Para seguir examinando al novel Valencia de Mauricio Pellegrino, aterriza esta noche en Mestalla, procedente de las lluviosas y refrescantes costas galaicas -no sabéis la envidia que os tenemos- el recién ascendido Deportivo. Llega bajo la égida, todavía, de Augusto César Lendoiro, que en los años 80-90 se erigió en efigie de los presidentes del fútbol español y ahora retorna a Primera convertido casi en una especie de esfinge faraónica. De aquel dirigente guerrero y parlanchín, a este tan moderado y silente, median muchos desengaños aleccionadores... y sospecho que cierto conformismo bien remunerado. Para bien, pero también para mal, El Mero-como se le conocía- era un heterodoxo en su forma de administrar aquel SuperDepor. Ahora, elevado a la cumbre de rodaballo, mira, calla y escucha. Sabe, como nadie, por donde van y de donde vienen los tiros en el fútbol español. Si algún día se decidiera, Lendoiro no escribiría un libro: pariría directamente un best-seller. Pero siempre evitará ese embarazo, no vaya a ser que alumbre la verdad y el primer damnificado con el parto sea él mismo. ¡Hay, Lendoiro, Lendoiro, si hablaran las madrugadas de la coruñesa plaza de Pontevedra!. ¡Lo que nos íbamos a divertir!

Junto a tan sugestivo personaje, el Depor arriba de la mano de José Luís Oltra, el técnico valenciano perteneciente a la corriente ideológica de Fernando Gómez, su patrocinador y promotor, que siempre soñó -¿sueña aún?- con verle al frente del Valencia CF.

De momento, Mauricio Pellegrino le ha ganado la mano. Cuenta con un padrino mucho más poderoso: Manuel Llorente. El caso es que Oltra se ha convertido en un entrenador ascensor: sube y baja entre Primera y Segunda, con la misma facilidad que lo hacía el Deportivo en los años 60, hasta que, de la mano del sabio Arsenio Iglesias en el banquillo y de Lendoiro en los despachos, se asentó durante dos décadas en la máxima categoría hasta convertirse en el equipo de moda. El reingreso en Segunda, hace un año, le rebajó los humos un Lendoiro que a veces iba de sobrado. Pero supongo que el veterano presidente no renuncia a su pasado glorioso. Y Oltra, con vistas al futuro, tendrá ganas de hacerle un nudo a Pellegrino en el centro del campo. Ojito.