Todos los ciclos tienen partidos que pueden provocar una deriva de los acontecimientos. Las consecuencias del de ayer sólo se conocerán con el paso del tiempo. Lo cierto es que la destitución de Mauricio Pellegrino fue la consecuencia final de una noche en la que la grada perdió la paciencia pero que, curiosamente, dejó ileso al entrenador, quien fue rematado en los despachos.

Manuel Llorente, que lleva ya varios meses de desgaste (la cuestión del sueldo, el finiquito a Javier Gómez, la necesidad de vender jugadores, los mensajes poco vehementes, el nuevo acoso de Paco Roig...) se llevó la primera parte de los abucheos mientras los goles iban entrando uno tras otro.

La Curva Nord, creada gracias al respaldo del presidente, reaccionó reprochando al resto del estadio tanto el abandono de los asientos como la falta de apoyo a los jugadores. Entonces se armó la marimorena, con los aficionados enfrentándo entre sí los mensajes: unos, en contra del máximo mandatario; otros, hacia la falta de sangre de los futbolistas.

Al acabar el partido, varios cientos de aficionados se concentraron en la avenida de Suecia. Como en los mejores/peores tiempos, aquellos que ahora parecen regresar en una particular máquina del tiempo. Y ahí, los más malparados fueron tanto el presidente como la plantilla. La abulia mostrada en el terreno de juego se tradujo en reproches por la falta de amor propio. Que si no sentís el escudo y que "esa camiseta no la mereceis". El "Flaco" no recibió ningún grito de apoyo, todo hay que decirlo, pero pasó desapercibido. Dentro, en el palco VIP, la reunión del consejo preparaba su defenestración.

En medio de esa sarta de reproches, alguien lanzó una bengala con la suficiente puntería como para que entrara de lleno en la puerta de acceso al Palco Vip. Y que provocó un pequeño incendio: el de la mesa que hay en la entrada y donde se entregan invitaciones. La policía se puso seria e hizo una carga para disolver lo que se estaba recrudeciendo.

Pasaron bastantes minutos antes de que los ánimos fueran calmándole, pero los jugadores tuvieron que esperar mucho más de lo habitual para poder salir del estadio y recoger sus automóviles. Sabiendo que la grada no les va a proteger.