Cine

‘Cada uno por su lado y Dios contra todos’: las memorias extremas de Werner Herzog

El director de 'Fitzcarraldo' y 'Grizzly man' fue soldador y vigilante de aparcamientos, se jugó la vida subiendo a volcanes a punto de entrar en erupción, quiso contribuir a la fundación de un Estado maya independiente y en sus comienzos logró un empleo en una cadena televisiva de Pittsburg sin tener referencias ni permiso de trabajo. Lo cuenta todo en sus memorias, recién publicadas

Quim Casas

Werner Herzog escribe tan fluido como cuando filma ficciones o documentales. Hay el mismo placer en su escritura que en la manera que tiene de enfrentarse a todo tipo de situaciones para registrarlas con su cámara. Su obra literaria ya es importante. A ‘Conquista de lo inútil’, diario del rodaje de ‘Fitzcarraldo’, y ‘El crepúsculo del mundo’, una reflexión sobre el soldado japonés que permaneció en una isla durante años creyendo que la segunda guerra mundial no había terminado, se unen ahora sus memorias, ‘Cada uno por su lado y Dios contra todos’. Los tres han sido editados por Blackie Books. Antes dejó constancia de su aventurera marcha a pie entre Múnich y París en ‘Del caminar sobre hielo’, su primera prueba de fuego en el terrero literario.

 Estas memorias, construidas a partir de experiencias sin una línea cronológica clásica, toman su título de una de las mejores películas del director, la titulada aquí ‘El enigma de Gaspar Hauser’. Resume muy bien los principios de Herzog en la vida y en el cine, esa vena anárquica que le ha llevado a realizar películas que nadie más que él hubiera imaginado hacer, y esa vena religiosa, no estrictamente creyente, que ha alumbrado muchas de sus experiencias. En el libro escribe que cuando rueda filmes difíciles –¿cuál de los suyos no lo es? – siempre lleva encima la traducción de 1545 de la Biblia de Martín Lutero en reproducción fotomecánica.

 ‘Fitzcarraldo’ es uno de los centros neurálgicos del relato, así como Klaus Kinski, su madre, la importancia de sus colaboradores –entre ellos su hermano Lucki, aventurero y viajero como él– y su forma de encarar los conflictos y solucionarlos. Nunca fue un cinéfilo como sus compañeros de generación Wim Wenders y R. W. Fassbinder. El cine no le impresionaba: “Era consciente de que, debido a mi ignorancia casi absoluta, tenía que inventar el cine a mi manera”. 

 Viendo una película de Fu-Manchú se dio cuenta de que había tomas y cortes de montaje. “Hoy por hoy solo soy capaz de aprender de otras películas cuando son malas”, porque considera que las grandes películas son un misterio. Como muchas de las suyas: ‘Aguirre, la cólera de Dios’, ‘Fitzcarraldo’, ‘También los enanos empezaron pequeños’, ‘Corazón de cristal’ –donde rodó con los intérpretes hipnotizados–, ‘The wild blue yonder’, ‘Grizzly man’…

 Herzog siempre ha sido un hombre de palabra. Al empezó y ahora, cuando sigue rodando a sus 81 años. No quiere firmar contratos escritos, le sirven los acuerdos verbales sellados con un apretón de manos. No le ha ido mal a un cineasta que además estuvo preso en una cárcel de Camerún, ha sufrido accidentes varios, estuvo a punto de subir a un avión que después se estrelló, fue soldador y vigilante de aparcamientos, ha practicado el esquí y el senderismo, se ha jugado la vida subiendo a volcanes a punto de entrar en erupción, quiso contribuir a la fundación de un Estado maya independiente y en sus comienzos logró un empleo en una cadena televisiva de Pittsburg sin tener referencias ni permiso de trabajo.

 Porque aunque nació en Múnich y lleva años viviendo en Los Ángeles, Herzog define mejor que nadie lo de ciudadano y cineasta del mundo. Ha rodado en Perú, Brasil, Honduras, Nicaragua, Colombia, Bolivia, la Patagonia, Australia, Lanzarote, Uganda, Etiopía, Ghana, Burkina Faso, Kenia, Guayana, Argelia, Marruecos, la isla de Guadalupe, el Tíbet, la taiga siberiana, Kuwait, Grecia, Islandia, Bayreuth, la Antártida, Tokio, Corea del Norte, Nueva Orleans, la frontera mexicana, Pakistán, República Checa, el desierto del Sahara, en unas cuevas francesas de pinturas rupestres, en una cárcel de máxima seguridad de Texas y en las instalaciones de los predicadores fanáticos de Brooklyn. Y no es una lista completa.

Ha filmado prácticamente todo lo que quería. De momento se le resiste un documental sobre Freda y Greta Chaplin, el único caso conocido de gemelas idénticas que hablan al unísono y que le tienen fascinado. Recuerda cuando Jack Nicholson se interesó en ‘Fitzcarraldo’: “Pero pronto me quedó claro que él y la 20th Century Fox querían rodar la película en San Diego, en el Jardín Botánico, con un barco de plástico en miniatura. Además, en aquella época (1981), Nicholson solo aceptaba proyectos que le permitieran asistir a los partidos de baloncesto de Los Ángeles Lakers”.

 Del baloncesto al fútbol. Herzog jugó en su juventud de portero y de delantero, hasta que tuvo la peor de las lesiones, ligamentos cruzados. En 2017, cuando vino a realizar una charla a Barcelona en el CCCB, explicó muy gráficamente lo que había representado para él la remontada apenas una semana antes del Barça contra el PSG, el mítico 6 a 1. En el libro demuestra oficio como analista futbolístico: “Nadie tiene una comprensión del juego tan profunda como Franco Baresi. Thomas Müller, el delantero del Bayern de Múnich, también es de la misma estirpe: aparece solo, como un fantasma, ante la portería rival”.

De su relación con Klaus Kinski, protagonista de algunas de sus películas más conocidas, ya habló extensamente en el documental ‘Mi querido enemigo’, pero aquí nos recuerda que durante el rodaje en Perú de ‘Aguirre, la cólera de Dios’, el delirante actor quería estar siempre en contacto con la naturaleza… ¡pero sin lluvia! En aquella “superproducción” financiada en precario, Herzog y dos personas del equipo salían en canoa para encontrar comida comestible en algún poblado indígena: “Un día cambié mis zapatos robustos por una cuba de pescado”. Aunque la comida, en el fondo, no era un problema para él. En 1997, rodando ‘Rescate al amanecer’ con Christian Bale, el actor tuvo que adelgazar 30 kilos para encarnar a un combatiente apresado por las fuerzas del Vietcong. “Yo perdí la mitad del peso que adelgazó Bale en gesto de solidaridad”, recuerda Herzog. “Me limité a comer la mitad de mis raciones diarias”.

 Genio… y mucho más que figura, un director capital del cine moderno para quien rodar es como respirar, y si puede ser, en situaciones de peligro.

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