Estoy empezando a cansarme de tener que dedicar gran parte de mi media hora matutina de café, pastas y tertulia con los amigos a justificar que me sigue gustando el fútbol en estos tiempos de crisis (de estafa, para entendernos) y de sueldos millonarios de futbolistas. «El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos», le dice Ilsa a Rick en «Casablanca» en los dulces días de su amor en París. El mundo se derrumba y los futboleros seguimos enamorados de este deporte de millonarios en pantalón corto y coches de lujo en el garaje. Pues sí. Los futboleros también sangramos cuando nos pinchan con el fichaje de Bale, la renovación de Ronaldo, las pretensiones económicas de Iniesta o la factura del nuevo San Mamés. Pero es que el fútbol va más allá de Bale, Ronaldo, Iniesta y San Mamés porque el fútbol es el Madrid y el Barça, pero también el Urraca y el Ceares. Los aficionados al fútbol no vivimos por encima de nuestras posibilidades cuando vemos un partido del Barça, del mismo modo que hipotecarse para comprar un piso, ahorrar para poder ver la Acrópolis de Atenas antes de morir, tomar unas cervezas en nuestro bar favorito y no en la cocina, ir al cine en lugar de descargar de internet los últimos estrenos o comprar una camisa que no necesitamos con urgencia sino que sólo nos gusta no es vivir por encima de nuestras posibilidades. ¿Desde cuándo vivir es vivir por encima de nuestras posibilidades?

De acuerdo, el fútbol de primer nivel es caro hasta el sonrojo, los grandes futbolistas ganan demasiado, y si queremos romanticismo tenemos que ir a ver jugar al Urraca en La Corredoria o al Ceares en La Cruz. Vale. ¿Nos acusarán de demagogos si aceptamos que los presupuestos de los grandes equipos son desmesurados, pero recordamos que la guerra de Irak (2003-2010) costó a Estados Unidos (al mundo) unos 706.000 millones de dólares, que es una cantidad similar al rescate financiero que este país ultra capitalista aprobó en 2008? ¿Es demagogia decir que Ronaldo es riquísimo por correr y pegar patadas a un balón, pero que Rodrigo Rato no vive nada mal después de holgazanear y mirar para otro lado en el Fondo Mondo Internacional y hundir Bankia, y que vivirá todavía mejor con su sueldo de asesor, o algo así, de no sé qué banco? ¿Tendrá el fútbol, nuevo opio del pueblo, la culpa de la descomposición política y económica, de la demolición controlada de la educación y la sanidad, del triunfo de las nuevas religiones basadas en la prima de riesgo y de que tantos jóvenes vayan a Múnich no a ver al Bayern de Guardiola, sino a buscarse la vida? Charles P. Gerba, el mayor experto en gérmenes del mundo (su dedicación a esta especialidad es tal que, como recuerda Bill Bryson en su fascinante historia de la vida privada «En casa», eligió Escherichia como segundo nombre de uno de sus hijos, en honor de la bacteria Escherichia coli), asegura que los gérmenes del hogar no siempre están en grandes cantidades allí donde cabría esperar. El doctor Gerba demostró que la superficie normalmente más limpia de una casa es el asiento del inodoro, debido a que la limpiamos con desinfectante con más frecuencia que cualquier otra cosa, de modo que la superficie de las mesas de trabajo (por no hablar del fregadero o de los trapos de la cocina) tiene más bacterias que el lugar donde defecamos. Seguiremos con la demagogia para decir que el fútbol puede ser, como dicen, una especie de inodoro donde muchos expulsamos nuestras miserias o frustraciones, pero no es la superficie con más gérmenes de nuestras vidas. El dinero que gana Ronaldo me parece más transparente que el que gana Rato, y el dinero del fútbol me parece mejor gastado y con menos bacterias que el dinero enterrado (junto con muchos seres humanos) en la guerra de Irak.

Y, sin embargo, me duele el sueldo de Ronaldo, el presupuesto del Barça y el derribo de San Mamés. Y me duele más todavía cuando algunos pretenden limpiar el inodoro del fútbol con el trapo de la cocina. Y me duele muchísimo más tener que dedicar la media hora del café a justificar que me gusta fútbol en lugar de analizar entre pastitas y churros los grandes momentos vividos en el Camp Nou, La Corredoria y La Cruz. A este paso, conseguirán que nos sintamos culpables viendo un partido de fútbol desde el asiento del inodoro.