¿Otro cómic de la Guerra Civil? Sí, gracias

Los valencianos Paco Roca, César Sebastián, Javier Castañeda, Cristina Durán o María Herreros unen historia y memoria para dibujar las heridas abiertas por el franquismo

"El abismo del olvido", de Paco Roca y Rodrigo Terrasa

"El abismo del olvido", de Paco Roca y Rodrigo Terrasa / Astiberri

Voro Contreras

Voro Contreras

En 1975, apenas unas semanas después de la muerte de Franco, Carlos Giménez empezó a dibujar los recuerdos de su terrible infancia en los hogares del Auxilio Social. Esas viñetas tituladas como uno de aquellos hogares, ‘Paracuellos’, son según el director del Aula del Cómic de la Universitat de València, Álvaro Pons, la “obra cumbre” de la historieta en España.

Y no solo eso. La denuncia que el autor madrileño hace de la crueldad salvaje que sufrieron aquellos niños desvalidos durante el franquismo supone para Pons, la primera aproximación cultural en España, antes que cualquier película y novela, desde un plano personal a lo que unos años después empezó a llamarse “memoria histórica”.

“Giménez hace memoria histórica y, además, desde un punto de visto autobiográfico, cuando no era algo habitual, mucho antes de que se publicaran Mause o Persépolis”, apunta el también colaborador del suplemento literario ‘Posdata’. “Y desde entonces ha habido una tradición de memoria y autobiografía en el cómic español que llega hasta nuestros días”.

Página de Paracuellos

Página de Paracuellos / L-EMV

La abuela Raimundo y el abuelo Domingo

Así es. Esta misma semana, por ejemplo, se ha presentado ‘Migas’ una novela gráfica sin palabras en la que el autor valenciano Javier Castañeda repasa a través de dibujos el amargo viaje de su abuela Raimunda desde un pueblo de La Mancha hasta València en plena posguerra. Y también se ha publicado esta semana ‘Un barbero en la guerra’, un cómic con el que María Herreros (valenciana también) recupera el diario que escribió su abuelo Domingo durante la Guerra Civil, lo une a sus propios recuerdos de la infancia, y lo ilustra de una manera tan evocadora como casi siempre terrible. Hazañas bélicas desprovistas de épica pero llenas de ternura, sangre y platos de judías derramadas.

“Cuando este diario llegó a mis manos, mi abuelo ya no estaba -cuenta Herreros sobre el origen de su libro-. Mi madre me lo enseñó de una manera casual, sin prever lo que esta libretita podía suponer para mí como artista y como nieta. Aquella era la pieza de puzzle que me faltaba para entender a mi abuelo, aquel hombre estoico y reservado”.

María Herreros

María Herreros / L-EMV

"¡¡Los rojos!!"

Como hizo Carlos Giménez unas cuantas décadas antes, Herreros ha recurrido a los recuerdos personales -en este caso, los de su abuelo y los suyos propios- para contar la historia más reciente de España y las heridas que siguen abiertas. Al principio de ‘Un barbero en la guerra’, la autora cuenta aquella tarde de 1990 cuando, siendo ella una niña, la mujer del alcalde le preguntó de quién era hija. “Contesté como siempre: ‘De la María Jesús de Domingos’. Pero su reacción no fue la habitual. Abrió mucho los ojos, se echó una mano a la frente y empezó a gritar: ¡¡Los rojos!!”.

“Yo tendría entonces unos 9 o 10 años. Aquello se me quedó grabado pero no lo he descodificado hasta ser más mayor -cuenta Herreros a Levante-EMV-. Fue la primera experiencia política que tuve. Hasta ese día nunca había tenido ningún tipo de conflicto ni desacuerdo de ideologías, ninguna experiencia en ese aspecto. En mi familia no se hablaba de política”.

interior Un barbero en la guerra

interior Un barbero en la guerra / Lumen

Y por eso que no se hablaba de política, a María le costó tanto dar el paso y traducir en novela gráfica los recuerdos de guerra de aquel adolescente enamorado y antibelicista que fue su abuelo. “Yo me sentía preparada para meterme en el barro, pero todavía tenía que contárselo a mi madre. Su manera de darme permiso fue arrasadora: me dio cajas llenas de cartas de amor en las que descubrí a mi abuelo, el de la boina y la garrota, encarnado en un adolescente al que le habían dado un fusil cuando él solo quería darse besos con su novia bajo la parra”.

De la batalla al paredón

María Herreros no es la única autora valenciana que en los últimos meses ha publicado un cómic con la Guerra Civil y la dictadura como trasfondo histórico. Ahí está, por ejemplo, ‘María la Jabalina’ , donde Cristina Durán y Miguel Ángel Giner Bou, reavivan la historia de María Pérez Lacruz, la última valenciana fusilada por el franquismo. O ‘Aquella guerra que sufrimos’, donde el alcoyano Jordi Peidró cuenta las anécdotas de batalla y retaguardia de su tío Miguel. Y también está ‘El abismo del olvido’, donde Paco Roca y Rodrigo Terrasa exponen, como hace Herreros, un relato familiar con un doble plano temporal: el que protagonizan José Celda, agricultor fusilado en el Paredón de España, y su hija Pepica, quien batalló siendo ya una anciana para poder recuperar y enterrar los restos de su padre.

"María la Jabalina", de Cristina Durán y Miguel Ángel Giner

"María la Jabalina", de Cristina Durán y Miguel Ángel Giner / L-EMV

La lista de cómics y novelas gráficas con historias personales y recuerdos que tienen de fondo histórico aquellas décadas tristes de los 30, 40 y 50 en España y sus consecuencias en la actualidad es importante. Además de ‘Paracuellos’, Pons cita ‘El arte de volar’ de Altarriba, ‘Un largo silencio’ de Francisco y Miguel Gallardo, ‘Un médico novato’ del también valenciano Sento o la serie ‘Monserrat’ de Julio Ribera. Y no hay que olvidar ‘Estamos todas bien’, las vivencias atravesadas por la dictadura de las abuelas de Ana Penyas con las que la autora valenciana ganó el Premio Nacional del Cómic en 2018.

Y además, son muy buenos

“Alguno dirá: ‘¿otro cómic sobre la Guerra Civil?’. Seguro que no son tantos como los que han hecho los americanos de su guerra civil y de la conquista del Oeste”, apunta Álvaro Pons. “Pero es que, además, son muy buenos”, añade a continuación.

“Hay que poner las cosas en contexto”, pide Paco Roca, quien ya antes de sumergirse en uno de los episodios más terribles de la posguerra con ‘El abismo del olvido’ representó en viñetas la guerra y el franquismo en libros como ‘Regreso al Edén’ o ‘Los surcos del azar’. Incluso ahora se encuentra trabajando en una historia de superhéroes protagonizada por Catwoman que transcurre en plena contienda de 1936.

“Siempre se critica que hay muchos cómics o películas sobre la Guerra Civil o la dictadura, pero hay muchas más que no van sobre eso -apunta-. Sigue siendo un tema minoritario, pero la memoria en el cómic funciona bien porque los autores tenemos libertad para crear y proponer historias incómodas sin depender de subvenciones”.

El nuevo cómic de Paco Roca y un periodista valenciano ahonda en la memoria historica

El nuevo cómic de Paco Roca y un periodista valenciano ahonda en la memoria historica / L-EMV

El poder del dibujo

Cuestiones económicas aparte, hay otros factores que influyen en esa conexión entre cómic y memoria como son la cercanía que siempre ha tenido en España el cómic a la realidad que sucede a su alrededor y la posibilidad que ofrece el dibujo para recrear y representar la memoria de sus autores. “El dibujo da una lectura que no es la de la palabra -apunta Álvaro Pons-. Es una lectura más personal, más intima y más simbólica, y todo eso permite que el lector tenga una empatía mayor con la experiencia personal que el autor le está contando”.

“El dibujo te permite contar determinadas cosas que la palabra no te deja -comparte Roca-. Puedes llegar a la dureza que quieras e incluso ser muy explícito, pero el dibujo funciona como metáforas que resultan más eficaces que las imágenes reales”.

César Sebastián

César Sebastián / L-EMV

La relevancia de lo insignificante

“El cómic es un vehículo idóneo para el ejercicio de la memoria histórica y personal porque nos permite a los autores y a los lectores un alto grado de cercanía e intimidad”, señala por su parte el dibujante valenciano César Sebastián. “Ronson”, su primera novela gráfica, no solo es uno de los cómics del año sino también un ejemplo perfecto de esta integración perfecta de historias individuales y colectivas que se logra a través de las viñetas.

En su caso, Sebastián ha recurrido a los recuerdos de infancia de su padre en el pueblo de Sinarcas para interpretarlos a través del dibujo y la palabra y mostrarnos unos tiempos que, por encima de cualquier tipo de nostalgia, fueron esencialmente duros. “Me interesan mucho las historias pequeñas y los personajes anónimos porque, al mismo tiempo, también están atravesados por los grandes momentos históricos”, explica. “También los eventos más insignificantes pueden ser muy relevantes”.

Página de "Ronson"

Página de "Ronson" / L-EMV

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