionista siempre cuenta una historia. “De tus suaves rumores la acorde consonancia”, escribía Rosalía de Castro. Pues algo así, los podcast de Carlota Garrido. Lo último que le escuché: el asesinato de 43 estudiantes en Iguala, una ciudad mexicana, el 26 de septiembre de 2014. Estudiaban Magisterio. Tenían veinte años. O menos. Salieron de Ayotzinapa. Intentaban hacerse con autobuses para asistir a los actos recordatorios de la matanza del 68 en la Plaza de Tlatelolco, en Ciudad de México. Estaban en territorio narco. De repente, una balacera. Narcos. Ejército. Policía. Todo lo mismo. Varios muertos y 43 estudiantes desaparecidos. “Lo peor de los desaparecidos es que no pueden hacer el duelo las familias”, dice la voz que cuenta la historia. Nos suena eso de los desaparecidos. Habla Carlota Garrido de verdad, justicia, reparación y garantía de no repetición. Lo mismo estamos exigiendo aquí para que las fosas se abran y alumbren no sólo cadáveres (o lo que quede de ellos), sino el derecho al duelo y que se juzgue a los responsables franquistas que provocaron el horror de aquellas desapariciones.

Ahora, como ven, ya sé lo que es un podcast. Y seguramente es La Ilusionista uno de los que más me gustan. No sé si ustedes lo conocen. Si es que sí, sigan pegados a la audiencia. Si es que no, pues eso: enchúfense a lo que dice Carlota Garrido, con una voz que es como ese tiempo que va por dentro de las historias que nosotros mismos contamos en la intimidad de la pandilla o fervorosamente escuchamos en alguna radio. La voz, quiero decir. No el grito, que ahora tanto se estila. La voz.  

Suscríbete para seguir leyendo