Entrevista | Cristina López Premio Azorín de Novela 2024

Cristina López: «La creatividad es ese niño que necesita un espacio de juego»

Cristina López había estado cuatro años sin escribir a causa de «unas sequías creativas». Mientras escribía un ‘thriller’ ambientado en Lisboa, empezó a buscar información sobre el poeta Luis Cernuda, que le llevó a conocer la historia de las misiones pedagógicas. 

La premiada Cristina López.

La premiada Cristina López. / Germán Caballero

Saray Fajardo

Saray Fajardo

Cristina López había sufrido cuatro años de sequía creativa. Tras varios borradores, decidió aventurarse en las misiones pedagógicas con su obra La tierra bajo tus pies, con el que ha conseguido alzarse con el Premio Azorín de Novela 2024.  

Ha estado cuatro años sin publicar y regresa por la puerta grande con el Premio Azorín.

El Premio Azorín es un broche de oro a una etapa de cuatro años sin publicar. Dos de esos años fueron de bastante sequía creativa, en la que no encontraba una historia que me gustara, que me apasionara para contar. De repente, se cruzan en mi vida como un gran amor estas misiones pedagógicas. Y me enamoro del proyecto, investigo y comienzo a trabajar en la trama, la documentación y la creación de personajes. Es un premio al que tengo mucho cariño y que pone broche de oro. Cuando las cosas nos cuestan y se nos pone todo el mundo un poco cuesta arriba, cuando consigues por fin sacar adelante y con este reconocimiento es fenomenal.

¿Cómo se hace frente a estas sequías creativas?

Traté de leer bastantes libros sobre creatividad pero al final es volver otra vez al principio, a buscar quién era esa joven que yo era hace muchos años, que le encantaba leer y que disfrutaba muchísimo escribiendo y que no tenía más expectativa que disfrutar de la escritura. Es volver ahí, no pensar en el fin, sino en el camino.

En estos libros, al final, no hay una fórmula.

No, cada libro es una aventura. Hay un factor que es como la vida. No iría tan bien si supiéramos todo lo que va a pasar, ese factor de suerte. No sabes muy bien qué es lo que va a ocurrir. Es verdad que este libro está avalado por un premio, es decir, sale como arropadito por este maravilloso premio Azorín, pero no sabes muy bien lo que va a pasar, cómo va a funcionar. Entonces es verdad que cada libro que sale te preguntas cómo irá, si gustará, no gustará y cuál será su trayectoria.

¿El premio le da más valor al libro?

Yo creo que el premio es un reconocimiento para la salida del libro, por lo cual para el escritor es muy reconfortante. El trabajo de escritor es muy solitario. Cuando de repente sacas a la luz lo que has hecho, que por un lado tienes el deseo de sacarlo y compartirlo, pero siempre tienes esa incertidumbre, esa duda de si gustará, no gustará, si llegará… Es un primer paso muy bonito y muy reconfortante a todo ese trabajo que hay detrás.

El libro se centra en las misiones pedagógicas. ¿Cómo llega a ellas?

Llego a las misiones buscando información sobre Luis Cernuda. Este poeta a mí me gusta muchísimo. Yo estaba escribiendo otra novela sin mucha entusiasmo ni pasión. Tenía que escribir algo porque eran ya dos años que no escribía ni me metía en un proyecto de escribir una novela. Había comenzado esta, que era un thriller ambientado en Lisboa, cuando en un descanso del trabajo me pongo a buscar vídeos sobre Luis Cernuda y aparece uno de ellos sobre su paso por las misiones pedagógicas. Busco esto en Internet y aparecen unas fotografías en las que mostraban a gente de campo de los primeros años 30 en una sesión de cine. Las fotos son maravillosas, esas caras de sorpresa, de maravillas… Se ve a gente mayor que parecen como niños, aparecían mujeres desdentadas, que llevan el niño colgando del pecho... Pensé que me gustaría contar la historia de estas personas, qué sintieron cuando llegó esta gente de la ciudad y les llevaba el cine, el teatro… Iban a divertirse, a enseñarles cómo se divertían en la ciudad, pero, al mismo tiempo, también ellos aprendieron mucho de la España rural, del folclore, de las tradiciones. Eran unas misiones de ida y vuelta, como dicen muchos testimonios de los misioneros. Es una novela que no es una novela histórica al uso, aunque tiene una ambientación histórica que refleja todo ese Madrid, con la protagonista, que es una mujer muy sofisticada y que forma parte de la vida cultural de la ciudad. Ella conoce a Manuel Bartolomé Cosío y viaja con unas misiones pedagógicas a un pueblo recóndito. Ahí tienes el contraste del mundo de la ciudad con el mundo del campo. Ella se aloja en casa de los Salazar. Eso me sirve también para crear el personaje, a una mujer de ciudad y una mujer que vivía en el campo. Ella representa esta mujer que lleva una vida muy dura, que ha perdido muchos hijos y que tiene que ocuparse de su casa, de ella depende la supervivencia de la familia, que vaya o no vaya bien la cosecha… Pero ella tiene mucha curiosidad por ver cómo es Katy, cómo es una mujer de ciudad. Utiliza un símbolo de unos zapatos verdes y es cómo se ve la vida de una mujer con unos zapatos verdes. Katy se pregunta cómo se ve la vida de una mujer calzando esas alpargatas y luego se intercambian los zapatos. Una novela que busca el valor del acercamiento al otro, que también es uno de los valores que tenía en las misiones pedagógicas. Y con todo este marco histórico, una historia de amor, una historia donde la familia Salazar tiene una enemistad con la familia terrateniente del pueblo que son los García, hay una deuda de sangre y odio, hay una desaparición… También hay una intriga entre estas dos familias, una lucha donde se ve involucrado el alcalde, el cura, el maestro…

"Eran unas misiones de ida y vuelta, como dicen muchos testimonios de los misioneros"

Cristina López

— Premio Azorín de Novela

La cultura, como se vio durante la pandemia y en la novela, es importante, pero no se le da suficiente valor.

Yo creo que, junto con la educación, es el pilar de toda sociedad, para mí son los cimientos de toda sociedad porque, como decía Lorca, medio pan y un libro, y el derecho a saber, del conocimiento. La cultura no solamente tiene esta parte de ocio, de divertimento. Hay muchas veces que nos hace reflexionar sobre nosotros. Por ejemplo, esta historia de amor que es un poco como la Bella y la Bestia, con esta mujer sofisticada, delicada y el hombre que vive ahí en el bosque. Proyectan una película en la plaza del pueblo, que es la película Luces de la ciudad, donde vemos el personaje de Charlotte, que va como vestido con la ropa rota y se ríen de él. El protagonista se ve reflejado en él, se mira las ropas y piensa cómo me puede ver ella a mí, cómo me puede ver la gente de la ciudad. Es ese efecto reflejo, que nos hace reflexionar sobre nosotros, sobre el otro, sobre la vida, sobre nuestra existencia, sobre la propia sociedad.

Nosotros tenemos la suerte de acceder a la cultura de manera fácil, pero no todos tienen ese privilegio.

En esta época, el aislamiento que había entre el campo y la ciudad era enorme porque el campo parecía anclado a siglos atrás, a diferencia de la vida en la ciudad. Hoy es verdad que con la televisión y con la cobertura… Ahora es difícil que no encuentres una carretera cerca o un camino.

Pero aún hay un contraste entre la España rural y cosmopolita.

Es verdad que sigue habiendo esta España rural. Hablan muchas veces también de la España vaciada, pero sí es cierto que ese aislamiento que había en el año 35, es difícil que se dé. La televisión fue un gran paso. Es una puerta al mundo.

Cati, la protagonista, también es el reflejo de las mujeres que empezaban a abrirse camino en esos años.

Ese contraste quería mostrarlo. Por un lado, la vida de la ciudad de esta chica, que pertenece a un grupo de mujeres que poco a poco fue abriendo camino. Ella ya había estudiado en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, tiene un trabajo, era figurinista y escenógrafa. Estaba inspirada en una mujer que se llamaba Victorina Durán, que yo leo su biografía en unas publicaciones que tiene en la Residencia de Estudiantes. Y entonces me quedé enamorada de su vida. Ella formaba parte del Liceo, que era un club de mujeres que hacían sus tertulias, exposiciones, fiestas... Estas mujeres que ya se habían incorporado a la vida política, social y cultural y empezaban a abrir camino a la incorporación de la mujer en la vida pública.

Tras este premio, ¿hay más presión a la hora de afrontar la nueva novela?

Están las expectativas que cada uno se crea. En estos dos años, leí bastantes libros sobre la creatividad, sobre por qué nos bloqueamos y era también un trabajo de introspección, de qué me pasa, qué me da miedo, qué me angustia cuando me pongo delante del ordenador. En vez de disfrutar escribiendo, de repente me angustia muchísimo. Te das cuenta que estás pensando muchas veces en el fin, en las expectativas que tú te estás haciendo, en las expectativas que tendrán otros sobre el libro… En esa fase de escritura, al principio hay que soltar un poco a la loca de la casa, que es la creatividad. Si le pones muchos corsés, no funciona bien. La creatividad, al final, es ese niño que llevamos dentro, que necesita su espacio de juego, de libertad, de disfrutar, porque se trata de disfrutar, y cuando tú disfrutas como escritor, eso se trasluce.

Si llegara un día en el que no disfrutaras escribiendo, ¿lo dejarías?

Yo creo que sí. Lo que no podría dejar nunca sería la lectura.No tiene sentido, para mí hay que disfrutar. Es verdad que luego, como todo trabajo creativo, se sufre. Es una montaña rusa. Tienes momentos de climas absolutos, de euforia y momentos en los que no te gusta nada lo que haces. Esto es una carrera de fondo. Yo creo que aquí lo difícil es mantenerse en lucha con tus propias paranoias de altibajos. Me he dado cuenta que si no disfrutas, por lo menos en esa primera etapa de creación, no tiene mucho sentido para mí. Perfecto. 

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