Crítica

Dido de DiDonato

La actuación en el Palau de la Música de València de los instrumentistas y coristas de Il Polo d’Oro.

La actuación en el Palau de la Música de València de los instrumentistas y coristas de Il Polo d’Oro. / L-EMV

Justo Romero

Justo Romero

TEMPORADA DE INVIERNO PALAU DE LA MÚSICA. Il Pomo d’Oro. Máxim Emelyanychev (director). Joyce DiDonato (mezzo), Fatma Said (soprano), Andrew Staples (tenor)… Programa: Obras de Carissini (Jephté) y Purcell (Dido y Eneas). Lu­gar: Palau de la Música (Sala Iturbi). Entrada: Alrededor de 1.100 espectadores. Fecha: martes, 6 febrero 2024

La actuación en el Palau de la Música de València de los instrumentistas y coristas de Il Polo d’Oro con un programa centrado en una versión de concierto de la ópera Dido y Eneas de Purcell llegaba precedida de entusiastas referencias. La realidad ha sido incluso más fabulosa que lo que presagiaban tales referencias: lo que ocurrió en la tarde del martes en la Sala Iturbi ha sido “una de las cosas más de ver que hay en el mundo”, como canta Maese Pedro en El Retablo de Falla.

No solo por la absoluta maravilla que es la breve ópera de Purcell, sino por la interpretación de los músicos de Il Pomo d’Oro bajo la dirección efectiva, calurosa e hiper-expresiva del ruso Máxim Emelyanychev (1988).

Admira la afinación, el empaste, la claridad de una articulación y un fraseo que retrotrae la gran música a sus orígenes. No solo en unos virtuosos de cuerda que respiran, transpiran y sienten con idéntico aliento y criterio, sino también por unos instrumentos de viento que parecían reivindicar con su asombrosa perfección que la entonación y la precisión son también compatibles con sus entrañas historicistas. Admira y también asombran los miembros del coro, todos ellos genuinos solistas, y cuyo armonizado conjunto hay que emplazar entre las mejores formaciones actuales en su ámbito.

Tanta excelencia resultó potenciada por la presencia solista de una estrella como la mezzosoprano estadounidense Joyce DiDonato, la más maravillosa Dido imaginable. Su voz grave, ancha y expresiva es el soporte de una encarnación absoluta, en la que la identificación entre intérprete y personaje es total, en una fusión ideal en la que era imposible distinguir a Dido de DiDonato o a DiDonato de Dido.

El punto culminante, el milagro que es el final de la ópera y fue el final del concierto, el dolido y famoso “Lamento di Dido”, dejó a todos subyugados, con esa emoción absoluta que solo se vive en los grandes momentos. Como escribió sin exagerar el colega Joaquín Guzmán, “no hay palabras para este Dido y Eneas. Uno de los conciertos del años sin duda”.

Un instante de la actuación.

Un instante de la actuación. / L-EMV

Junto al prodigio DiDonato, pero en un universo más terrenal aunque siempre sobresaliente, Eneas fue defendido por el tenor inglés Andrew Staples, mientras que la buenaza de Belinda lo fue por la soprano egipcia Fatma Said. Un lujo el contratenor Hugh Cutting como “Espíritu”, y la tenebrosa “Hechicera” de la mezzosoprano Beth Taylor... Ni un solo pero cabe al hilvanado y nutrido reparto, completado por algunos de los brillantes solistas del coro.

Antes, como preludio en forma de suculento aperitivo, se escuchó el oratorio Jephté, de Giacomo Carissimi, protagonizado en su rol titular por el propio Andrew Staples, y la soprano Carlotta Colombo como su desdichada hija.

Lástima que ambas obras se presentaran sin la imprescindible subtitulación, con lo que el público se quedó sin conocer el detalle de la palabra y su decurso narrativo. Tampoco el programa de mano incluyó los textos de ninguna de las obras de este concierto ideal. El éxito fue, claro, de los que marcan época.

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